En el Ártico, en la isla de Spitsbergen, a 78 grados de latitud norte, se encuentra una caja fuerte única en el mundo. No contiene oro ni joyas, sino algo potencialmente más precioso: el futuro de la nutrición humana. Bienvenidos a Svalbard, donde millones de semillas esperan pacientemente el día en que puedan salvar a la humanidad. Pero hay un problema: el hielo que debería protegerlos se está derritiendo. ¿Qué pasaría si el arca de Noé, nuestra verdura, se hundiera antes de poder zarpar?
Una idea nacida del hielo
La Svalbard Global Seed Vault es como el prodigio nacido de la unión entre un búnker antiatómico y un jardín botánico. Inaugurada en 2008, esta estructura subterránea alberga más de 1,3 millones de semillas provenientes de todo el mundo. La idea es simple: si alguna vez tuviéramos que enfrentarnos a una catástrofe global (ya sea una guerra, una epidemia o los efectos del cambio climático) tendríamos un "respaldo" de la biodiversidad vegetal del planeta.
¿Seguro contra el apocalipsis?
cary cazador, uno de los padres fundadores del proyecto, lo describe como "nuestro seguro para poder alimentar al mundo dentro de 50 años". Y sobre el papel, parece una idea brillante. Las semillas se almacenan a una temperatura de -18°C, protegidas por gruesos muros de hormigón y un sistema de seguridad digno de Fort Knox.
"Es como si hubiéramos creado un frigorífico en el permafrost", explica un representante del gobierno noruego.
Pero aquí está el problema: el permafrost ya no es tan "permanente" como sugiere su nombre.
Cuando el hielo se derrite
En 2017, menos de una década después de su apertura, Svalbard Bóveda de semillas sufrió una inundación. Un invierno inusualmente cálido seguido de lluvias primaverales derritió parte del permafrost circundante, inundando la entrada y amenazando la seguridad de las semillas. No habíamos pensado en eso, ¿eh? La historia destaca una paradoja fundamental en las estrategias de adaptación al cambio climático. Estamos tratando de prepararnos para un futuro incierto, pero lo estamos haciendo mal: principalmente lo hacemos en base a las condiciones actuales, que están cambiando más rápido de lo que podemos predecir. Incluso si detenemos las emisiones, las temperaturas se mantendrán altas (lo más probable es que incluso sigan creciendo) durante mucho tiempo. Y el propio Ártico se está calentando a cuatro veces la velocidad al resto del planeta.
Naomi Oreskes, historiador de la ciencia, subraya:
El problema de la adaptación es que supone que sabemos lo suficiente para planificar con eficacia y que la gente prestará atención a lo que sabemos. La historia demuestra que muchas veces esto no es así.
Segundo problema: en Svalbard la evolución también está congelada
Luego hay otro aspecto a considerar: la evolución. Las semillas almacenadas en el “refrigerador” en el Ártico están aisladas del medio ambiente. Esto significa que, mientras el mundo exterior sigue cambiando y las plantas se adaptan, nuestras "semillas de reserva" permanecen congeladas en el tiempo. No evolucionan. Por ponerte un ejemplo, imagina guardar un móvil de los años 90 pensando que te puede venir bien en el futuro. Luego, 30 años después, lo sacas y descubres que ni siquiera hay una red a la que conectarlo. Pues algo parecido podría pasar con las semillas.
Hay que tener cuidado al hacer las cosas, ¿por qué mantener en funcionamiento cosas como la Bóveda de Semillas de Svalbard? no es barato. Entre costes de construcción, actualizaciones y mantenimiento anual, hablamos de decenas de millones de euros. Y no olvidemos la suprema ironía: para mantener las semillas frías, la instalación actualmente consume energía producida por combustibles fósiles. Sí exactamente. La principal fuente de energía para la Bóveda de Semillas proviene de una central eléctrica local. impulsado por carbón.
Entonces, ¿deberíamos abandonar proyectos como Svalbard?
No necesariamente. Pero debemos ser conscientes de sus limitaciones y, sobre todo, no hacernos ilusiones de que son una solución definitiva. La verdadera lección de Svalbard es que no podemos adaptarnos a un futuro que no podemos predecir con precisión. La prioridad debe ser mitigar el cambio climático, no sólo prepararse para sus consecuencias.
Svalbard sigue siendo un poderoso símbolo de nuestra lucha contra un futuro incierto. Es un monumento a la esperanza humana, a nuestra capacidad de pensar en grande y buscar soluciones creativas. Pero también es una advertencia: no podemos simplemente poner nuestro futuro en un congelador y esperar que todo salga bien. A medida que el hielo se derrite alrededor de nuestra arca de semillas, preguntémonos si realmente estamos haciendo lo suficiente para asegurarnos de que nunca necesitemos abrir esa puerta.