¿Alguien se ha molestado alguna vez en medir la calidad del aire que respiran nuestros niños frente a sus escuelas? Bueno, lo han hecho en otras ciudades europeas y los resultados son tan alarmantes como esclarecedores. La clasificación europea que acaba de publicar Clean Cities muestra cómo Italia sigue en la cuerda floja: Bolonia (16.º), Milán (23.º) e Turín (24) Están en dificultades, especialmente debido a la falta de carriles bici separados y zonas de baja velocidad. Los caminos escolares podrían ser un punto de inflexión, pero Italia avanza con tímida cautela, mientras que otros países han hecho de la seguridad infantil una prioridad absoluta.
El aliento de las ciudades es el aliento de los niños.
Me gustan mucho las pocas calles escolares que tenemos en Italia. Cuando paso por ellas, siento algo diferente, casi electrizante: niños corriendo libremente, padres charlando sin la ansiedad del tráfico, un aire decididamente más limpio. Esto no es una ilusión: los datos confirman que las calles escolares tienen un impacto real en la calidad del aire. Lo que falta es la voluntad política para multiplicarlos.
El nuevo ranking de Campaña Ciudades Limpias Lo confirma sin piedad: cuando se trata de movilidad urbana adaptada a los niños, no tenemos ninguna ciudad italiana en el top 10 europeo.

El camino correcto existe: tres indicadores que no podemos ignorar
El informe se basa en tres indicadores clave: el número de calles escolares, la presencia de carriles bici separados y la ampliación de las zonas de velocidad de 30 km/h.
En este último punto la diferencia es sorprendente: En París el 89% de las calles tienen este límite, mientras que en Bolonia, nuestra “ciudad 30” por excelencia, todavía estamos a años luz de las mejores prácticas europeas. Hay un hecho que me parece especialmente conmovedor: según una encuesta encargada por Clean Cities, Al 88% de los niños italianos les gustaría tener una carretera escolar, pero sólo el 7% la tiene disponible. Esta distancia entre el deseo y la realidad es un abismo que debería hacernos reflexionar.
También porque, como ya hemos dicho, mientras estamos discutiendo hay otras ciudades que definitivamente están tomando acciones. París está transformando 180 calles escolares en espacios totalmente peatonales, con el objetivo de llegar a 300 para 2026. En Londres Ya hay más de 600 de ellos. No son cuentos de hadas, son intervenciones concretas que ya han demostrado su eficacia: en las escuelas de Londres donde se ha implementado esta medida, Los niveles de dióxido de nitrógeno cayeron un 23%. Considerando que la contaminación del aire causa aproximadamente Mil muertes prematuras de niños y adolescentes cada año en EuropaNo podemos permitirnos el lujo de quedarnos quietos.
Milán, un rayo de esperanza
No todo está perdido Milán ocupa el segundo lugar en Europa en número de calles escolares, con 14 peatonalizaciones permanentes completadas para finales de 2024 y otras 5 en construcción para 2025, además de 23 calles sin coches en los horarios de entrada y salida de las escuelas. Un buen comienzo, pero todavía demasiado poco.
La presión del fondo funciona
Hay un elemento que me da esperanza: Anna Becchi, coordinador de Calles para niños, subraya cómo “los mejores resultados en términos de caminos escolares se observan donde hay una fuerte presión cívica desde abajo”. Los padres organizados pueden marcar la diferencia, como lo demuestran los casos de Milán, Roma y Turín. Hasta finales de mayo, cientos de manifestaciones de niños exigirán calles escolares en toda Italia. ¿Los apoyamos? Sobre todo: ¿seremos capaces de escucharlos o seguiremos priorizando la comodidad de los adultos por encima de la salud y seguridad de los niños?
Porque al final, como siempre, se trata de elecciones. Y elegir calles adaptadas a los niños significa elegir ciudades más habitables para todos.