Hermoso, blanco, ligero, seguro. El pollo siempre ha gozado de ese aura saludable que lo distingue de las carnes rojas, las “malas”, las que hay que mantener bajo control. Cualquiera que haya probado alguna dieta lo sabe: cuando se trata de proteínas animales, el pollo siempre ha sido el santo patrón de los regímenes de pérdida de peso y salud. ¿Pero qué pasa cuando nuestros aliados de toda la vida resultan ser traidores potenciales? Un estudio italiano reciente arroja una sombra ominosa sobre esta certeza dietética, sugiriendo que existe una correlación entre el pollo y el cáncer que ya no podemos ignorar.
Cuatro raciones por semana (poco más de 300 gramos) Podría duplicar el riesgo de morir de cáncer gastrointestinal. Una noticia que sacude nuestros hábitos alimentarios y plantea preguntas incómodas sobre nuestras elecciones diarias.
Datos alarmantes del sur de Italia
El estudio realizado porInstituto Nacional de Gastroenterología El italiano no deja mucho margen para la interpretación. Los investigadores siguieron Casi 5.000 participantes de mediana edad procedente de Castellana Grotte y Putignano en Puglia desde hace casi veinte años. Un marco de tiempo significativo que da peso a las conclusiones.
¿Los resultados? Comer más de 300 gramos de pollo por semana (el equivalente a cuatro porciones) duplica el riesgo de morir por uno de once tipos diferentes de cáncer gastrointestinal, incluidas las que afectan al estómago, los intestinos y el páncreas. No sólo eso, el consumo excesivo de carne blanca se ha relacionado con un aumento del 27% en la probabilidad de muerte en general.
Los hombres, curiosamente, parecen más vulnerables a los efectos negativos de este consumo. Los investigadores especulan que puede estar relacionado con el tamaño de las porciones o las hormonas. Detalles que, francamente, me parecen casi irrelevantes cuando hablamos de duplicar el riesgo de muerte por cáncer.

Una sorpresa para los nutricionistas
El hecho de que la carne blanca haya sido objeto de críticas representa una especie de revolución copernicana en el mundo de la nutrición. Durante décadas, los nutricionistas han recomendado sustituir la carne roja por pollo, considerada más magra y saludable.
Sin embargo, los datos hablan claramente: los tumores gastrointestinales han representado 10,5% de muertes entre los participantes del estudio. Y el consumo de carne blanca fue significativamente mayor entre aquellos que murieron de estos tipos de cáncer. Una correlación que te hace pensar.
Yo estudio, publicado el mes pasado en la revista científica Nutrientes, no aclara la causa precisa del aumento del riesgo de mortalidad. Entre las hipótesis, los procesos de cocción y la exposición de los animales de granja a hormonas y fármacos.
Pollo y cáncer: el contexto más amplio
El pollo fue la carne más consumida en el mundo en 2023, y los estudios indican que El consumo per cápita en Italia está aumentando. Al mismo tiempo, las tasas de cáncer también están aumentando, Incluso entre los más jóvenes. Un fenómeno complejo que deriva de muchos factores.
La nutrición generalmente se considera uno de estos factores. Según la BBC, la Cancer Research UK Anteriormente se ha sugerido que el 21% de los cánceres de intestino y el 3% de todos los cánceres en Gran Bretaña son causados por el consumo de carne roja o procesada.
Por el contrario, cada vez hay más evidencia que vincula las dietas vegetarianas y basadas en plantas con un menor riesgo de desarrollar cáncer, incluidos cánceres gastrointestinales como el cáncer de colon.
¿Qué puedo decir? Tal vez sea hora de reconsiderar esa pechuga de pollo aparentemente inocua en nuestro plato. Si incluso la carne blanca ya no es tan “blanca”, nuestras certezas alimentarias flaquean.
¿Qué nos queda para comer sin sentirnos culpables? Quizás la respuesta sea más verde de lo que pensamos.