Cada semana, sin darnos cuenta, ingerimos una cantidad de microplásticos igual al peso de una tarjeta de crédito. Un dato inquietante, que se vuelve aún más alarmante a la luz de una nueva investigación que revela el recorrido de estas partículas invisibles una vez introducidas en nuestro organismo.
No sólo viajan sin ser molestados a lo largo del tracto gastrointestinal, sino que logran cruzar la barrera intestinal para llegar y acumularse en órganos cruciales como los riñones, el hígado y el cerebro, alterando sus vías metabólicas. Un descubrimiento que arroja una luz siniestra sobre la omnipresencia de esta amenaza silenciosa y los riesgos potenciales para nuestra salud.
Un enemigo omnipresente e invisible
Los microplásticos están en todas partes: en "agua que bebemos, En comida que comemos, En 'aire que respiramos. en nuvole. incluso en nuestro corazón. Estos diminutos fragmentos, resultantes de la degradación de los residuos plásticos, se han convertido en una presencia constante en nuestra vida diaria, tan ubicuos como difíciles de localizar.
Según estimaciones de los científicos, cada semana ingerimos una media de 5 gramos de partículas de microplástico, el equivalente, de hecho, a una tarjeta de crédito. Una imagen que hace tangible el alcance de esta exposición continua e involuntaria a un material ajeno a nuestro organismo.
Más allá de la barrera intestinal: el viaje a los órganos vitales
Pero, ¿qué ocurre con estas partículas una vez introducidas en nuestro organismo? Ésta es la pregunta que impulsó a los investigadores deUniversidad de Nuevo México realizar un estudio pionero sobre los efectos de los microplásticos en el organismo. Los resultados, publicados en la revista Perspectivas de Salud Ambiental (te los enlazo aqui) no son nada tranquilizadores. A través de experimentos con ratones, el equipo dirigido por el Dr. eliseo castillo ha demostrado que los microplásticos no transitan simplemente por el tracto gastrointestinal, sino que son capaces de cruzar la barrera intestinal y migrar a tejidos distantes como el hígado, los riñones e incluso el cerebro.
Alteraciones metabólicas y riesgos para la salud
La presencia de microplásticos en órganos tan críticos para nuestro bienestar plantea preguntas inquietantes sobre posibles consecuencias para la salud. El estudio destacó que estas partículas son capaces de alterar las rutas metabólicas en los tejidos afectados, observación que sugiere posibles repercusiones en el funcionamiento de estos órganos.
De nuevo: Dra. Castillo destaca el riesgo de que con el paso de los años se produzca una acumulación de microplásticos en el organismo. Si incluso una exposición breve de cuatro semanas fue suficiente para causar cambios detectables en animales sanos, ¿qué significa una exposición que dura desde el nacimiento hasta la vejez?
El “viaje de la muerte” de los microplásticos. Daño a las células inmunes.
Otro elemento preocupante que surgió de la investigación es la interacción entre los microplásticos y el sistema inmunológico. En un estudio anterior, el equipo del Dr. Castillo había observado que cuando yo macrófagos (las células clave en la defensa del cuerpo) encuentran e incorporan microplásticos, su función se altera, lo que los lleva a liberar moléculas inflamatorias.
Un fenómeno que podría tener importantes implicaciones en el caso de patologías inflamatorias crónicas del intestino, como la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn, en las que los macrófagos ya tienden a ser hiperactivos y más abundantes.
Perspectivas de futuro: dieta y sensibilización
Los estudios de la Universidad de Nuevo México representan sólo el comienzo de un camino de comprensión que necesariamente implicará otros aspectos, como el papel de la dieta en la absorción de estas partículas.
Será importante entender si y cómo los diferentes hábitos alimentarios pueden influir en el recorrido y acumulación de microplásticos en el organismo, y profundizar en los mecanismos a través de los cuales estas partículas alteran el microbiota intestinal.
Estos hallazgos son un llamado a la acción. Aún otra. Necesitamos repensar nuestros hábitos de producción, consumo y eliminación de plástico. Cuando lo hagamos, siempre será tarde: entonces nos preguntaremos cómo hemos conseguido reducirnos a este estado.