Hay películas que acaban en el olvido y otras que, como el buen vino, mejoran con el tiempo. Seré parcial, porque me encanta neil blomkamp, pero para mi humandroide (el título internacional es “Chappie”) pertenece definitivamente a la segunda categoría, aunque nadie lo hubiera imaginado hace diez años.
Recuerdo bien el estreno de esta tercera película del director canadiense-sudafricano: tenía grandes expectativas tras el éxito de Distrito 9. Me gustó mucho, pero recibió críticas tibias y fue un fracaso comercial sustancial. Parecía condenado a la irrelevancia. Sin embargo, en una época en la que la inteligencia artificial ya no es solo ciencia ficción sino una realidad cotidiana, volver a visitar este extraño híbrido de RoboCop y Short Circuit y otra Tiene un efecto extraño.
Como si Blomkamp, entre sus muchas imperfecciones narrativas, hubiera intuido algo importante sobre nuestra relación con las máquinas pensantes. Algo que hoy, inmersos hasta el cuello en conversaciones sobre los peligros y oportunidades de la IA, suena sorprendentemente profético.
Una mezcla imperfecta pero sincera
Humandroid está claramente dividido en dos mundos: el “corporativo” con Dev Patel, Hugh Jackman e Sigourney Weaver que juegan a ser ejecutivos tecnológicos sin escrúpulos, y el más colorido y divagante de los criminales interpretado por Ninja e Yolandi Visser por Die Antwoord. En el medio hay Tío mío, una inteligencia artificial que rebota entre estos dos universos intentando comprender qué significa estar vivo.
Es precisamente esta división la que crea los mayores problemas de la película. Los tonos contrastantes, las ideas amontonadas unas sobre otras sin tiempo para desarrollarlas, los saltos narrativos… y sin embargo, paradójicamente, esto es también lo que hace a Humandroid tan condenadamente humano (si me permiten el juego de palabras). A diferencia de otras películas sobre inteligencia artificial, técnicamente impecables pero emocionalmente frías, este desastre de Blomkamp tenía un corazón que palpitaba y latía con fuerza.
Pues bien, esta película, criticada por ser una mezcolanza de influencias, hoy parece más interesante y profética que muchas de sus contemporáneas más “originales”.
La humanidad está en los defectos
El verdadero milagro de Humandroid es que, a pesar de todos sus defectos (o quizás debido a ellos), logra plantear preguntas profundas sobre la naturaleza de la conciencia. Me resulta realmente desgarradora la secuencia en la que Chappie descubre que un día morirá: para mí es una de las formas más efectivas en que el cine ha abordado la idea de una máquina tomando conciencia de su propia mortalidad.
en 2015 Estas reflexiones podrían parecer especulaciones filosóficas abstractas. Yo mismo, sin embargo, lo contemplaba como una obra con una fuerte impronta poética, en definitiva un cuento de hadas. Sin embargo en 2025, con la inteligencia artificial permeando cada aspecto de nuestra vida cotidiana, adquiere una dimensión mucho más concreta y urgente. ¿Qué tan lejos están nuestras IA generativas de tener algún tipo de conciencia? ¿Y cómo nos comportaríamos si (o cuando, para alguien) ¿cómo desarrollarlo?
Me gusta especialmente cómo Humandroid exploró el tema de la “familia encontrada”. Chappie aprende lo que significa ser humano no en un laboratorio estéril, sino en una guarida de criminales disfuncionales. Una idea que parece sugerir que la humanidad no es un concepto elevado y noble, sino algo sucio, contradictorio y profundamente imperfecto.
El corazón emocional de la película está contenido en esa escena donde Chappie le pregunta a Ninja por qué los humanos son tan crueles. Una pregunta sencilla que encierra toda la complejidad moral de la existencia humana y que diez años después sigue resonando con fuerza. Al fin y al cabo, ¿no es esta la pregunta que, tarde o temprano, toda inteligencia artificial acabaría haciéndonos?
Humandroid, el valor de la imperfección
¿Qué hace que Humandroid sea tan sorprendentemente relevante hoy en día? Quizás el hecho de que, a diferencia de mucha más ciencia ficción “seria”, no teme ser desordenada, inconsistente y, a veces, incluso ridícula. Tal como la vida real, tal como la experiencia humana.
Hoy hablamos de la IA y su alineación con los valores humanos, pero la película nos recuerda que estos valores están lejos de ser consistentes o universales. En un mundo de algoritmos diseñados para ser eficientes y lógicos, Chappie nos recuerda el valor de la imperfección, de la imprevisibilidad, de la emoción.
Échale un vistazo, Humandroid. Para su décimo cumpleaños, dale a Chappie una segunda oportunidad. No es una obra maestra, no es perfecta, pero es sincera. Y en una era de algoritmos cada vez más sofisticados e inteligencia artificial, la honestidad es el rasgo más humano que aún podemos reivindicar.