1000 dólares al mes. Este es el precio que los pacientes en EE.UU. tienen que pagar para conseguirlo Ozempico, el fármaco “contra el hambre” que se ha convertido en un éxito mundial para Novo Nordisk. Un precio que ha disparado los beneficios de la farmacéutica danesa, pero que ahora corre el riesgo de convertirse en un boomerang mediático y jurídico.
Sí, porque según una investigación recién publicada en JAMA Network Open (te lo enlazo aqui), ese precio se inflaría hasta 200 veces en comparación con el costo real de producir el medicamento, Se estima entre 89 centavos y 4,73 dólares al mes.
Ozempic, la fábrica de sueños (adelgazante)
Semaglutida: un nombre que quizás no signifique mucho para la mayoría de la gente, pero que para Novo Nordisk se ha convertido en sinónimo de billetes. Este es el ingrediente activo de Ozempico e Wegovy, los dos fármacos "milagrosos" que han transformado a la farmacéutica danesa en la reina indiscutible del mercado de tratamientos para la diabetes y la obesidad.
Un reino construido a base de inyecciones semanales, capaces de mantener el apetito bajo control y hacer bajar la balanza como por arte de magia. Una fórmula que ha conquistado a millones de pacientes en todo el mundo, desde diabéticos hasta obesos, pasando por celebridades e influencers que buscan el físico perfecto.
Detras de la mascara
Más allá del éxito "mediático" de Ozempic y Wegovy se esconde una realidad menos brillante. Si bien, por un lado, son indudablemente eficaces para combatir los kilos de más, su coste supone una enorme carga para los presupuestos sanitarios. En Estados Unidos, el precio de catálogo de Ozempic se acerca a los 1000 dólares mensuales, y el de Wegovy llega incluso a los 1300.
Cifras alucinantes que hicieron fortuna a Novo Nordisk: en 2023, las ventas combinadas de los dos medicamentos superaron los 18 mil millones de dólares, más que el PIB de muchos países. Pero que ahora corren el riesgo de convertirse en un boomerang, a la luz del estudio recién publicado.
El truco de los precios
Según la investigación, realizada por un equipo de economistas de Yale, el King's College de Londres y Médicos Sin Fronteras, el coste de producción de Ozempic sería realmente insignificante en comparación con su precio de lista. Según la estimación más optimista, sólo 89 centavos por el suministro de un mes, y 4,73 dólares en la más conservadora.
Cifras que incluyen no sólo el coste del principio activo semaglutida (sólo 29 céntimos al mes), sino también el de las plumas desechables utilizadas para inyectarla (2,83 dólares), el relleno de las plumas (20 céntimos) y los demás ingredientes químicos. (15 centavos). Todo ello incluso calculando el margen de beneficio para el fabricante.
¿En otras palabras? Novo Nordisk aplicaría un margen de beneficio que oscilaría entre el 10000% y el 20000% en comparación con los costes de producción reales. Un margen que haría palidecer incluso al vendedor de autos usados más experimentado, y que plantea serias dudas sobre la transparencia y la equidad del sistema de fijación de precios de medicamentos en Estados Unidos.
La farmacéutica danesa se defiende afirmando que una gran parte de sus beneficios se reinvierte en investigación y desarrollo (casi 5 millones de dólares en 2022), y que el 75% de sus beneficios brutos se destinan a descuentos y rebajas para garantizar el acceso a los pacientes. Pero las cifras reveladas por el estudio siguen siendo impresionantes y corren el riesgo de alimentar el ya acalorado debate sobre los precios de los medicamentos en el extranjero.
La sombra del Congreso
La publicación de la investigación provocó reacciones de indignación en el Congreso de Estados Unidos. el senador Bernie Sanders, que siempre ha estado a la vanguardia en la batalla contra los precios de los medicamentos, tronó:
Este precio escandalosamente alto tiene el potencial de llevar a la quiebra a Medicare, al pueblo estadounidense y a todo nuestro sistema de salud.
Sanders luego pidió a Novo Nordisk que redujera el precio de lista de Ozempic a 155 dólares al mes o menos, en línea con lo que se practica en otros países. Una medida que sin duda pondría en dificultades a la empresa farmacéutica, pero que responde a una lógica de equidad y sostenibilidad difícil de contrarrestar.
Además, el precio de los medicamentos es un tema cada vez más candente en Estados Unidos, donde los precios se encuentran entre los más altos del mundo y continúan creciendo dramáticamente. En 2022, los estadounidenses gastaron más de 500 mil millones de dólares en medicamentos recetados, más del doble de lo que gastaron una década antes. Y muchos pacientes se ven obligados a renunciar al tratamiento o endeudarse para poder pagar los medicamentos que necesitan.
Una situación insostenible, indigna de un país que se define como democrático, que corre el riesgo de socavar el derecho a la salud y el acceso al tratamiento de millones de personas. Y lo que pone en duda la responsabilidad no sólo de las empresas farmacéuticas, sino también de los responsables políticos y de las autoridades reguladoras.
Ozempic, pastillas amargas para las grandes farmacéuticas
El estudio sobre Ozempic es sólo el último de una larga serie de investigaciones que han puesto de relieve las distorsiones del sistema de precios de los medicamentos en Estados Unidos. Distorsiones que afectan no sólo a tratamientos innovadores como los de la diabetes y la obesidad, sino también a medicamentos esenciales comoInsulina, disponible desde hace décadas pero aún inasequible para muchos pacientes debido a sus precios exorbitantes.
Una situación que ha empujado a la administración Biden a presionar a las compañías farmacéuticas para que obtengan importantes recortes de precios, como los de hasta el 75% anunciados el año pasado por Novo Nordisk y otros productores de insulina. Recortes que, sin embargo, según algunos analistas, habría hecho que esos productos fueran aún más rentables para las empresas, eliminar los descuentos otorgados a los intermediarios que negocian precios en nombre de las compañías de seguros y los empleadores.
En resumen, un sistema opaco y distorsionado, en el que los precios parecen desconectados de los costos reales de producción e impulsados más por la lógica del beneficio que por el acceso a la atención sanitaria. Un sistema que ahora corre el riesgo de implosionar bajo el peso de su insostenibilidad, poniendo en riesgo la salud de millones de estadounidenses y la estabilidad misma de Medicare, el programa público que garantiza la atención sanitaria a los ancianos y discapacitados.
Una receta para el futuro
Ante este escenario, el estudio sobre Ozempic suena como una llamada de atención imposible de ignorar. Una invitación a repensar radicalmente la forma en que se fijan los precios de los medicamentos, empezando por una mayor transparencia sobre los costes reales de investigación, desarrollo y producción. Y no sólo en Estados Unidos.
Por supuesto, nadie niega el derecho de las empresas farmacéuticas a un beneficio justo, ni el valor de la innovación terapéutica para mejorar la salud y la calidad de vida de los pacientes. Pero esto no puede traducirse en una licencia para especular sobre la piel de los enfermos, aplicando márgenes estratosféricos que dejen a los segmentos más vulnerables de la población sin negocios.
Una vez más, lo que está en juego no es sólo el coste de una pastilla para adelgazar, por milagrosa que parezca. Es el tipo de sociedad en la que queremos vivir y el valor que le damos a la vida y la dignidad de cada ser humano. ¿Una utopía? Tal vez. Pero es necesario. Porque para curar los males del presente se necesita una buena dosis de utopía. Y quién sabe, quizá también quede hueco en la receta para un poco de semaglutida, pero al precio justo. Para todo el mundo.
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