En una calle tranquila de Bolonia, el Bar Maurizio no es sólo un lugar de encuentro, sino un microcosmos de interacciones humanas. Aquí, el propietario se transforma en un director social que “gestiona” los encuentros entre desconocidos en un ambiente acogedor. Un escenario pintoresco, con sabor auténtico, que sirve de punto de partida para una reflexión más amplia sobre el futuro de la socialización. Un pequeño viaje que nos lleva desde las interacciones cara a cara hasta los vastos espacios virtuales del Metaverso, y que comienza en 2013.
Siempre en Bolonia.
Hace diez años, en el animado ambiente de Bolonia, nació una conmovedora iniciativa: calle social. Su fundador, Federico Bastiani, se inspira precisamente en la autenticidad y espontaneidad de las interacciones humanas en los cafés y calles de su ciudad. Y decide transportar este espíritu a un contexto digital. Al crear la primera Social Street en Via Fondazza, Federico pretende utilizar Facebook como herramienta para unir a las personas, rompiendo las barreras del aislamiento urbano. ¿Su visión? Aprovechar el poder de la tecnología para fomentar conexiones reales y significativas dentro de las comunidades urbanas. El proyecto de Federico, impregnado de pasión y creatividad, demuestra una profunda comprensión del valor de las relaciones humanas y su evolución en la era digital.
Y desde su fundación, la iniciativa se ha extendido a otras ciudades y países, adaptándose a las diferentes culturas y necesidades locales. Alguien el dijo “no aumenta el PIB, pero hace que la gente viva mejor”. No dijiste nada. Queremos el futuro así. ¿Y cómo será?
¿Se puede llevar la socialización del Bar Maurizio al Metaverso, pasando por Social Street (y sin perder un gramo de humanidad)?
Reunirse en un café, intercambiar sonrisas y palabras con desconocidos, es una experiencia humana fundamental. En un bar, la figura del bartender es la de un maestro de la socialización, alguien que puede crear vínculos entre personas que de otro modo nunca se habrían conocido. Un modelo de comunidad informal, donde las interacciones son espontáneas y genuinas. Social Street es un experimento "híbrido" entre interacciones virtuales y reales, un puente entre lo físico y lo digital. redes sociales y su evolución tanto el bartender como Federico escupieron en los ojos: de ser herramientas para conectar a personas lejanas, se han convertido en plataformas pasivas de entretenimiento y casi angustiado. Facebook, alguna vez un símbolo de compartir y relaciones, ahora persigue el objetivo de retener a los usuarios en línea reduciendo el alcance de las interacciones reales y tangibles.
El Metaverso es la elusiva tierra prometida. Se acerca, o más bien es una burbuja, o más bien simplemente se está poniendo al día (entre los auriculares Quest y los próximos de Apple). Este mundo virtual promete reinventar formas de interacción social. Sin embargo, plantea preguntas críticas sobre el impacto de las relaciones humanas. Nos acercamos a una era de conciertos virtuales y reuniones de negocios con realidad aumentada. ¿Cuál será el costo para nuestra capacidad de conectarnos en el mundo real?
El papel de las ciudades y los espacios comunes
Para contar un posible escenario futuro, pasemos de Bolonia (sin olvidarla) a Nueva York. Y encontramos los jardines comunitarios, que son un poco como "híbridos 2.0". Al igual que las calles sociales, actúan como puntos de reunión social. Estos espacios verdes ofrecen oportunidades de encuentro y conexión, subrayando la importancia de los espacios públicos en el tejido social de las ciudades. En el futuro acogerán a gente inmersa escuchando música o podcasts, gente haciendo jogging, chicos con gafas virtuales que hablarán con el vecino del banco y al mismo tiempo con un amigo... de Bolonia, al que verán con curiosidad. sentado junto a ellos. Artistas callejeros sentados en una caseta, que tocarán desde su casa, o directamente de otras vías. Y quién sabe qué más.
Si el Metaverso (y el futuro de la socialización en general) se mueve sobre un eje equilibrado entre la intimidad de las interacciones cara a cara y la inmersión en mundos virtuales, no será tan malo. Tendremos lugares y metalugares: abiertos y cerrados. No sólo habrá pequeñas habitaciones con gente encerrada dentro como conejillos de indias voluntarios, de hecho serán una minoría. La calidez y autenticidad de lugares como Bar Maurizio ei jardines comunitarios de Nueva York nos recuerdan la importancia irremplazable de las relaciones humanas.
Miraremos a Maurizio a los ojos mientras nos pregunta qué queremos: y con el rabillo del ojo, tal vez, navegaremos por su carta deslizando el dedo entre los cafés virtuales que veremos en su mostrador. Socmel! (para lectores de versiones extranjeras: no puedo explicarles esta expresión).