Existe un vínculo inesperado y siniestro entre dos realidades aparentemente muy lejanas: las grandes metrópolis y el cáncer. Para unirlos, según un estudio reciente (que te enlazo aquí), es la forma en la que crecen y se expanden, siguiendo dinámicas tan similares que te dejan sin palabras.
Londres, Sydney y otras metrópolis se comportan como tumores malignos, alimentándose de infraestructuras y población para invadir siempre nuevos espacios. Un descubrimiento que podría revolucionar el enfoque de la planificación urbana, allanando el camino para soluciones inspiradas en la medicina. ¿Listo para explorar el lado oscuro del crecimiento urbano?
El crecimiento de Londres bajo la lupa
Un equipo de investigadores de la University College London (UCL) analizó la evolución de la capital británica durante los últimos 180 años, utilizando modelos matemáticos. Los resultados son sorprendentes: Londres ha crecido notablemente como un tumor maligno.
El Londres original, el que existió durante la Edad Media, era conocido como la “milla cuadrada”. Hoy, el Londres moderno es una metrópoli. más de 600 veces más grande que ese núcleo histórico.
Antes de la llegada de la red ferroviaria, la población de Londres se concentraba en una pequeña zona central. Los viajes de larga distancia a los suburbios eran caros y difíciles.
Sin embargo, el uso de trenes permitió un cambio hacia la vida suburbana, permitiendo a los residentes vivir cada vez más lejos del centro. Esto también parece ser una tendencia en otras ciudades del mundo: la gente tiende a preferir vivir en áreas de baja densidad si hay transporte disponible al centro.
El papel clave del transporte en el crecimiento de las metrópolis
La dinámica de crecimiento de las metrópolis, sostienen los investigadores internacionales, es comparable a la forma en que los vasos sanguíneos de los tumores brotan y se dividen, forjando nuevos "caminos" en el tejido emergente.
Este proceso, llamado angiogénesis, permite que el cáncer crezca más de unos pocos milímetros de tamaño; Los vasos sanguíneos transportan oxígeno y nutrientes a células más alejadas de lo que podría hacerlo la difusión.
El mismo principio parece aplicarse a muchas grandes metrópolis de todo el mundo, como Londres, Washington DC, París y Sydney, y a varios sistemas de transporte público además del tren.
Sydney sigue los pasos de Londres
Cuando los científicos de la UCL se asociaron con investigadores de la Universidad de Sydney, descubrieron que la ciudad portuaria australiana ha crecido de manera similar a Londres. Utilizando datos de 1851 a 2011, el sistema ferroviario de Sydney y su población urbana evolucionaron uno al lado del otro en los modelos.
Al igual que Londres, los dos factores más importantes que parecían regir el crecimiento de la ciudad australiana eran la masa de su población y su interconexión. Estos son los mismos factores que gobiernan el crecimiento del tejido canceroso.
Hacia un nuevo enfoque de la planificación urbana
Hoy en día, el mundo está experimentando una aceleración de la urbanización y la digitalización, donde las ciudades generalmente son tratadas como grandes máquinas o sistemas logísticos que pueden controlarse mediante intervenciones de arriba hacia abajo.
Pero en realidad, sostienen los autores del estudio, las ciudades se comportan como sistemas adaptativos complejos que evolucionan -hasta cierto punto- como organismos vivos.
Esta no es una analogía nueva (arquitectos y científicos han hecho esta comparación en el pasado), pero el nuevo estudio proporciona comparaciones cuantitativas entre el crecimiento urbano y biológico que podrían resultar útiles.
El equipo espera que los planificadores urbanos busquen soluciones futuras en el campo de la biología.
Por ejemplo, las políticas destinadas a regular el desarrollo de las redes de carreteras, metro y ferrocarriles pueden limitar los futuros patrones de crecimiento urbano de manera similar a como las estrategias destinadas a controlar la vasculatura y las interacciones entre células pueden mitigar el crecimiento del cáncer.
Una lección para el futuro de nuestras metrópolis
El descubrimiento de esta inquietante similitud entre ciudades y tumores abre nuevos escenarios para la planificación urbana del futuro. Si queremos evitar que nuestras metrópolis se conviertan en gigantescas masas incontroladas, devoradoras de recursos y territorio, tendremos que inspirarnos en la medicina.
Comprender los mecanismos biológicos que gobiernan el crecimiento de los tumores podría proporcionarnos las herramientas para planificar ciudades más sostenibles, equilibradas y a escala humana. Porque, al fin y al cabo, una ciudad sana debe crecer en armonía con el entorno que la rodea, no lo invadas ni lo asfixies.
Ahora depende de nosotros comprender esta lección y repensar la forma en que construimos y desarrollamos nuestros centros urbanos. Sólo así podremos garantizar un futuro en el que las ciudades sean organismos vivos y vitales, y no tumores malignos que amenacen nuestra propia existencia.