Masculino y femenino, XX y XY. Parece la base del ABC genético que todos aprendimos en la escuela. Pero ¿y si te dijeran que esta distinción aparentemente granítica está destinada a desmoronarse en el curso de la evolución? ¿Que el cromosoma Y, marca distintiva del sexo masculino, va perdiendo pedazos progresivamente como un naufragio a la deriva en el mar del tiempo?
¿Y si te dijeran que, hipotéticamente, en 11 millones de años (¡desde que existimos!) el cromosoma Y podría desaparecer por completo, arrojando a la humanidad a un escenario reproductivo desconocido? ¿Pensarías que es ciencia ficción o simplemente la evolución natural de una especie en constante cambio?
Se busca desesperadamente el cromosoma AAA
Imaginemos nuestro genoma como un inmenso rompecabezas de cromosomas. En cada celda, dos piezas especiales determinan el sexo: XX para mujeres, XY para hombres. Parece un sistema perfecto, probado por millones de años de evolución. Excepto que una de estas piezas, el cromosoma Y, está desapareciendo lentamente.
Sí, porque mientras las mujeres se entregan a sus 900 copias de genes X, los hombres tienen que conformarse con sólo 55 miserables genes Y. Una asimetría que no puede dejar de hacernos reflexionar. Cómo llegamos a este punto? Y sobre todo, ¿adónde nos llevará?
Para entender esto, debemos dar un salto al pasado. Una inmersión de 166 millones de años, cuando nuestros ancestros muy lejanos se separaron de los ornitorrincos. Bueno, en estos divertidos animales los cromosomas sexuales siguen siendo iguales: un bonito cromosoma X con mucho cuerpo y un cromosoma Y, cada uno con su propio conjunto de genes.
Pero entonces, en el largo viaje evolutivo que nos llevó a convertirnos en humanos, algo cambió. La Y empezó a perder pedazos, como una papelera que se vacía gen a gen. Una hemorragia lenta pero inexorable: unos 5 genes cada millón de años, según los cálculos del genetista Jenny Graves (Voy a vincular el estudio aquí).
Si esta tendencia continúa, en 11 millones de años la Y podría desaparecer por completo. Soplo, disuelto en el aire. ¿Entonces? ¿Será este el fin de los hombres? ¿La extinción de la especie humana? ¿El escenario de la película apocalíptica?
La naturaleza siempre encuentra un camino.
Cálmate, no entres en pánico. Antes de resignarnos a un futuro distópico poblado únicamente por mujeres, vale la pena mirar la naturaleza una vez más. Porque, sorpresa sorpresa, ya existen varias especies de roedores que han perdido por completo la Y. Sin embargo, de alguna manera, siguen produciendo descendencia de ambos sexos.
¿Cómo lo hicieron? Simple: trasladar la "unidad de control" que determina el sexo a otra parte. En algunos casos, los científicos han descubierto que la región crítica ha migrado a otro cromosoma, sin perderse en el camino. En definitiva, la naturaleza siempre encuentra un camino.
Y luego, seamos realistas: 11 millones de años es una eternidad a escala humana. ¿Quién puede decir en qué seremos para entonces? Quizás habremos aprendido a clonar, a reproducirnos en tubos de ensayo, a hackear nuestro propio genoma. O tal vez ya nos hayamos extinguido por muy otras razones, quién sabe.
Por supuesto, como señala el profesor Graves, también existe la posibilidad de que la humanidad se haya dividido entretanto en diferentes especies, cada una con su propio sistema de determinación del sexo. Un poco como los ornitorrincos y los roedores sin cromosoma Y. Una explosión de diversidad biológica que quizás, si lo piensas bien, no sería tan mala después de todo.
El futuro es un enigma envuelto en un cromosoma Y
Seamos claros: todo esto es sólo especulación. Un ejercicio de imaginación basado en datos parciales y tendencias extrapoladas. Nadie tiene una bola de cristal para predecir cómo evolucionaremos en los próximos millones de años. La única certeza es que cambiaremos, como siempre lo hemos hecho.
Quizás reflexionar sobre estos escenarios lejanos pueda ayudarnos a mirar nuestro presente con otros ojos. Comprender que las categorías de "masculino" y "femenino", por muy arraigadas que estén en nuestra imaginación, no son verdades absolutas e inmutables. Que la vida siempre encuentra la manera de reinventarse, de adaptarse, de sorprendernos.
Qué espectáculo tan maravilloso es la evolución. Esta danza de genes y formas que nos ha traído hasta aquí y que continuará mucho más allá de nosotros. Con o sin cromosoma Y, el futuro es un enigma. Quién sabe cuál será la próxima página.