En los últimos años, el trabajo a distancia se ha convertido en un tema central de debate: muchos elogian los beneficios de la flexibilidad y el equilibrio entre la vida laboral y personal, otros plantean preocupaciones sobre la productividad y la eficiencia.
Y luego, detrás del debate y las preocupaciones "populares" se esconde una realidad económica que muchos prefieren ignorar. El mercado inmobiliario, en particular el de oficinas, atraviesa una crisis probablemente sin precedentes en la historia. En Europa es una tormenta, en Estados Unidos un verdadero huracán. Y las implicaciones de esta situación van mucho más allá de la simple cuestión de “dónde trabajamos”.
La ilusión de la productividad
Muchos de nosotros hemos tenido experiencias laborales en la oficina que desafían la noción tradicional de "productividad". Los recuerdos de largos almuerzos, prolongadas pausas para el café y charlas en los pasillos son puntos comunes en la imaginación. Sin embargo, la narrativa dominante parece sugerir que la oficina es el lugar sagrado de la productividad. ¿Es realmente así?
A lo largo de los años, he tenido la oportunidad de observar de cerca los hábitos laborales de varias personas, desde jóvenes pasantes hasta ejecutivos corporativos. Y la verdad es que la productividad no es exclusiva del entorno de oficina. Existen diversas actividades realizadas in situ que no añaden valor real a la empresa, debido únicamente a una cultura corporativa obsoleta.
La revolución del trabajo remoto
Con la llegada de la pandemia, el mundo fue testigo de una rápida transición al trabajo remoto. Las empresas que alguna vez se mostraron reacias a adoptar modelos de trabajo flexibles se han visto obligadas a hacerlo para sobrevivir. Y los resultados fueron sorprendentes. Muchas empresas han experimentado niveles de productividad comparables, si no superiores, a los niveles prepandémicos.
Estos últimos años han traído también reflexiones casi escatológicas sobre la necesidad de no permanecer encerrados en los engranajes del ciclo "casa-viaje-trabajo-viaje-casa". Todo el mundo quiere gestionar mejor su tiempo de vida, con un enfoque que se ha definido en varios casos YOLO (un acrónimo que significa “YOu Live Once”, más o menos “Sólo se vive una vez”).
Pero entonces, ¿por qué todavía hay resistencia?
La respuesta a esta pregunta se puede encontrar mirando el mercado inmobiliario. Las oficinas vacías son el símbolo tangible de un sector en crisis. Estoy hablando de billones de euros desembolsados en préstamos inmobiliarios comerciales. Estoy hablando de la tormenta perfecta. La creciente adopción del trabajo remoto ha reducido la demanda de espacio de oficina, lo que ha provocado un exceso de oferta en el mercado.
Algunas ciudades alrededor del mundo están tratando de reinventarse, convirtiendo edificios comerciales en espacios residenciales o para restaurantes, pero el proceso es costoso y no siempre factible. La realidad es que muchos de estos edificios podrían permanecer vacíos en los años venideros.
Y a medida que caen los valores de los bienes raíces comerciales, las finanzas de las ciudades también están en riesgo. Los ingresos fiscales de estos edificios representan una parte importante de los presupuestos de muchas ciudades. A medida que caen los valores de las propiedades, estos ingresos disminuyen, lo que aumenta la presión sobre los presupuestos de la ciudad.
El futuro del trabajo remoto y los bienes raíces
Los grupos de interés que quieren salvaguardar los activos y actividades inmobiliarias (y los medios relacionados) intentan proteger sus intereses presionando por el regreso a la oficina, la realidad es que el mundo del trabajo está cambiando. La creciente adopción de tecnologías como la inteligencia artificial y la automatización está remodelando el panorama laboral. Y con ello también nuestro concepto de "lugar de trabajo".
El trabajo remoto llegó para quedarse, y las empresas que se adapten a esta nueva realidad equilibrando la presencia y la distancia de la manera correcta serán las que prosperarán en el futuro. Punto. Para hacerlo, debemos romper la narrativa tradicional y reconocer los desafíos reales que tenemos por delante.
Más allá del apocalipsis contado
La crisis inmobiliaria a la que nos enfrentamos es sin duda un desafío importante. Sin embargo, también ofrece una oportunidad. Una oportunidad para repensar la forma en que trabajamos y vivimos. Repensar nuestras propias ciudades, convertirlas en lugares más habitables y no en atracciones subordinadas a un mundo de eternos viajeros.
Después de todo, cada crisis trae consigo la oportunidad de innovación y crecimiento. Y esta oportunidad es algo que requiere de nuestra presencia.