Con profunda tristeza me enteré del fallecimiento ayer a la edad de 85 años del profesor Domenico De Masi. Como conciudadano napolitano suyo y admirador de su pensamiento, siento un vacío difícil de llenar. La noticia me golpeó como un puñetazo en el estómago: hace apenas unos días escribí sobre la importancia de la figura del sociólogo digital, inspirado en sus palabras.
Domenico De Masi, el profesor De Masi, fue un hombre que supo escuchar, comprender y compartir. Una persona que con cada palabra nos recordaba la importancia del ser humano en un mundo cada vez más tecnológico. Para mí no sólo fue un gran sociólogo y estudioso de talla internacional. Fue un maestro de vida, capaz de combinar un rigor intelectual fuera de lo común con una humanidad poco común. Desde mis primeros encuentros con su pensamiento, dos cosas me llamaron la atención: su curiosidad innata hacia los demás y la sociedad, y su proceder elegante y napolitano.
Vaya, nuestra ciudad siempre ha mantenido un estrecho vínculo con sus sentimientos, incluso cuando su carrera académica lo llevó a Roma, donde fue profesor emérito de Sociología del Trabajo en la Universidad La Sapienza. Nápoles fue el alma que alimentó su sensibilidad hacia las desigualdades sociales y la pasión cívica.
Domenico De Masi, padre de un futuro más humano
El profesor comenzó a analizar los efectos de las innovaciones tecnológicas en la sociedad antes de que yo naciera, destacando sus contradicciones y potencialidades. Le quité prácticamente todo: mi visión del futuro coincidía en gran medida con la suya. Domenico De Masi vio los peligros inherentes a una dependencia acrítica de la tecnología, que corre el riesgo de deshumanizar las relaciones sociales. Al mismo tiempo, vislumbró las posibilidades liberadoras del tiempo para experimentar plenamente la propia humanidad.
Todas sus intuiciones, nacidas hace 50 años, y aún hoy sorprendentemente vigentes. Incluso frente a los desafíos más recientes, como el surgimiento del trabajo inteligente acelerado por el Covid o la llegada de la inteligencia artificial, nos ha advertido del riesgo de perder nuestra dimensión más profundamente humana. Defendió hasta el final la importancia de la educación, no sólo técnica sino humanística, para formar ciudadanos conscientes y quizás más felices.
Lo que queda
Tuve el privilegio de conocer al profesor Domenico De Masi no sólo como intelectual, sino también como un hombre genuino y apasionado. Su curiosidad era inagotable, al igual que el deseo de interactuar con las nuevas generaciones, de comprender los cambios que se estaban produciendo sin prejuicios.
Incluso en los últimos años, que no habían afectado en lo más mínimo su brillante creatividad, continuó estudiando, escribiendo y hablando con el mismo entusiasmo. Esa luz que se encendía en sus ojos cuando hablaba de temas queridos para él quedará impresa para siempre en mí y en todos los que lo conocieron.
Hola Domenico, hola Maestro. Nápoles e Italia pierden un gran intelectual, yo pierdo una referencia humana y cultural imprescindible. Vuestro legado es un mensaje válido y que nos invita a vivir como personas conscientes y humanas en un mundo cambiante. Está bien.