Dígito Trabaja en un almacén y traslada cajas de un carrito a una cinta transportadora. Tiene piernas que parecen sacadas de un boceto de Dalí, pero funcionan. Levanta hasta dieciséis kilos, y durante buena parte del tiempo lo hace sin decir palabra (por así decirlo). Luego, de vez en cuando, decide que la gravedad es una opinión y se tumba en el suelo como una marioneta exhausta. También ocurrió en una feria: trabajo impecable, público atento, y luego… caída libre con la caja volando. SiparioMientras permanezca tras una barrera láser, todo estará bien. Pero el objetivo es sacar a estos robots humanoides de ahí: a oficinas, pasillos, espacios compartidos. Y allí, si pierde el equilibrio, no basta con sorprenderse: se necesitan reglas. Reglas de verdad.
El botón rojo que no ayuda
En los robots clásicos, siempre está él, el gran botón rojo. Al presionarlo, el tiempo se detiene. Pero con los humanoides, la cosa se complica: si se le quita la energía, se marchita como una planta olvidada en vacaciones. Solo que pesa sesenta y cinco kilos y tiene articulaciones menos flexibles.
Robótica de agilidad, que fabrica Digit, busca una alternativa al golpe brusco: secuencias de apagado suaves, donde el robot reduce la velocidad, deja objetos, se arrodilla y se acuesta con cierta dignidad. Algo así como cuando nos damos cuenta de que están a punto de hacernos una pregunta técnica y no tenemos ni idea de la respuesta.
Robots humanoides sí, pero sin máscaras
Una de las cuestiones clave es entender ¿qué Se refiere a "robot humanoide". ¿Necesita un cuerpo en forma de T? ¿O basta con que pueda caminar erguido e interactuar con nosotros sin derribarnos?
El IEEE propone olvidarnos de la estética y pensar en términos de comportamiento. Un robot es humanoide si vive en nuestro mundo: Si camina como nosotros, se mueve donde nos movemos y corre el riesgo de pisar pies de verdad. Por eso necesitamos nuevas reglas. No las de los brazos robóticos en las cadenas de montaje, sino estándares que se adapten a robots que podrían seguirte por el pasillo sin previo aviso.
Boston Dynamics, Agility y otros coinciden: Nosotros marcamos el resultado, no el camino. Si el objetivo es no causar daño, come Es asunto del diseñador. Mientras funcione.

Robots humanoides, hablen con claridad. O mejor dicho: señalen bien.
Si un robot decide cruzarse en tu camino, no puede hacerlo en silencio. Tiene que decirlo. No con frases teatrales, sino con señales claras. Las lucecitas de Digit son un buen comienzo, pero en un almacén ruidoso el efecto es el de los intermitentes encendidos: todos los ven, nadie los entiende.
Necesitas una gramática visual para los movimientos robóticos: posturas legibles, cambios de dirección anunciados, lógica predecible. Como los intermitentes de un coche o el tono pasivo-agresivo de un compañero el lunes: entiendes al instante adónde quiere ir.
La voz podría ayudar, pero si hay ocho robots en la sala hablando a la vez, el resultado no es colaboración. Es karaoke algorítmico.
El riesgo está en la cara.
Cuando un robot tiene dos ojos (falsos), una boca (estilizada) y tal vez una sonrisa (predeterminada), tendemos a pensar que sentaY si nos ignora, nos enojamos. Pero el problema no es solo emocional. Es que lo tratamos como a una persona, bajamos la guardia, nos apegamos demasiado a él. Algunos de nosotros... Incluso se está enamorando.
Y si mientras tanto sigue en la primera página del manual "cómo no dejar caer cosas", podría acabar mal. El IEEE, por esta razón, también propone una reflexión sobre la estética: el robot debe... aparecer Por lo que es. Se acabaron las máscaras de amigo si solo puede decir: «Error. Inténtalo de nuevo».
Mejores reglas hoy que accidentes mañana
El objetivo de todo esto no es bloquear la innovación, sino darle un marco. Un estándar que diga: esto es el mínimo. Abajo, no hay vuelta atrás. Arriba, cada uno hace lo mejor que puede.
Hoy en día, los robots humanoides aún están aprendiendo a caminar. Literalmente. Pero entre almacenes, hospitales y espacios públicos, el paso hacia la coexistencia es corto. Y si queremos hacerlo sin tropiezos, deberíamos escribir las reglas ahora.
Como dice uno de los responsables de la ISO, que está trabajando en un nuevo estándar, si al final todos los productores son igualmente insatisfecho, tal vez hemos encontrado el estándar correcto.
Además, más vale unas cuantas quejas ahora que un robot preguntándote “¿Está todo bien?” mientras recoges los pedazos de la tablet rota.