Si el cifrado es el arte de ocultar información de la vista de todos excepto de sus destinatarios previstos, entonces Tim Burrell Saward e charlie bruce Simplemente se convirtieron en los magos que revelan todos los trucos. Su “receptor robot” impreso en 3D es como el niño del cuento de hadas que grita “el emperador está desnudo”: escucha y descifra cualquier mensaje codificado, haciendo vana cualquier pretensión de secreto.
Aparte del impacto inicial (el mío, seguro) y las inevitables preocupaciones sobre la privacidad, este dispositivo llamado Cifrado Plantea preguntas más profundas: ¿existe realmente la seguridad digital? Y si la respuesta es no, ¿cómo deberíamos repensar nuestra sociedad cada vez más interconectada?
Un receptor que lo escucha todo
El mundo de las comunicaciones secretas está a punto de experimentar un terremoto de proporciones catastróficas. El receptor desarrollado por Burrell-Saward y Bruce (y promocionado como un proyecto de código abierto) en una plataforma de financiación colectiva, lo que técnicamente podría ser una contradicción) no es un simple dispositivo de escucha, sino un sistema verdaderamente autónomo capaz de identificar, analizar y decodificar mensajes procedentes de cualquier parte del globo. Él se sienta allí y comienza a “escuchar” todo.
Detrás de su aparente sencillez, el dispositivo esconde complejos algoritmos que trabajan incansablemente para descifrar códigos que teóricamente deberían ser irrompibles. Me pregunto si nuestros sistemas de seguridad nacional ya han considerado esta amenaza o si una vez más nos estamos quedando atrás de la evolución tecnológica (como suele ocurrir, después de todo).
La facilidad con que este receptor puede reproducirse mediante impresión 3D plantea importantes cuestiones éticas: ¿estamos democratizando la vigilancia o abriendo la caja de Pandora del fin de la privacidad?
Las implicaciones para la seguridad global
Imaginemos este escenario: gobiernos, corporaciones, individuos comunes; Nadie estaría a salvo de las escuchas clandestinas. El receptor podría potencialmente captar comunicaciones militares, secretos industriales y conversaciones personales codificadas. Una capacidad que hasta ayer era dominio exclusivo de agencias gubernamentales con presupuestos multimillonarios, ahora es accesible a prácticamente cualquier persona.
La seguridad nacional de muchos países podría verse comprometida si esta tecnología cae en las manos equivocadas. Al mismo tiempo, sin embargo, algunos sostienen que una mayor transparencia podría conducir a un mundo más honesto. Considero que este argumento es bastante ingenuo: La historia nos enseña que las herramientas de vigilancia se utilizan muy raramente para el bien común.
La paradoja es que, a medida que desarrollamos sistemas de criptografía Cada vez somos más sofisticados y al mismo tiempo creamos tecnologías que los hacen obsoletos. Es una carrera armamentista que parece no tener fin.
Ética y legislación: ¿estamos preparados?
Los legisladores, como es habitual, van a la zaga de la innovación. Este receptor universal plantea cuestiones que ninguna ley actual puede abordar adecuadamente. ¿Deberíamos considerar ilegal poseer un dispositivo así? ¿Y cómo podríamos controlar su propagación si se puede imprimir en casa?
Tal vez sea hora de repensar por completo el concepto de privacidad en la era digital. No podemos seguir fingiendo que nuestros secretos son realmente secretos. El receptor de Burrell-Saward y Bruce no es más que la última manifestación de una verdad incómoda: En la era de la información, la transparencia ya no es una opción.
Y así, mientras nos preocupamos por nuestras propias frivolidades, el verdadero cambio de época podría venir de un pequeño dispositivo impreso que escucha en silencio todo lo que tratamos desesperadamente de ocultar. Tal vez deberíamos empezar a vivir como si cada una de nuestras palabras pudiera ser escuchada; También porque, en cierto sentido, pronto lo será.