Juguemos a un juego: dejemos de lado la política tradicional por un momento (también para distraernos un poco de la sensación de desolación). En su lugar, imaginemos un sistema donde las decisiones se toman mediante algoritmos avanzados, basados en datos objetivos en lugar de opiniones personales. ¿Gobiernos artificiales? Ya. Suenan muy, muy raros. Pero ya no son sólo hipótesis fronterizas: la tecnología está abriendo escenarios que merecen una seria reflexión.
El amanecer de una nueva gobernanza
Con el advenimiento de ciudades inteligentes y sistemas basados en blockchainEl concepto de gobierno artificial está surgiendo como una evolución potencial de la democracia. Me sorprende cómo esta idea refleja la visión de Platón de un gobierno guiado por la “razón pura”, aunque en una forma que el filósofo griego nunca podría haber imaginado (y quizá nosotros tampoco, dado el estado actual de desarrollo de la llamada inteligencia artificial).
En cualquier caso, suponiendo por el bien del argumento que esto “gobernanza electrónica“Si existiera y estuviera en su apogeo, ¿cuáles serían sus aspectos positivos y negativos? Comencemos con las buenas noticias: la ventaja más obvia de los gobiernos artificiales es la Capacidad de procesar grandes cantidades de datos tomar decisiones objetivas. Nick bostrom, filósofo de laUniversidad de oxford, sugiere que un sistema de inteligencia artificial podría optimizar la distribución de recursos públicos con una precisión imposible para los humanos, incluso modificando los parámetros y gastando capítulos en tiempo real o casi real.
Eliminar el sesgo humano en la toma de decisiones sería el segundo beneficio potencial. Como lo teorizó Lawrence LessigLa arquitectura del código podría garantizar una forma de justicia más justa y transparente. Los sistemas de IA no estarían influenciados por emociones, prejuicios o intereses personales. doOye, ¡qué cuento! ¿O no? Frenos.
El precio de la automatización
Shoshana Zuboff, sociólogo y ensayista estadounidense, nos advierte sobre los riesgos de “capitalismo de vigilancia”. Los gobiernos artificiales requerirían una supervisión constante de los ciudadanos para funcionar eficazmente. Me preocupa especialmente esta posible erosión de la privacidad individual. ¿Quién programa los algoritmos? Esta pregunta, planteada por Yuval Noah Harari, pone de relieve una paradoja fundamental: incluso los sistemas más objetivos deben ser programados inicialmente por humanos, con sus valores y sesgos. La neutralidad absoluta puede ser una ilusión.
El filósofo James Moore plantea una cuestión crucial: ¿cómo se puede garantizar la rendición de cuentas en un sistema automatizado? Si un algoritmo toma una decisión equivocada, ¿quién es responsable? La cadena de responsabilidad se vuelve confusa cuando las decisiones se delegan a máquinas. Martha Nussbaum, finalmente, nos recuerda la importancia de las emociones en el razonamiento moral. Un gobierno puramente artificial podría carecer de la comprensión empática necesaria para tomar decisiones que impactan profundamente la vida de las personas. ¡Entonces tirémoslo todo a la basura! ¿O no? Frenos.
Gobiernos artificiales: ¿es el futuro de la democracia un modelo híbrido?
La solución puede estar en qué Don Ihde chiama “Tecnología postfenomenológica”:un sistema que integra la eficiencia algorítmica con la supervisión humana. No se trata, pues, de un gobierno completamente artificial, sino de una colaboración entre inteligencia humana y artificial. Jürgen Habermas Destaca la importancia del diálogo en la democracia. ¿Cómo podría un gobierno artificial facilitar, en lugar de reemplazar, este proceso deliberativo? La tecnología debería amplificar, no suprimir, la voz de los ciudadanos.
La perspectiva de gobiernos artificiales nos obliga a reconsiderar el significado mismo de la democracia en la era digital. No se trata sólo de eficiencia administrativa, sino redefinir el contrato social para la era de la IA. Como él afirmó Hannah Arendt, El poder político proviene del consentimiento, no de la coerción. Cualquier sistema artificial de gobierno tendrá que ganarse la confianza de los ciudadanos mediante la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto de los derechos fundamentales. El futuro de la gobernanza quizá no sea totalmente humano ni totalmente artificial, sino una síntesis que tome lo mejor de ambos mundos.
Sólo una cosa: si las cosas van mal, ¿a quién culpamos?