Son años de aceleración extrema para las empresas tecnológicas. Cada vez más ricos y fuertes, hasta el punto de que podrían tener la fuerza de verdaderos "gobiernos", o crear un nuevo "feudalismo digital" en el que los ciudadanos se conviertan en sujetos modernos. Pagan sus "tributos" a las empresas, ya no a los Estados, para luego recibir servicios privatizados. ¿Y si fuera diferente? ¿Qué pasaría si existiera un futuro en el que cada ciudadano fuera un “superciudadano”, armado con conocimiento, responsabilidad y poder para moldear activamente su propio gobierno? ¿Qué pasaría si, en lugar de perder terreno, la democracia se volviera “súper”?
Un futuro donde la tecnología blockchain garantice transparencia y seguridad, mientras que el proceso de toma de decisiones se base en el mérito y el bien común. Este futuro tiene un nombre: Súper democracia. Un nuevo Libro Blanco (llamado así “Superdemocracia”) explora los beneficios de este hipotético e innovador sistema de gobernanza, que revolucionaría la forma en que se gobiernan las naciones y la forma en que los ciudadanos participan en la vida cívica. Si quieres saber más, puedes encontrar el estudio aquí. Te lo resumiré brevemente. Empezando por una pregunta: ¿cuántas veces has pensado “necesitarías el permiso de conducir para poder votar”? Aquí estás.
De la democracia a la SuperDemocracia: un salto cuántico
Olvídese de la "misma vieja" democracia. Con sus representantes electos, sus campañas electorales, sus interminables debates parlamentarios. La SuperDemocracia es otra bestia: una fusión de la impecable precisión de la cadena de bloques y la sabiduría colectiva de una ciudadanía súper informada. En este nuevo mundo feliz, los “superciudadanos” no son sólo votantes, sino verdaderos legisladores. Gracias a un programa de capacitación intensivo y pruebas continuas, estos nuevos héroes cívicos siempre están listos para tomar decisiones informadas sobre temas complejos. Y como blockchain garantiza la transparencia y la inmutabilidad de cada una de sus acciones, no hay lugar para la corrupción o la manipulación.
Es un sistema que rezuma eficiencia e inteligencia por cada poro. Imaginemos debates públicos en los que cada argumento esté respaldado por hechos y análisis, no por eslóganes vacíos. Imagine que las leyes evolucionan en tiempo real para mantenerse al día con las necesidades de la sociedad, en lugar de retrasarse con años de retraso. Imaginemos un gobierno que sea verdaderamente "del pueblo, por el pueblo, para el pueblo", porque el pueblo mismo es su motor.
Anatomía de un superciudadano
Obviamente, no creas que convertirse en un súper ciudadano es un paseo por el parque. Los defensores de la democracia deben sudar para ganarse su lugar. En primer lugar, deben someterse a un programa educativo que haría palidecer a un doctorado en comparación: cursos de teoría política, derecho, ética, políticas sociales, economía... Todo ello salpicado de talleres sobre pensamiento crítico y análisis de políticas. Y eso no es todo. Para convertirse en Superciudadano, los candidatos deben superar una serie de pruebas que evalúan no sólo los conocimientos, sino también la capacidad de aplicarlos a escenarios del mundo real. Y pruebas éticas que ahondan en su juicio moral. Porque un Súper Ciudadano no sólo debe estar informado, sino que debe ser una brújula moral para su comunidad.
Lo bueno, entonces, es que en esta forma de democracia temida en el Libro Blanco, el aprendizaje nunca termina. Antes de cada votación, los Superciudadanos deben pasar una prueba sobre la legislación específica que se está considerando. Tienen acceso a módulos de aprendizaje dinámico que los mantienen actualizados sobre los últimos desarrollos. Y reciben retroalimentación continua para mejorar sus habilidades legislativas. Es como un doctorado perpetuo en gobernanza, pero sin la ceremonia de graduación.
En la democracia directa 3.0, votar no es un deber: es una obligación
Los Súper Ciudadanos deben participar en un número mínimo de votaciones legislativas cada mes, para garantizar que el pulso de la ciudadanía siempre lata fuerte. Y no sólo votan: también pueden proponer nuevas leyes, convirtiéndose en catalizadores directos del cambio social. Cada propuesta debe ir acompañada de una presentación en vídeo, en la que el Súper Ciudadano explica su idea de forma clara y accesible. Es una forma de promover la transparencia, estimular el debate público y responsabilizar a los legisladores.
Imagine poder discutir una nueva ley directamente con su creador, poder hacer preguntas, ofrecer sugerencias, expresar inquietudes. Imagínese poder ver los rostros y escuchar las voces de quienes están dando forma al futuro de su país. Es una democracia tan directa y participativa que hace que el Ágora ateniense parezca un club de Bridge.
Los superpoderes de la Superdemocracia
Pero ¿cuáles son las ventajas reales de este sistema aparentemente utópico?
Bueno, comencemos con decisiones más informadas. Debates de gran calidad y excelentes resultados. Con una ciudadanía educada y constantemente actualizada, SuperDemocracy garantiza que cada voto se base en la comprensión, no en el instinto.
Luego está la transparencia y la seguridad. Dado que la cadena de bloques registra cada acción gubernamental, no hay lugar para actos ilícitos. Y con sus medidas de seguridad de vanguardia, el sistema es a prueba de piratas informáticos y manipulación. ¿El resultado? Una confianza sin precedentes en el gobierno y un sentido de responsabilidad compartida por el bienestar de la nación.
¿Y qué pasa con la innovación y la adaptabilidad? Con ciudadanos tan comprometidos e informados, la Súper Democracia es un semillero de ideas creativas y soluciones efectivas. Las leyes evolucionan al ritmo del progreso, no persiguen frenéticamente el cambio. Es un sistema diseñado para el futuro, no anclado en el pasado.
La mayor “superpotencia” de la SuperDemocracia es su capacidad de trascender las divisiones partidistas. Aquí lo que importa son los hechos y el mérito de los argumentos, no las ideologías. El bien común es la estrella polar que guía cada decisión, no los intereses de tal o cual facción. Es un sistema en el que la razón prevalece sobre la retórica y la colaboración sobre la competencia.
¿Se creará algún día un sistema así?
Por supuesto, la SuperDemocracia podría parecer un sueño utópico. Y tal vez lo sea, a pesar de las tecnologías actuales (y la visión del mañana). Será un viaje desafiante. Será necesario un replanteamiento radical de nuestras instituciones y nuestros valores cívicos. La recompensa, sin embargo, podría ser un sistema de gobernanza que esté a la altura de los desafíos del siglo XXI y más allá. Y entonces, ¿cuál sería la alternativa a una sociedad “hiperconsciente”? ¿El estado salvaje?