Una persecución a alta velocidad por las calles de Nueva York. El coche de los sospechosos no da señales de frenar, lo que sembró el pánico entre los transeúntes. Los agentes anticrimen del NYPD saben que un accidente es cuestión de instantes, pero en lugar de seguir persiguiendo sostienen un objeto extraño similar a una pistola de juguete.
Apuntan, disparan y… un dardo se clava en el parachoques trasero del coche que huye. A bordo no hay un arpón, sino un sofisticado rastreador GPS. Bienvenidos al nuevo y controvertido capítulo de la lucha contra el crimen en la era de la vigilancia total.
Contra el crimen, tras la pista de Batman
Parece una escena sacada directamente de un cómic de Batman, pero en cambio es la nueva realidad de la policía de Nueva York. Ante el aumento de los robos de coches que azota la ciudad (sólo el año pasado se robaron más de 15.000 vehículos, el triple que hace cinco años), el departamento ha decidido recurrir a un arma tan futurista como extraña: dardos GPS disparados contra los coches que huyen. .
La idea es simple, al menos en papel. En lugar de embarcarse en peligrosas persecuciones a alta velocidad por las concurridas calles de la Gran Manzana, los agentes pueden "etiquetar" vehículos sospechosos con proyectiles especiales equipados con rastreadores y luego seguir sus movimientos de forma remota. Una solución que parece venir directamente del cinturón de murciélagos del Caballero Oscuro, pero que también plantea más de una pregunta.
Dardos de alta tecnología a un precio elevado.
Pero entremos en los detalles técnicos. Dardos GPS, fabricados por una empresa llamada persecución estelar, son en realidad proyectiles de gomaespuma del tamaño de una lata de refresco, disparados desde un lanzador de aire comprimido que se parece sorprendentemente a una pistola Nerf. La diferencia es que estos dardos, una vez en contacto con la carrocería del coche, se quedan atrapados allí gracias a un pegamento especial activado por calor, comenzando a transmitir la posición del vehículo.
Un dispositivo digno de James Bond, en definitiva. Y el quid de la cuestión, como suele ocurrir cuando hablamos de nuevas tecnologías de vigilancia, es el de la privacidad. Y aquí el crimen poco tiene que ver. El Departamento de Policía de Nueva York ciertamente no tiene un historial impecable en lo que respecta al respeto de los derechos civiles y el uso apropiado de los datos recopilados. El temor es que estos dardos GPS puedan convertirse en otra herramienta de control omnipresente en manos de un aparato de seguridad que ya es demasiado intrusivo.
El objetivo declarado por el alcalde Eric Adams es “minimizar las persecuciones a alta velocidad en la ciudad”, como declaró al New York Times. Desde esta perspectiva, los rastreadores podrían ayudar a prevenir accidentes y víctimas inocentes. Pero el riesgo de abuso y deriva orwelliana siempre está a la vuelta de la esquina, especialmente en una metrópolis ya hipervigilada como Nueva York.
Del arma a la nube
Los dardos GPS no son la única innovación de alta tecnología en la batalla contra el robo de automóviles y el crimen en general. Adams también anunció la distribución de 500 Apple AirTags a propietarios de vehículos Hyundai y Kia, que son particularmente vulnerables al robo porque pueden arrancar fácilmente sin llave. Otro movimiento que, a pesar de partir de buenas intenciones, plantea preguntas legítimas sobre la seguridad de los datos y el seguimiento generalizado.
En la era de la nube y del Internet de las cosas, incluso el crimen y su represión son cada vez más inteligentes y están más conectados. En última instancia, la historia de los dardos GPS de la policía de Nueva York es emblemática de una tendencia más amplia, según la cual la tecnología impregna todos los aspectos de nuestras vidas, incluida la esfera de la seguridad pública. Desde cámaras de reconocimiento facial hasta drones de patrulla, desde algoritmos predictivos hasta armas de energía dirigida, el futuro parece sacado de una novela distópica de ciencia ficción.
¿Cuánto cuesta el futuro?
Seamos claros, nadie quiere negar la importancia de luchar contra el crimen y garantizar la seguridad de los ciudadanos. Pero ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra libertad en nombre de la protección? ¿Y quién nos protege de nuestros protectores, cuando la tecnología hace que su poder sea cada vez más omnipresente e incontrolable?
Estas son preguntas que, en la era de los dardos GPS y la vigilancia ubicua, ya no podemos darnos el lujo de ignorar.
No se trata de crimen
Por supuesto, nunca es fácil encontrar un equilibrio entre seguridad y libertad. Requiere sabiduría, moderación y espíritu crítico. Requiere un debate público abierto e informado, que involucre a todas las partes interesadas: desde las fuerzas del orden hasta los garantes, desde los productores de tecnología hasta los ciudadanos comunes y corrientes.
Quizás la respuesta a los dardos GPS de la policía de Nueva York no sea ni un entusiasmo acrítico ni una negación preconcebida. Es un término medio, hecho de cautela, transparencia y responsabilidad.
Porque, al final, el verdadero desafío no es atrapar a los ladrones de autos ni combatir el crimen. El verdadero desafío es construir una sociedad donde nadie tenga que robar para sobrevivir y donde todos puedan sentirse seguros. Sin necesidad de armas de ciencia ficción, pero con la fuerza de la solidaridad y la justicia.