Siempre me hace sonreír cuando alguien habla de “superinteligencia artificial”. a la vuelta de la esquina“Dispuesto a superarnos en todo, entonces leo un estudio reciente y descubro que los sistemas de IA más avanzados del planeta ni siquiera pueden decirme qué día es y qué hora marca el reloj. ¿No es eso irónico? Estos gigantes digitales que generan imágenes fotorrealistas, ganan al póquer y completan nuestras frases antes de que las acabemos, se pierden miserablemente frente a simples calendarios.
Es como ver a un físico cuántico que no sabe atarse los cordones de los zapatos: brillante en el laboratorio, pero torpe en las pequeñas cosas cotidianas. Los calendarios, objetos que nuestros antepasados dominaban hace milenios, todavía hoy suponen un enigma para estas inteligencias que supuestamente “aspiran a ser superiores”. ¿Pero por qué?
La extraña incapacidad temporal de las máquinas
¿Alguna vez te has preguntado por qué un niño de seis años puede leer un reloj analógico (si le enseñamos, claro está) mientras que un sistema informático tan potente como una supercomputadora se vuelve loco? Según el estudio realizado por la Universidad de EdimburgoLas IA más avanzadas son capaces de interpretar correctamente la posición de las manos. Menos del 25% del tiempo. Un resultado francamente vergonzoso.
La cuestión se complica aún más cuando las manecillas se estilizan o los números romanos sustituyen a los arábigos. Y pensar que los humanos resolvimos este problema hace miles de años con relojes de sol; Hoy en día incluso tenemos relojes de pulsera que miden las fases de la luna y el ritmo cardíaco, pero la inteligencia artificial parece estancada en la Edad de Piedra.
Incluso la presencia o ausencia del segundero no cambia el rendimiento de la IA, lo que sugiere que el problema es más profundo de lo que parece. No es sólo una cuestión de reconocimiento visual, sino de interpretación espacial y contextual. Y no termina ahí.
Calendarios: un rompecabezas para los gigantes digitales
Lo que me parece especialmente fascinante es cómo los calendarios representan un obstáculo insuperable para estas inteligencias artificiales. Los investigadores descubrieron que incluso los mejores modelos Calculan mal las fechas el 20% de las veces. Imagínese confiar en una IA para programar citas importantes con este margen de error: corre el riesgo de perderlas una de cada cinco veces.
Las pruebas realizadas por el equipo dirigido por Rohit Saxena de la Escuela de Informática Destacaron cómo estas máquinas fallan miserablemente en tareas que un niño de escuela primaria puede realizar sin dificultad. Identificar días festivos o calcular fechas futuras y pasadas parecen conceptos abstrusos para sistemas que se destacan en generar textos complejos.
También Aryo Gema, otro investigador involucrado en el estudio, señaló la ironía de la situación: los sistemas diseñados para el razonamiento complejo tropiezan cuando se enfrentan a las tareas cotidianas. Es como tener premios Nobel. (literalmente) que no saben instalar una bombilla.
La implicación para nuestro futuro digital
Imagine un mundo donde los sistemas de domótica no pueden gestionar adecuadamente los horarios; asistentes virtuales que te despiertan a las 3 de la mañana pensando que es hora de ir a trabajar; robots que llegan a sus citas con un día de retraso. Suena como la trama de una comedia, pero es el verdadero estado del arte.
Estos problemas aparentemente triviales tienen enormes implicaciones para la integración de la IA en aplicaciones sensibles al tiempo. Pensemos en asistentes de programación, robots autónomos o herramientas para personas con discapacidad visual: todos ellos dependen de la correcta interpretación de fechas y horas.
El estudio, que se presentará en el taller “Razonamiento y planificación para modelos de lenguaje grandes” en Singapur el 28 de abril de 2025, destaca una brecha significativa en las capacidades de las máquinas. Y si realmente queremos que la IA se convierta en una parte integral de nuestra vida diaria, es hora de que aprenda a leer el reloj.
En último término, por brillantes que puedan ser estos sistemas en otros campos, demuestran lo largo que aún queda el camino hacia una inteligencia verdaderamente comparable a la nuestra. Quizás sea precisamente en estas pequeñas incapacidades cotidianas donde radique la diferencia más profunda entre el hombre y la máquina. Y por una vez, casi me alegro de que las manecillas del tiempo sigan siendo un misterio para ellos.