¿Sueñas con ciudades donde personas de todas las edades puedan moverse con seguridad a pie o en bicicleta, donde el transporte público sea eficiente y puntual y donde el coche no domine todos los espacios? No es imposible. Esto ocurre desde hace años en muchas ciudades holandesas. Algunos, entonces, han optado por adoptar un modelo urbano menos dependiente de los automóviles desde los años 70. hoy que Italia y otros países enfrentan una crisis de muertes en las carreteras y contaminación por smog, es hora de seguir ese ejemplo y repensar nuestras ciudades para las personas, no para los automóviles.
Una crisis de muertes y una elección valiente
En los años 70, los Países Bajos se enfrentaban a una crisis similar a la que afecta hoy a varias ciudades del mundo: un número alarmante de muertes por accidentes de tráfico, entre ellas menores. La sociedad holandesa se rebeló. El movimiento "Parada de Kindermoord” (“Stop the Murder of Children”) sacó a las calles a miles de personas, pidiendo un cambio de paradigma en el diseño urbano. Y el gobierno escuchó.
En lugar de seguir favoreciendo a los coches, las ciudades holandesas empezaron a repensar sus espacios para favorecer a los peatones, los ciclistas y el transporte público. Carriles ciclistas protegidos, zonas peatonales, calles más estrechas y de menor velocidad: solo algunas de las medidas adoptadas para reducir la dependencia del coche y devolver las calles a las personas. ¿Y cómo te fue?
Los resultados de la cruzada contra el automóvil
Los resultados de esta revolución están ahí para que todos los vean. Hoy en día, las ciudades holandesas son un paraíso para ciclistas y peatones de todas las edades. Niños, adultos y personas mayores pueden desplazarse con seguridad, sin el miedo constante a ser atropellados. El transporte público, eficiente y puntual, representa una alternativa válida al coche para numerosos desplazamientos diarios. Y la tasa de muertes por accidentes de tráfico ha disminuido drásticamente desde los años setenta. Hasta el punto de que, tras un "repunte" al final del período de confinamiento por la COVID, el gobierno holandés tomó medidas prometiendo un plan para restablecer completamente accidentes para 2050.
Sin embargo, en este momento, con sus 2,83 muertes por accidentes de tráfico por cada 100.000 habitantes, los Países Bajos tienen una sexta parte de las muertes en Estados Unidos y casi la mitad de las italianas.
Pero los beneficios van más allá de la seguridad vial. Las ciudades que dependen menos de los automóviles también significan menos smog, uno de los Principales causas de muerte prematura a nivel mundial. Significan menos emisiones de gases de efecto invernadero, un paso clave en la lucha contra el cambio climático. Y significan ciudades más accesibles para todos, incluidos los niños, las personas con discapacidades, las personas mayores y quienes no pueden permitirse un automóvil.
Coche, menos aún: un desafío para Italia y el mundo
Ante estos resultados cabe preguntarse: ¿por qué Italia y otros países no siguen el ejemplo holandés? Por supuesto, el desafío es complejo. Las ciudades italianas, a menudo con densos centros históricos y calles estrechas, tienen características diferentes a las holandesas. Sin embargo, esto no significa que el cambio sea imposible.
Podemos inspirarnos en iniciativas como la “Plan de ciclismo”Francés, cuyo objetivo es hacer de Francia un país amigo de los ciclistas, o de impuestos de tráfico introducido en Nueva York y en SUV en París, destinada a desalentar el uso del vehículo privado. Podemos rediseñar las calles para hacerlas más seguras y atractivas para peatones y ciclistas, por ejemplo estrechándolas, añadiendo badenes y medianas, y creando aceras bien mantenidas y carriles para bicicletas protegidos. Con los espacios ahorrados, deshazte de todo ese hormigón y con el despabilando Vegetación urbana “resod”, que mantiene las ciudades más frescas (y menos contaminadas).
Podemos invertir en transporte público eficiente y confiable, con carriles exclusivos para autobuses y metros que cubran ampliamente el área urbana (Ljubljana lo pensé hace años). Y podemos cambiar las leyes de zonificación para fomentar vecindarios más densos y de uso mixto donde las personas puedan vivir cerca de donde trabajan, estudian y socializan. Entonces pasa que hablas de “ciudad de 15 minutos” y conoces gente que evoca prisiones, escenarios apocalípticos, Guerra contra los coches. Hay motivos para estar desanimados, pero la gente corriente no tiene la culpa.
Es una cuestión de voluntad política
Por supuesto, un cambio así requerirá inversiones importantes y una visión de largo plazo. Pero los costos de la dependencia actual de los automóviles, en términos de vidas humanas, salud pública, smog y daños ambientales, son simplemente demasiado altos para ignorarlos. Y muchas soluciones, como añadir carriles para bicicletas y crear “calles abiertas” para calmar el tráfico, pueden implementarse a un costo relativamente bajo y con beneficios inmediatos.
Lo que se necesita, sobre todo, es voluntad política para cuestionar el status quo y adoptar un nuevo modelo de ciudad. Un modelo donde las personas, no los coches, sean el centro. Un modelo en el que moverse es un placer, no un estrés ni un peligro.
Reducir la dependencia del automóvil en nuestras ciudades no es sólo una cuestión de políticas de transporte o planificación urbana. Es una elección de civilización. Es decidir que queremos ciudades más seguras, saludables, justas y habitables para todos. Es reconocer que el espacio público es un bien precioso que debe compartirse de manera justa y sostenible.
Es poner a las personas en el centro, construir comunidades a escala humana.