Creíamos que lo sabíamos todo: asteroides helados, impactos catastróficos, estanques primordiales hirvientes. Pero no Un pequeño meteorito recogido en el hielo antártico ha decidido reescribir la historia del origen del agua en la Tierra.
Científicos deUniversidad de oxford Descubrieron que no debemos agradecer a los asteroides nuestro vaso de agua, sino al mismo material que formó nuestro planeta. Un golpe bajo a las teorías que tanto nos gustaban. Pero, como suele ocurrir, la verdad es más extraña que la ficción.
El descubrimiento parte de una roca espacial, el meteorito. LAR 12252, aparentemente un guijarro insignificante recogido en la Antártida. Bajo la lupa de la tecnología más avanzada, esta piedra se ha revelado como un archivo viviente de la primera Tierra, un tesoro de verdades olvidadas sobre el origen del agua. Los resultados fueron publicados en la revista Icarus.

Hidrógeno, el ingrediente secreto del origen del agua
No el que vino quién sabe de dónde, sino el que quedó atrapado en las entrañas de la materia primordial que construyó la Tierra misma. Gracias a la Espectroscopia XANES, una técnica que nos permite echar un vistazo a los enlaces químicos más íntimos de la materia, los científicos han identificado enormes cantidades de sulfuro de hidrógeno en la fina matriz de la meteoritos.
“La presencia de sulfuro de hidrógeno en el material de la matriz sugiere que el hidrógeno ya era parte integral de los componentes básicos de la Tierra”.
Ninguna contaminación de agentes externos, ningún “regalo” cósmico. Simplemente una confirmación de que el origen del agua de la Tierra ya contaba con todos los ingredientes necesarios desde el principio. Una lección de humildad para quienes durante años han hablado de las épicas lluvias de asteroides como portadoras de vida.
¿Adiós a la teoría de la “lluvia cósmica”?
Por supuesto, la teoría dominante hasta ayer sonaba casi poética: el agua de la Tierra como un regalo caído del cielo, transportado por asteroides errantes. Una idea fascinante, sin duda, pero que podría resultar completamente errónea.
“La formación del agua en la Tierra fue un proceso natural, no un evento casual debido a impactos extraterrestres”.
Descubrir que el origen del agua ya estaba escrito en el polvo primordial lo cambia todo: nos dice que el agua (y quizás la vida misma) podrían ser mucho más comunes en el universo de lo que imaginábamos. No se necesita suerte espacial, sólo la mezcla química adecuada, el caldo primordial adecuado.
Y mientras fantaseábamos con caballeros celestiales en una misión para regalarnos agua, la verdad era mucho más simple… y, en última instancia, aún más extraordinaria.