Imagine un mundo donde cada mes tiene exactamente 28 días y cada fecha siempre cae en el mismo día de la semana, año tras año. Es el concepto básico de un calendario de 13 meses que casi vio la luz en el siglo XX. Esta idea, que parece salida de un laboratorio de pensamiento futurista, hunde sus raíces en el perenne deseo humano de organizar el tiempo más eficiente y lógicamente. Pero ¿por qué una idea tan aparentemente racional nunca ha tenido éxito?
Génesis de una innovación temporal
La historia del calendario de 13 meses comienza con Auguste Comte: Filósofo, matemático y escritor francés. En 1849, Comte propuso organizar el año en 364 días, con la adición de dos "días blancos". Cada mes tenía 28 días, divididos exactamente en cuatro semanas. (Giro de la trama: Comte copió una idea de 15 años antes Marco Mastrofini, clérigo italiano, había tenido antes que él).
Este esquema, conocido como calendario “positivista”, no ganó mucha popularidad, principalmente debido a la decisión de Comte de dejar de lado a los Saints. En su lugar, dedicó los días del año a varios personajes históricos, haciendo el calendario mucho menos neutral y mucho más ideológico. Un homenaje, se decía, a la "religión de la Humanidad". Pero todos lo sabemos: bromea con la infantería…
Una elección incorrecta que hoy diríamos que estuvo "dictada por el marketing", y quizás marcó el destino de esta propuesta. Sin embargo, tiempo después volvió a estar de moda en un sensacional segundo intento.
El calendario de Cotsworth y el interés internacional
A principios del siglo XX, Moisés B. Cotsworth, un contable inglés, revisó la idea de Comte liberándola de nombres "incómodos" e introduciendo el mes adicional "Sol". Esta nueva versión, ahora también conocida como Plan Eastman, despertó un mayor entusiasmo, especialmente en Estados Unidos.
Sin embargo, esto encontró una resistencia significativa. En cualquier caso, en 1923 la Sociedad de Naciones (la organización mundial que precedió a la ONU) creó una auténtica Comisión de Investigación sobre la Reforma del Calendario, teniendo muy en cuenta el sistema de 13 meses.
La sencillez y eficiencia del nuevo sistema
El Comité quedó atraído por la simplicidad del llamado "Calendario Fijo Internacional", o IFC (Calendario Fijo Internacional). Cada mes del año comenzaba en domingo y terminaba en sábado, lo que hacía extremadamente fácil recordar en qué día de la semana caía una fecha específica.
Esta regularidad prometía simplificar la planificación y la programación en todos los sectores de la sociedad y en todos los niveles. Sería un triunfo de la eficiencia y contó con muchos fanáticos, incluido uno acérrimo. George Eastman, el fundador de Kodak, que incluso lo implementó en su empresa durante un tiempo.
Sin embargo, también esta vez el calendario de 13 meses encontró resistencia cultural y práctica. Muchos en la comunidad judía internacional temían que los “días blancos” cayeran en domingo, interfiriendo con el sábado. En Estados Unidos, existía la preocupación de que el decimotercer mes pudiera alterar las celebraciones del 4 de julio. En la práctica, se temía que hubiera que renegociar cualquier forma de pago mensual o trimestral y cualquier contrato basado en el calendario gregoriano. Además, el número 13, no divisible sin fracciones, podría haber causado problemas logísticos.
El declive de una innovación
En última instancia, el apoyo al calendario de 13 meses perdió impulso en la década de 30, justo cuando parecía que podría tener éxito. Esta historia nos recuerda cómo, a pesar del atractivo de la innovación y la lógica, a menudo prevalecen la tradición y los hábitos cotidianos.
Si tuvieras la opción, ¿qué habrías hecho? Piénsalo con calma. También me puedes decir en el mes posterior a diciembre y antes de enero.