Nací en 1975 y viví mi infancia entre los años 70 y 80, una época llena de snacks coloridos e irresistibles, símbolos de una época efímera pero inolvidable. Hace tiempo que dejé de tomar bebidas carbonatadas, pero recientemente decidí darme un respiro nostálgico con una Coca-Cola (en vaso). El recuerdo de cuando, después de un largo partido de fútbol bajo el sol, me refrescaba así. El agua es mejor, lo sé, no seas moralista. Era un ritual y quería recuperar la memoria.
Primer sorbo y fin del hechizo. La bebida que alguna vez fue el símbolo de mis momentos de alegría ahora tiene un regusto extraño, casi artificial. ¿Soy yo o qué?
Un cambio imperceptible pero radical
Ese sabor diferente, casi desagradable, que me dejó un regusto artificial, dio lugar a una pequeña "investigación" dentro de mi círculo de conocidos y fuera de él. Lo que a su vez me llevó a una amarga comprensión: no es sólo Coca-Cola la que ha perdido su sabor original.
Otros snacks de mi infancia parecen haber sufrido una transformación similar. Una vez más: ¿soy yo o qué?
La verdad (semi)oculta
Mi insólito instinto conspirativo encontró justicia cuando, profundizando las "investigaciones" también gracias a mi trabajo como publicista, me topé con un fenómeno que no había explorado lo suficiente. Un fenómeno conocido como “skimpflación”.
¿Cosas? El término describe la práctica adoptada por muchas empresas alimentarias de cambiar silenciosamente las recetas de sus productos para reducir costes. Este cambio, a menudo imperceptible, implica la sustitución de ingredientes de calidad por alternativas más baratas. Como resultado, los productos no sólo pierden su sabor original sino que también se vuelven menos saludables. Algo quizás incluso más sutil que la "shrinkflation", que reduce el tamaño de los paquetes al mismo precio, y ciertamente una respuesta equivocada a la "avaricia”que caracteriza la última fase del capitalismo.
Algunos snacks “transfigurados”
Coca-Cola: Los consumidores han notado un cambio en el sabor, atribuyéndolo a la sustitución del azúcar por jarabe de maíz alto en fructosa.
Galletas Ritz: Una vez resistente e ideal para inmersión, ahora se desmoronan fácilmente.
Twix: La textura y el sabor han cambiado, con quejas de un sabor similar al de una galleta de azúcar cubierta de chocolate.
Fanta: receta cambió el pasado mes de marzo, la gente se queja del abandono del concentrado de naranja.
Otros productos populares, como el chocolate y las patatas fritas, también han sufrido cambios similares, reduciendo la calidad y alterando el sabor que alguna vez los hizo especiales.
Un impacto no despreciable en la salud
Además de la degradación del sabor, estos cambios podrían incluso tener un impacto negativo en la salud de los consumidores. Ingredientes como azúcares artificiales, a veces se introducen jarabe de maíz con alto contenido de fructosa y aceites menos costosos para reemplazar los más naturales y saludables.
En última instancia, esta “inflación oculta” presenta a los consumidores un dilema: aceptar productos de menor calidad o enfrentar precios más altos. Por eso es fundamental leer atentamente las etiquetas, informarse de los cambios realizados en los productos y, cuando sea posible, optar por alternativas más saludables.