La Marina de los EE. UU. está interesada en el desarrollo de robots submarinos que se utilizarán en una amplia gama de escenarios, desde la inspección hasta la vigilancia, pasando por la exploración y el rescate.
Sin embargo, al igual que con los drones aéreos, incluso los "primos" acuáticos sufren los mismos límites de autonomía debido a la duración de las baterías.
Una solución está en el horizonte, quizás no muy elegante pero efectiva: equipe estos robots con celdas de biocombustible capaces de alimentarse de los desechos orgánicos de los peces depositados en el fondo marino.
¿Tengo que ser más explícito? Robots submarinos comiendo caca de pescado para alimentar sus baterías.
El "material" se encuentra evidentemente en cantidad, listo para ser convertido en energía. Un equipo de investigación dirigido por Meriah Arias-Thode en el Centro de Guerra de Información Naval del Pacífico en San Diego ya ha comenzado los experimentos.

Actualmente, se están probando 3 celdas de combustible biológicas diferentes que son capaces de alimentar varios sensores pequeños, como los que pueden medir la acidez del agua. Los sensores actuales utilizados tienen una autonomía de unas pocas semanas: con esta batería pueden llegar a los ocho meses.
Entre las soluciones que se estudian para las aplicaciones prácticas de estas baterías está el uso de drones submarinos de todo tipo y el establecimiento de 'puntos de recarga' directamente en el fondo marino: la densidad de las baterías biológicas garantizaría que se puedan estacionar perpetuamente en oficina (como una especie de banco de energía) y establecer puntos de encuentro para robots que tienen escasez de energía.