En una semana más que Google quisiera olvidar, su motor de inteligencia artificial, Gemini, vivió una auténtica pesadilla psicodrama. Una mezcla letal de errores históricos, imprecisiones tecnológicas y meteduras de pata culturales que ha desatado una ola de críticas feroces y legítimas. Ahora vienen las primeras confesiones dolorosas, pero plantean más preguntas sobre el futuro de la IA y su impacto social.
La caída de un gigante
En el mundo hiperconectado de hoy, los gigantes tecnológicos como Google se encuentran en el centro de atención las 24 horas del día, los siete días de la semana. ¿Pero qué pasa cuando uno de estos gigantes tropieza? Y no sólo una vez. Todavía tenemos ante nuestros ojos la "basura" hecha con Bardo, luego reemplazada por Géminis. Sin embargo, incluso la nueva IA, que era prometedora en el lanzamiento (la probé y Lo encontré realmente prometedor), falleció repentinamente.
El accidente de Géminis, claro está, no fue sólo un pequeño paso en falso. Fue una caída monumental que expuso las grietas del sistema. Y lo hizo de una manera involuntariamente memorable, con imágenes de “nazis de color” generadas por el sistema. Un rastro fantasmagórico, no sólo por la insensibilidad cultural e histórica, sino también por la falta de un control exhaustivo en el entrenamiento de la IA.
Peligrosamente fuera de lugar, pero afortunadamente tan sorprendente que inmediatamente nos obligó a retroceder.
El mea culpa de la Gran G confiado al director ejecutivo Sundar Pichai
la reacción de Sundar Pichai, director general de Google, no se hizo esperar: una admisión de culpabilidad acompañada de la promesa de un compromiso "sin precedentes" para corregir la situación. Eso espero, he visto claramente aquellos "con precedentes".
¿Es esta una respuesta suficiente? Sí, pero no como piensa Pichai. El incidente ha planteado preguntas incómodas sobre la ética de la IA y la responsabilidad de las empresas de tecnología de dar forma a un futuro inclusivo y respetuoso. Las disculpas y las promesas son un comienzo, pero el camino hacia la redención sigue siendo largo y tortuoso.
Entre la ética y la IA: un futuro incierto
El sorprendente error de Gemini ha puesto de relieve toda la industria de la inteligencia artificial, planteando preguntas sobre la confianza, la ética y la responsabilidad. En una era dominada por algoritmos y datos, la línea entre el progreso tecnológico y la sensibilidad humana parece cada vez más borrosa.
Es lógico y justo que el "parche" prometido por Google no frene el debate sobre una inteligencia artificial innovadora y respetuosa de nuestro pasado colectivo y de nuestras diferencias culturales. Incluso si Edward Snowden (que tiene sus razones) Creo que es un problema falso.
El camino a seguir es claro: más transparencia, más ética y, sobre todo, más humanidad. ¿Podrá la Gran G capitalizar la experiencia o está destinada a repetir los mismos errores, impulsada ciegamente por la ambición tecnológica y el miedo a perder terreno frente a la competidores feroces?