Hay algo fascinante en la forma en que ciertas tecnologías analógicas se niegan a desaparecer, a pesar del implacable avance de lo digital. Desde discos de vinilo hasta cámaras de película y sintetizadores modulares, estos instrumentos del pasado están experimentando un renacimiento que va mucho más allá de la simple nostalgia. Porque detrás del atractivo perdurable de lo analógico se esconde un profundo deseo de reconectarse con el arte de una manera más lenta, más atractiva y, en última instancia, más satisfactoria. Porque a veces, es precisamente la frustración de tener que superar los límites de una tecnología lo que la hace irresistible.
Un regreso a lo "difícil"
En la era donde todo está a un clic (o eso parece), lo analógico nos reta a frenar, a comprometernos, a dedicar tiempo y esfuerzo al proceso creativo. Por ejemplo, mencioné los sintetizadores modulares: máquinas fascinantes y complejas, donde cada sonido requiere la conexión manual de cables y módulos.
No hay atajos ni ajustes preestablecidos listos para usar. “Sólo” horas de experimentación, ensayo y error, hasta conseguir el resultado deseado. Es un desafío que muchos músicos abrazan con entusiasmo, como si el esfuerzo fuera parte integral del encanto. Así como un viaje es parte del viaje, o mejor dicho: a veces ES el viaje.
Lo analógico, o: el arte de la imperfección.
Hay más. En el universo analógico, la imperfección no es un defecto a corregir: es un valor añadido. El susurro de un vinile, la veta de una foto tomada en una película, incluso el ligero sonido "desafinado" de un sintetizador analógico: todas estas son características que confieren a la obra un aura de singularidad y autenticidad.
Son los famosos “accidentes felices”, esos momentos inesperados en los que la tecnología parece cobrar vida propia, ir por sí sola, dando resultados sorprendentes e irrepetibles.
La mitad de lo que haces cuando intentas hacer música es un feliz accidente que termina sonando mejor de lo que pretendías. Si la máquina no hace exactamente lo que pensaba o se desafina un poco, todo es parte del proceso. Tus errores o accidentes se vuelven parte de lo que intentas hacer, en lugar de pensar: 'Oh, borraré esto y lo haré bien de nuevo'. Obtienes un poco de aleatoriedad, y esa aleatoriedad puede aportar mucho a lo que intentas lograr.
John, músico de Melbourne
En el juego de cursos y recursos, volver a los usuarios activos, no a los pasivos
No se podría explicar por qué algunos fabricantes de automóviles Vuelven a poner los botones físicos en la cabina. (no, no es una cuestión de costes). Porque las tiendas de discos están abriendo de nuevo en el Reino Unido. Porque los niños quieren teléfonos móviles pero empiezan a atormentar a los Pop-its y Fidget spinners. Piénselo detenidamente.
Elegir lo analógico también significa reivindicar un papel activo en el proceso de disfrutar del arte. No es sólo cuestión de darle al “play” y dejar fluir la música de Spotify, de hacer cientos de fotos de las pastas y lentejas que nos ponen delante. No es acerca terminar paralizado frente a mil millones de contenidos bajo demanda, o "socios" potenciales para regatear deslizando sin cesar.
Cada interacción requiere implicación, atención, cuidado. Ya sea colocando con precisión la aguja en la ranura del vinilo, cargando delicadamente un rollo de película en la cámara o conectando meticulosamente los cables de un sintetizador modular, cada gesto se convierte en un ritual, un momento de profunda conexión con el instrumento y con el arte. que proviene de ello. Más que nada, consigo mismos.
Lo analógico pertenece al futuro porque es un antídoto contra la alienación.
En un mundo cada vez más dominado por la inteligencia artificial y los algoritmos, lo analógico será un bastión de lo humano, una forma de reafirmar el papel central del individuo en el proceso creativo. Como destacó el cantante y compositor Nick Cave, comentando una canción generada por IA “al estilo de Nick Cave”:
Esta canción apesta. […] ChatGPT no tiene un ser interior, no ha estado en ningún lado, no ha soportado nada, no ha tenido la audacia de ir más allá de sus límites. Y por lo tanto no tiene capacidad de experiencia trascendente compartida, ya que no tiene límites para trascender.
Enorme y jodido Nick Cave. Entiendes lo que es un artista, ¿verdad? Le tomó un momento aceptar todo el concepto. Si no tienes límites, o no te pones ninguno, o no eres consciente de tenerlos, no trasciendes nada. No tienes nada que superar y, por tanto, no superas nada.
Aquí está.
Quizás, después de todo, este sea precisamente el secreto del encanto atemporal de lo analógico: su capacidad para resaltar la singularidad y fragilidad de la experiencia humana, con todas sus imperfecciones y sus impulsos hacia la trascendencia. Lo analógico sobrevivirá a la avalancha artificial. Estará aquí, con nosotros, para ser tocado. Para recordarnos que el arte, el verdadero, nace de la lucha del artista con sus propios límites, y que es precisamente en esa lucha donde reside su belleza más auténtica.
Es una de las razones por las que no tiene sentido tener miedo a los coches. Somos los perfectos, porque ser perfecto significa tenerlo todo: hasta los defectos.