Ya a principios de los años 80, el astrónomo, comunicador científico y autor de ciencia ficción Carl Sagan giraba en torno a una predicción. El que vio el surgimiento de las grandes tecnologías, las noticias falsas y las charlas sin sentido en Occidente. Y parece que tenía razón.
en su libro de 1995 “El mundo infestado de demonios. La ciencia como una vela en la oscuridad” Sagan explicó cómo el método científico había ayudado a iluminar muchos de los rincones más oscuros del universo. Sin embargo, creía que la búsqueda de la paz y la verdad estaba siendo socavada por los "viejos súper enemigos" de la humanidad: la superstición y la pseudociencia.
Occidente en “perdición cognitiva”
El pasaje clave de todo el libro, que les citaré más o menos completo, mostró dos cosas. En primer lugar, la extrema lucidez de Sagan, que a lo largo de su vida demostró estar años por delante de sus contemporáneos. En segundo lugar, el futuro de Occidente desde su perspectiva (especialmente cuando se habla de los Estados Unidos de América) se parecía al presente en el que vivimos hoy. Un mundo que corre por una pendiente desolada, alejado de la racionalidad.
Hoy insisto, porque lo de Sagan es más que una predicción parece un retrato.
La predicción de Carl Sagan
La ciencia es más que un conjunto de conocimientos; es una forma de pensar. Tengo una visión de unos Estados Unidos en la época de mis hijos o nietos, donde Estados Unidos será una economía de servicios e información. En el que casi todas las principales industrias manufactureras se habrán trasladado a otros países; en el que magníficos poderes tecnológicos estarán en manos de muy pocos, y nadie que represente el interés público podrá siquiera comprender los problemas.
Cuando vivimos en una sociedad donde la gente ha perdido la capacidad de establecer sus propias agendas. O cuestionar conscientemente a quienes tienen autoridad. Cuando, agarrando nuestros cristales y consultando nerviosamente nuestros horóscopos con nuestras facultades críticas en declive, somos incapaces de distinguir entre lo que nos hace sentir bien y lo que es verdad, volvemos, casi sin darnos cuenta, a la superstición y la oscuridad.
No agregaría nada más. ¿Tú?