Mark Zuckerberg amenaza con cerrar Facebook (e Instagram) en los países de la Unión Europea si este último no cambia las reglas sobre la transferencia transatlántica de datos.
El 11 de septiembre, la Autoridad de Privacidad de Irlanda ha establecido de hecho, el mecanismo de transferencia de datos de Meta entre Europa y Estados Unidos no se puede utilizar: una acción histórica, la primera de su tipo.
Piensa en lo que podría pasar si esto sucediera: millones de personas que trabajan con estas redes sociales se quedarían sin trabajo, miles y miles de empresas que han invertido cantidades importantes en estas plataformas se verían obligadas a cerrar, miles de personas se verían obligadas a dirigir su negocio por otros canales (y a la fecha no existe nada parecido que pueda reemplazar a esas plataformas).
Es solo una amenaza, podríamos pensar
Y así es, por ahora. Además, no es el primero de este tipo, Zuckerberg ha temido esta solución draconiana incluso hace dos años.
Este simplemente no es el punto. Lo que importa es que un ciudadano particular puede, con su declaración, presentarse de repente como una amenaza para 28 países, o si se prefiere todo un continente. No es un asunto baladí.
El segundo pensamiento que podríamos tener es “el estado podría crear otra plataforma para reemplazar las de Meta”. Bueno, no es tan simple: llevaría mucho tiempo. ¿Y entonces qué estado lo crearía? China ha sido capaz de hacer un movimiento similar por la enorme población que tiene y por la cohesión social basada en un estado que es ante todo una "civilización" de casi 1 millones de personas.
Quizá esta noticia debería hacernos abrir un razonamiento sobre el mundo que hemos creado y hacia dónde queremos ir. No se trata solo de Facebook o Instagram, no se trata de una sola empresa, sino del sistema-mundo que hemos construido en estos años, en estas décadas. De la misma relación que las grandes empresas, especialmente las Grande de tecnología, están teniendo hacia los estados “tradicionales”. Una relación que, entre la acuñación de monedas y construir mini ciudades-estado, podría convertirse en la gran amenaza real de este siglo.
Necesitamos reflexionar
¿Es correcto que una sola persona, titular del poder económico, tecnológico, ocupacional, transnacional (y por lo tanto no atribuible a ningún estado en particular) pueda decidir el destino de millones de personas en todo el mundo? ¿Es correcto encomendar al particular uno o más poderes que antes eran prerrogativa exclusiva del Estado?
Quizás deberíamos repensar el sistema económico y social en el que vivimos, o resignarnos al aplanamiento del pensamiento ultraliberal que pretende la aniquilación total de lo público en favor de lo privado. ¿Hasta cuándo estos poderosos serán "buenos" y magnánimos con nosotros?
La respuesta es obvia: siempre que les convenga. “Facebook es gratis”, decía el reclamo de la compañía, “y siempre lo será”.