No sólo trabajadores y empleados: los directivos también corren el riesgo de perder sus puestos de trabajo debido a la inteligencia artificial. La alarma no la dan los catastrofistas habituales, sino un equipo de investigadores autorizados de ESMT Berlín. Maximiliano Köhler e Henry Sauermann, en un estudio reciente (que te enlazo aquí), de hecho, sostienen que la IA ahora es capaz de gestionar proyectos complejos de investigación científica de forma autónoma, reemplazando efectivamente a los administradores tradicionales de carne y hueso. ¿Quién quiere ser despedido?
La IA se convierte en "jefe"
En su artículo “Gestión algorítmica en la investigación científica”, publicado en la revista académica Research Policy, Koehler y Sauermann analizan cómo la inteligencia artificial puede abordar los principales desafíos de gestión en la realización de proyectos de investigación. Desde la división y asignación de tareas hasta la coordinación, desde la motivación del equipo hasta el apoyo al aprendizaje, la IA parece haber despedido ya a los supervisores. Y tiene todo lo necesario para asumir el papel.
Los autores examinaron aproximadamente 200 proyectos., identificando 16 casos y 2 plataformas que ya dependen, en cierta medida, de sistemas de gestión automatizados. Entre ellas se incluyen iniciativas como Aurorasaurus, Crea.visions, eBird, EteRNA y Galaxy Zoo.
Mayor eficiencia, pero ¿a qué coste?
Según el estudio, los proyectos que utilizan “gestores mecánicos” tienden a ser más grandes y a menudo están asociados a plataformas digitales, gracias a las ventajas que se derivan de una infraestructura tecnológica compartida. Esto podría tener implicaciones significativas en términos de dominio de la plataforma y cómo las grandes organizaciones de investigación, como las universidades, deberían abordar la financiación y la infraestructura de TI.
¿Todo bien entonces? No. Si, por un lado, la gestión algorítmica promete mejorar la eficiencia y la escalabilidad de los proyectos científicos, por otro plantea una serie de cuestiones éticas y jurídicas nada despreciables. En particular, los investigadores destacan el riesgo de una reducción de la autonomía de los científicos individuales, tradicionalmente considerada un aspecto fundamental del trabajo académico. No es poca cosa.
Ojo, la derecha también está despedida
El uso de sistemas de IA que, de hecho, acaban monitorizando constantemente a los investigadores también plantea cuestiones espinosas en relación con el control de datos. ¿Qué datos? Los relativos a las capacidades, motivación y rendimiento de los trabajadores. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si las organizaciones compartieran métricas recopiladas por sistemas algorítmicos de gestión, lo que influiría en futuras decisiones de contratación?
El avance de la IA en la gestión podría liberar a los líderes humanos de las tareas más repetitivas y mundanas, permitiéndoles centrarse en tareas más estratégicas y sociales. Sin embargo, garantizar que no lo despidan también es la forma correcta de proceder. No hablo de automatismos, sino de trampas. Se abren ante nosotros escenarios inéditos y potencialmente preocupantes para el mundo del trabajo: escenarios que, advierten Koehler y Sauermann, requieren investigaciones más profundas antes de poder emitir un juicio definitivo.
En cualquier caso: querido supervisor, amable "Jefe", la inteligencia artificial llama cada vez con más insistencia incluso a las puertas de sus niveles superiores. En el espacio de unos pocos años, los gerentes con traje y corbata serán los que dejarán los cargos ejecutivos. Reemplazado por algoritmos fríos pero eficientes, quizás equipados con "empatía artificial".