La inteligencia artificial avanza a un ritmo sin precedentes y amenaza con perturbar no solo el mundo del trabajo, sino todo el tejido de nuestra sociedad. Con la IA y los robots capaces de reemplazar a la mayoría de los trabajadores (no se equivoquen, trabajadores administrativos, los suyos también), nos enfrentamos a una pregunta fundamental: ¿pueden el capitalismo y el contrato social actual sobrevivir en un mundo donde la mayor parte del trabajo humano ya no es necesario? ?
Todos conocéis el paisaje. Algunos prevén una era de abundancia y liberación, otros temen el caos y la desigualdad. Ciertamente, la economía “post-trabajo” requerirá un replanteamiento radical de todo lo que damos por sentado. ¿Es posible imaginar algunos escenarios? Te mostraré mis notas dispersas, si estás interesado.
La revolución silenciosa
A diferencia de las revoluciones industriales del pasado, que trasladaron a los trabajadores de un sector a otro, la llegada de la inteligencia artificial general (AGI) promete hacer obsoleto la mayor parte del trabajo humano actual.
No se trata sólo de automatización, sino de reemplazo total. Las IA no sólo podrán realizar tareas físicas mejor y más rápido que los humanos, sino que también superarán nuestras capacidades cognitivas en casi todos los campos. Una perspectiva que plantea profundas preguntas sobre el papel del individuo en una sociedad donde el trabajo ya no es necesario para sobrevivir.
La abundancia y su precio
Un mundo donde la inteligencia y el trabajo son baratos podría conducir a una era de hiperabundancia donde los bienes y servicios se producen en cantidades sin precedentes y a precios muy bajos. Pero esta abundancia tendría un costo. Sin trabajo, muchas personas no tendrían los medios para participar en la economía, lo que provocaría un colapso de la demanda agregada.
Para evitar el colapso, sería necesaria una redistribución masiva de la riqueza, tal vez en forma de renta básica universal o servicios públicos gratuitos. Pero convencer a quienes tienen poder económico para que compartan sus ganancias podría resultar un desafío formidable.
Un mundo sin fronteras, pero hecho a medida
La IA también podría rediseñar el mapa de la fabricación global. Cuando el costo de la mano de obra robótica es el mismo en todas partes, la deslocalización pierde su ventaja económica. Es posible que veamos una ola de desglobalización, y la producción se trasladará a fábricas locales altamente automatizadas.
En una economía post-laboral moldeada por la IA, es posible que las empresas con los mejores modelos de IA ya no sientan la necesidad de especializarse en una sola industria. En el ámbito digital, las barreras entre industrias desaparecerán permitiendo que una sola empresa ofrezca una amplia gama de servicios. Puede obtener asesoramiento legal, gestión financiera, música personalizada, películas y programas de televisión hechos a medida y experiencias de realidad virtual únicas, todo desde una única fuente. Este fenómeno ya está empezando a manifestarse: gigantes tecnológicos como Amazon, originalmente un simple minorista en línea, ahora producen películas y series de televisión, ofrecen servicios en la nube, desarrollan asistentes de voz y mucho más.
Pero el desespecialización No sólo afectará al mundo digital. Las empresas de fabricación física también podrían volverse más flexibles y adaptables, centrándose más en sus medios de producción y materiales disponibles que en una gama reducida de productos finales. En lugar de tener fábricas dedicadas exclusivamente a la producción de automóviles, muebles o electrodomésticos, podríamos ver fábricas “multiusos” capaces de producir prácticamente cualquier cosa bajo demanda. ¿Necesitas un sofá con dimensiones, forma, color y materiales personalizados? Simplemente proporcione las especificaciones y la IA controlará los robots para hacerlo realidad, optimizando cada aspecto del proceso para reducir el desperdicio y los costos. Este enfoque podría dar lugar a una explosión de productos únicos y hechos a medida, perfectamente adaptados a las necesidades y deseos de cada individuo. la era de producción masiva podría dar paso a una era de creación masiva, en el que cada objeto es una pieza única hecha justo a tiempo, solo para ti.
Las marcas como nuevos dioses paganos, el contrato social como contrato comercial
Esta desspecialización y personalización podría tener profundas implicaciones en nuestra forma de pensar sobre las marcas y la lealtad de los consumidores. En un mundo donde cualquier empresa puede producir prácticamente cualquier cosa, la diferenciación ya no se basará en lo que haces, sino en qué tan bien lo haces. O sobre qué tan bien conecta con el sentimentalismo percibido de los "usuarios".
La clave del éxito estará en contar con los mejores algoritmos de IA, las fábricas más flexibles y los materiales más interesantes. Las empresas competirán en calidad, rapidez, eficiencia y, sobre todo, en capacidad de interpretar y satisfacer los deseos únicos de cada cliente, es decir, ciudadano. Porque el riesgo (o más simplemente el marco) es descubrir que el nuevo contrato social es un contrato comercial. ¿Elegante? Mh. Feo. Eh. Podría ser simplemente una consecuencia.
Un nuevo contrato social
Quizás el mayor desafío, como se mencionó, sea redefinir el contrato social en un mundo post-laboral. Cuando el trabajo ya no sea necesario, ¿en qué se basará el estatus social? ¿Cómo podemos garantizar que se satisfagan las necesidades básicas de todos? ¿Cuál será el papel del gobierno en una economía dominada por poderosas entidades corporativas?
Encontrar las respuestas a estas preguntas requerirá un replanteamiento profundo de nuestros valores e instituciones. Tendremos que construir un nuevo equilibrio de poder, en el que los ciudadanos tengan voz no a través de su trabajo (quizás, dentro de un siglo, ni siquiera a través del voto), sino a través de su papel como partes interesadas. Obviamente necesitamos entender, construir y predecir cómo.
Una oportunidad para la humanidad
A pesar de los desafíos, el advenimiento de la economía post-trabajo también podría representar una gran oportunidad para la humanidad. Liberados de la necesidad de trabajar para ganarnos la vida, podríamos dedicar nuestras energías a perseguir pasiones, conocimientos y relaciones. Podríamos redescubrir el valor de las cosas que el dinero no puede comprar, porque el tiempo NO ES dinero: comunidad, creatividad, espiritualidad.
Por fin podríamos hacer realidad el sueño de un contrato social, de hecho, de una sociedad en la que todos puedan alcanzar su máximo potencial. No porque tenga que hacerlo, sino porque quiere.
Un contrato social, un viaje hacia lo desconocido
La economía post-trabajo es un territorio inexplorado, lleno de peligros y posibilidades. Una parte de nosotros lo experimentará, nuestros hijos o quizás nuestros nietos, pero ciertamente tenemos un papel en su realización. Navegar por este nuevo mundo requerirá sabiduría, compasión e imaginación.
Tendremos que estar preparados para cuestionar todo lo que creemos saber sobre el trabajo, los valores y la sociedad misma. Será un viaje difícil, pero también apasionante. Depende de nosotros decidir si esta será una era de abundancia e iluminación o de desigualdad y caos. La elección que hagamos hoy dará forma al mundo que dejaremos a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos.
Porque al final de este viaje puede haber no sólo un nuevo sistema económico, sino una nueva definición de lo que significa ser humano.