La Comisión Europea tiene la intención de presentar una propuesta legislativa sobre el euro digital "para el primer semestre de 2023" y luego iniciar negociaciones con "el Parlamento Europeo y los Estados miembros". Así lo anunció el vicepresidente de la Comisión Europea Valdis Dombrovskis en su discurso en la conferencia conjunta con el BCE sobre el euro digital. "Las sociedades y economías europeas se están digitalizando rápidamente, debemos abrazar la era digital", destacó Dombrovskis.
Nuestro sistema monetario también debe adaptarse a un futuro digitalizado.
Valdis Dombrovskis
Euro digital, el camino de una moneda prácticamente nueva
Existe una clara demanda de pagos digitales en Europa, que ha aumentado aún más durante la pandemia. Según estimaciones del BCE, los pagos no dinerarios realizados en la zona del euro en 2021 creció un 12,5%, alcanzando las 114 millones de transacciones, por un valor total de 197.000 millones de euros. Los pagos con tarjeta representan casi la mitad de estas transacciones. El efectivo sigue siendo muy importante en la vida de las personas, pero su uso está disminuyendo en muchas partes del mundo (excepto Japón).
¿Las garantías de privacidad?
Dombrovsks destacó que la privacidad es un derecho humano fundamental que los europeos están comprometidos a defender. Añadió que las características de protección de datos no comprometerán la integridad del sistema financiero, que debe salvaguardarse de los riesgos de financiación del terrorismo y lavado de dinero.
El euro digital debe ser intuitivo, fácil de entender y con posibilidad de utilizar la moneda tanto online como offline. Dombrovskis intenta tranquilizar: “Para ser claros, el efectivo no desaparecerá”. En cambio, los Estados miembros se centrarán en ampliar la influencia positiva mediante la promoción de las habilidades digitales y la educación financiera, así como la cobertura de banda ancha.
Un euro digital complementaría el efectivo y ayudaría a que las transacciones fueran más rápidas y cómodas, pero la introducción del euro un euro 'electrónico' también plantea problemas obvios sobre la libertad de uso, la prescindibilidad y la simple "posesión" de un bien que, de hecho, ya se ha desmaterializado.