Es una mañana como cualquier otra en cualquier escuela primaria. Los niños corren, juegan, estudian. Algunos (cada vez más) jadean después de unos pocos pasos, les cuesta moverse y se convierten en el blanco de bromas crueles. Detrás de esos cuerpos en dificultad no hay sólo una cuestión de disciplina estética o dietética, sino una bomba de relojería social y sanitaria. EL'obesidad infantil está devorando literalmente el futuro de nuestros hijos, y Cifras recién publicadas en la revista The Lancet Lo confirman de manera dramática.
No andemos con rodeos: en 2050, un tercio de los niños y adolescentes del mundo tendrán sobrepeso o serán obesos. Un pronóstico que debería quitarnos el sueño más que cualquier otra emergencia.
Cifras impresionantes (como la obesidad infantil)
Me encantaría decirles que esto no es más que el alarmismo científico habitual, pero los datos son despiadados y, francamente, aterradores. El estudio, dirigido por Instituto de Investigación Infantil Murdoch, no deja lugar a interpretaciones optimistas: 385 millones de niños con sobrepeso y 360 millones obesos en los próximos 25 años. Una cifra que me hace dar vueltas la cabeza como aquellas sobre la guerra.
Uno de cada seis niños en el mundo será obeso dentro de unos años. ¡Uno de cada seis! Y pensar que en 1990 la obesidad infantil afectaba a tres veces menos niños. En sólo treinta años hemos visto un aumento del 244%, mientras seguimos contándonos el chiste de que somos más conscientes, más conscientes de la salud, más informados. Es evidente que algo no cuadra.
El informe destaca cosas despiadadas. Por ejemplo, destaca cómo en Australia, uno de los países más desarrollados, las niñas ya tienen más probabilidades de ser obesas que simplemente tener sobrepeso. Este es un hecho que me llamó especialmente la atención, porque demuestra que no estamos hablando de un problema limitado a los países en desarrollo o a los segmentos más pobres de la población. La obesidad infantil se ha vuelto transversal, “democrática” en su crueldad.
Consecuencias que llevaremos con nosotros durante generaciones
No es sólo una cuestión de estética o de aceptación social. La obesidad infantil trae consigo una carga de problemas que perdurará durante décadas: diabetes, problemas del corazón, cáncer, dificultades respiratorias, problemas de fertilidad, desafíos para salud mental. Es una hipoteca sobre el futuro, una carga que corre el riesgo de aplastar unos sistemas de salud que ya están en crisis y devorar recursos económicos colosales.
La Dra. Jessica Kerr, uno de los autores del estudio, utilizó palabras que me impresionaron por su dureza:
“Esta carga gigantesca no solo costará miles de millones al sistema de atención de la salud y a la economía, sino que las complicaciones asociadas con un IMC alto afectarán negativamente a nuestros niños y adolescentes ahora y en el futuro, con el potencial de afectar también el riesgo de obesidad de nuestros nietos”.
Éste es el punto que me estremece: estamos hablando de una epidemia cuyos efectos no terminarán con nuestra generación, sino que se transmitirán a las futuras. Como una maldición genética y epigenética que no podemos romper.
El mapa mundial de la obesidad infantil: nadie está a salvo
El estudio analizó datos de 204 países. Emiratos Árabes Unidos, Islas Cook, Nauru e Tonga liderará el ranking en términos de prevalencia, mientras que China, Egipto, India e Estados Unidos tendrá el mayor número absoluto de niños y adolescentes obesos en 2050.
África del Norte, Oriente Medio, América Latina e Caraibi Verán las transiciones más rápidas hacia la obesidad. Regiones que históricamente han tenido que centrarse en prevenir la desnutrición Ahora se encuentran ante la emergencia opuesta, a menudo con recursos limitados y sistemas de seguimiento inadecuados.
No es sólo una cuestión de alimentos ultraprocesados, comida rápida e Bebidas azucaradas. Es un problema complejo que entrelaza la urbanización, la tecnología, la publicidad, la pobreza, las políticas agrícolas y comerciales. Las causas son sistémicas, pero las consecuencias recaen sobre niños individuales.
La ventana de cinco años: ¿podemos aún salvar una generación?
El único rayo de esperanza en este escenario apocalíptico proviene de Dra. Kerr cuando afirma que “esta trayectoria puede evitarse si se toman medidas antes de 2030”. Tenemos sólo cinco años para revertir la tendencia y evitar que millones de niños se pierdan en el túnel de la obesidad infantil.
La Profesora Susan Sawyer El informe del Instituto Murdoch es categórico: “Ya no podemos seguir culpando sólo a las personas por sus decisiones”. Y tiene razón. Se necesitan intervenciones gubernamentales decisivas: fiscalidad de las bebidas azucaradas, prohibir la publicidad de comida chatarra dirigida a los niños, financiar comidas saludables en las escuelas primarias y secundarias y repensar la planificación urbana para fomentar estilos de vida activos.
Las mujeres adolescentes en edad reproductiva representan una población prioritaria de intervención. Prevenir la transmisión intergeneracional de la obesidad es esencial si queremos romper este círculo vicioso.
El peso del futuro
A menudo me pregunto: si los niños de hoy serán la primera generación que viva menos que sus padres. Probablemente sí, si estos números se materializan. La obesidad infantil no sólo tiene que ver con el peso corporal; Es una cuestión de peso en el futuro.
Las familias pueden hacer su parte, por supuesto, pero es como nadar contra la corriente cuando todo en el entorno circundante empuja en la dirección opuesta. Necesitamos un cambio radical, una revolución en nuestra relación con la comida y el movimiento, de lo contrario nos encontraremos ante una generación que literalmente se pierde en los pliegues de su piel.