La pregunta que ha atormentado a generaciones de científicos puede tener una respuesta sorprendentemente simple y elegante: no fue un único y dramático rayo lo que dio origen a la vida en la Tierra, sino miles de millones de diminutas descargas eléctricas entre gotas de agua atomizada. Un nuevo estudio ha descubierto que cuando se arroja agua al aire (de las olas del océano, cascadas o lluvia), se crea de forma natural micro relámpagos entre las gotitas.
Estas diminutas descargas eléctricas, invisibles a simple vista pero captadas por cámaras de alta velocidad, generan exactamente las mismas moléculas orgánicas que antes se creía que requerían condiciones mucho más dramáticas para formarse. Un mecanismo tan común y generalizado que finalmente hace plausible la hipótesis de que la vida surgió espontáneamente de las condiciones químicas de la Tierra primigenia. Los microrrelámpagos pueden ser la clave faltante que conecta los mundos inorgánico y orgánico, el puente entre la materia inanimada y la vida.
El dilema de Frankenstein y la electricidad de la vida
La popular imagen del Dr. Frankenstein animando a su criatura con un poderoso rayo puede contener algo de verdad, pero en una escala mucho menor. Investigadores de la Universidad de Stanford sugieren que no se necesitan rayos gigantes para crear las moléculas de la vida, sino sólo pequeñas descargas eléctricas que se forman naturalmente entre las gotas de agua.
La idea de que la electricidad jugó un papel en la génesis de la vida no es nueva. El famoso Experimento de Miller-Urey de 1952 Él demostró que Las descargas eléctricas en un entorno que simula la atmósfera primordial podrían producir aminoácidos y otras moléculas orgánicas esenciales. Pero esta teoría tenía problemas: si las reacciones ocurrieran en los océanos, las moléculas creadas estarían demasiado diluidas; Sin embargo, si ocurrían en estanques pequeños, la probabilidad de que cayera un rayo en un espacio tan pequeño era remota.
El estudio de Stanford resuelve este dilema: la micro relámpagos Entre las gotas de agua se encuentra una fuente de energía eléctrica mucho más común y constante, que podría haber desencadenado el química prebióticos a gran escala.
Cómo funcionan los microrrelámpagos
Para probar esta hipótesis, los investigadores realizaron una versión actualizada del experimento Miller-Urey. Llenaron un recipiente con gases que imitaban la atmósfera primordial (nitrógeno, metano, dióxido de carbono y amoníaco) y lo rociaron con gotas de agua a temperatura ambiente.
Mirando con atención, descubrieron que Las gotas más grandes tendían a cargarse positivamente, mientras que las más pequeñas adquirían una carga negativa. Cuando las gotas con cargas opuestas se acercan, se crean pequeños arcos eléctricos entre ellas: micro relámpagos.
Dado que los rayos son un fenómeno intermitente e impredecible, mientras que las salpicaduras de agua son tan comunes en la Tierra, sugerimos que nuestros resultados proporcionan otra ruta posible para la formación abiótica de enlaces carbono-nitrógeno.
Esta es la conclusión a la que llegaron los investigadores, destacando cómo este mecanismo podría haber operado a escala global y de manera continua.
El nacimiento de los “ladrillos biológicos”
El aspecto más sorprendente de la investigación publicada el Science Advances (que te enlazo aquí) es que estos microrayos son suficientes para ionizar el aire y desencadenar la formación de moléculas orgánicas con enlaces carbono-nitrógeno, como el cianuro de hidrógeno, la glicina y el uracilo. Estos enlaces se encuentran entre los más comunes en la química orgánica, y las moléculas en las que aparecen proporcionan los componentes básicos de las proteínas y el ADN.
El proceso explica cómo las olas, cascadas y otras salpicaduras de agua pudieron haber producido enormes cantidades de compuestos orgánicos en todo el planeta, creando las condiciones ideales para el surgimiento de las primeras formas de vida.
El descubrimiento de los microrrelámpagos como posible causante de la vida temprana ofrece una explicación elegante para uno de los mayores misterios científicos. No fue un único acontecimiento espectacular, sino un proceso constante, generalizado y cotidiano, lo que pudo haber transformado gradualmente nuestro planeta de un lugar árido a una cuna de vida.
Una pequeña chispa, multiplicada por miles de millones, que cambió el destino de la Tierra para siempre.