Hay un fenómeno en curso que, según algunos expertos económicos, ya ha llevado al capitalismo al límite. En otras palabras: estamos en plena implosión, sólo que no lo percibimos bien desde dentro.
El fenómeno se llama “avaricia”. ¿Qué significa? En pocas palabras: el mundo se está volviendo cada vez más caro y los salarios no siguen el ritmo del aumento de los precios.
Auf wiedersehen, Capitalismo
Tocar el toque de difuntos es Alberto Edwards, estratega global de un gigante económico, el histórico banco Société Générale. E incluso lo hace de las páginas del Financial Times. El asesino del capitalismo, la “codicia”, es un germen que nació con él: la codicia desenfrenada de las empresas que aprovechan crisis como la pandemia y la guerra en Ucrania para inflar sus ganancias.
Edwards ha visto niveles de “avaricia” sin precedentes en los últimos tres años: las grandes empresas han seguido registrando elevados beneficios a pesar de las dificultades económicas y geopolíticas. En el caso de las Big Tech, a pleno rendimiento.
¿Un ejemplo clave? Estados Unidos (hogar de la avaricia): huevos, producto básico de las familias. Su precio se ha disparado debido a las subidas generales de precios y a la gripe aviar. Sin embargo, el mayor productor de huevos americano (Cal-Maine Foods) vio aumentar sus precios un 718%: si esto no es avaricia, si no es especulación, nada lo será.
descomposición social
Ningún choque es silencioso. La muerte del capitalismo producirá cambios profundos y muy dolorosos en el tejido social y civil de todos los países más expuestos.
Según Edwards, la inflación y la avaricia no sólo dificultarán la vida de los consumidores, sino que alimentarán las tensiones sociales en un contexto global ya difícil. La avaricia corporativa es la gota que colma el vaso y provoca el fin del capitalismo tal como lo conocemos.
¿Que sigue?
será importante, si es la muerte, registre la “causa” de esta muerte. El capitalismo es absolutamente incapaz de mantener un equilibrio entre las ganancias corporativas y el bienestar de los trabajadores y consumidores.
Y habrá que empezar, empezar desde aquí, buscar modelos económicos que garanticen una distribución justa de la riqueza y una mayor atención a las necesidades de la comunidad. El desafío será el de siempre: encontrar la manera de conciliar el aspecto competitivo del ser humano con una visión más sostenible y solidaria, y evitar peores problemas.
Construir un mundo en el que el mayor crimen sea la codicia.