¿Cuánto más eficiente sería un ordenador si en lugar de simular el funcionamiento de un cerebro... ¿Se utilizaron directamente células cerebrales reales? La pregunta, en mi opinión, ya tiene una respuesta concreta (y obvia): Sería mucho más eficiente. Me convencí de esto al observar la biocomputadora. CL1 recién lanzado por la empresa australiana Laboratorios corticales. Un dispositivo comercial que literalmente contiene neuronas humanas vivas que forman redes de conexiones sobre un sustrato de silicio. Ya no es necesario simular el funcionamiento de las células cerebrales: el biocomputador las utiliza directamente, abriendo escenarios que desafían nuestra comprensión de la inteligencia artificial y, por extensión, de la propia inteligencia humana.
Cuando la biocomputadora se convierte en una realidad comercial
El 2 de marzo de 2025 comenzó oficialmente en Barcelona una era completamente nueva en el mundo de la inteligencia artificial. No, no estoy exagerando; Por una vez la hipérbole está perfectamente justificada. Se ha presentado el primer bioordenador comercial del mundo. No es un prototipo de laboratorio, ni un experimento, sino un producto concreto que se distribuirá en la segunda mitad del año. Y esto no es poca cosa, al contrario.
¿Qué distingue a este sistema de las IA que conocemos? Todo, en realidad. El CL1 no utiliza chips tradicionales, sino un sustrato biológico hecho de células cerebrales humanas reales cultivadas en el laboratorio. Estas células, dispuestas sobre una serie de electrodos, forman redes neuronales biológicas que evolucionan continuamente, adaptándose y aprendiendo de una manera completamente diferente a los modelos de IA basados en silicio.
Hoy es la culminación de una visión que ha guiado a Cortical Labs durante casi seis años. Nuestra misión a largo plazo ha sido democratizar esta tecnología, haciéndola accesible a los investigadores sin necesidad de hardware y software especializados. El bioordenador CL1 es la realización de esta misión.
Nace la inteligencia biológica sintética
El concepto detrás de la biocomputadora tiene un nombre: Inteligencia Biológica Sintética (SBI). Un fascinante oxímoron que une la biología y la tecnología de una manera que, hasta hace poco, pertenecía exclusivamente a la ficción de Philip K. Dick o William Gibson. ¿Pero qué significa exactamente?
SBI es una forma de inteligencia que utiliza el sustrato biológico de la propia inteligencia (neuronas) de una manera nueva y diseñada. Como explicó el director científico Brett Kagan“Casi pensamos que es una forma de vida diferente a, digamos, los animales o los humanos. “Lo consideramos como un enfoque mecánico e ingenieril de la inteligencia”.
Y aquí está la revolución: no se trata de simular el funcionamiento de un cerebro mediante algoritmos, sino de utilizar los mismos “componentes” del cerebro para crear algo nuevo. El resultado es un sistema que aprende increíblemente rápido y flexiblemente, superando por lejos a los chips de IA basados en silicio que se utilizan para entrenar modelos de lenguaje como ChatGPT.
Un cuerpo en una caja: Anatomía de la biocomputadora
El corazón del CL1, como se mencionó, está hecho de neuronas humanas cultivadas en el laboratorio, colocadas sobre una matriz de electrodos planos (o como él explicó Kagan, “básicamente sólo metal y vidrio”). En su interior, 59 electrodos forman la base de una red más estable, dando al usuario un alto grado de control en la activación de la red neuronal.
Pero, por supuesto, las células necesitan permanecer vivas para funcionar. Por eso, este “cerebro” del SBI se coloca en una unidad de soporte vital rectangular, que luego se conecta a un sistema basado en software para su funcionamiento en tiempo real.
Una forma sencilla de describirlo sería como un cuerpo en una caja, pero tiene filtración de ondas, tiene donde se almacena el medio de cultivo, tiene bombas para mantener todo circulando, mezcla de gases y por supuesto control de temperatura.
No puedo evitar pensar, con cierta inquietud mezclada con fascinación, cuánto recuerda este “cuerpo en una caja” al “cerebro en una cuba” de los experimentos de pensamiento filosófico. Pero esto no es un experimento mental, sino una realidad tangible. La biocomputadora ni siquiera necesita una computadora externa para funcionar, lo que la hace aún más sorprendente como tecnología independiente.
Wetware como servicio: la nube orgánica
Una de las características más revolucionarias del CL1 se refiere al modelo de distribución. Cortical Labs tiene como objetivo ofrecer lo que ellos llaman “Wetware como servicio” (WaaS), Un juego de palabras con el término más conocido SaaS. (Software como servicio). Los clientes podrán comprar la unidad de biocomputadora CL1 directamente, a partir de unos 35.000 dólares, o simplemente comprar tiempo en los chips y acceder a ellos de forma remota a través de la nube.
Este enfoque democratiza el acceso a una tecnología que de otro modo podría quedar confinada a laboratorios de élite o grandes empresas. Como él mismo señaló Kagan,
Nuestro objetivo es ser significativamente más baratos y queremos reducir aún más los precios a largo plazo. Mientras tanto, brindamos acceso a personas desde cualquier lugar, cualquier persona, cualquier hogar, a través del sistema basado en la nube.
Es un concepto que me fascina: un futuro en el que un investigador de Madagascar o un innovador de una pequeña ciudad italiana puedan acceder a redes neuronales biológicas vivas simplemente a través de una conexión a Internet. La democratización de la ciencia llevada a un nivel completamente nuevo.
La historia de la biocomputadora: del Pong al Delirium
El viaje de Cortical Labs hacia la bioinformática comercial no comenzó hoy. en 2022, el equipo ya había sido noticia internacional después de desarrollar un “cerebro” informático autoadaptable colocando 800.000 neuronas humanas y de ratón en un chip y entrenando esta red para jugar al videojuego Pong.
Ese sistema, llamado platocerebro, fue sólo el primer paso de un viaje mucho más ambicioso. El equipo demostró que células madre pluripotentes humanas (hiPSC) Integrado en matrices multielectrodos de alta densidad (HD-MEA) Podrían ser estimulados electrofisiológicamente para forjar vías autónomas y eficientes de intercambio de información.
Pero el desafío más interesante fue cómo recompensando a las células cerebrales cuando mostraban los comportamientos deseados y castigándolas cuando fallaban en una tarea. La investigación ha demostrado que La previsibilidad fue la clave: Las neuronas buscan conexiones que produzcan resultados predecibles y energéticamente eficientes, y adaptarán sus redes para buscar esa recompensa, evitando comportamientos que produzcan una señal eléctrica aleatoria y caótica.
El increíble potencial: del descubrimiento de fármacos a la investigación médica
Las aplicaciones de la bioinformática son potencialmente infinitas, pero Cortical Labs se centra inicialmente en la investigación científica y médica. Las redes neuronales SBI, complejas y en constante evolución (bajo un microscopio se puede ver cómo forman “ramas” de electrodo a electrodo), tienen, para empezar, el potencial de revolucionar la forma en que se descubrimiento de fármacos y modelado de enfermedades.
Como explicó Kagan, esta tecnología Podría representar un gran paso adelante en la investigación de enfermedades neurológicas como la epilepsia y el Alzheimer, así como otras enfermedades relacionadas con el cerebro.
“La gran mayoría de los medicamentos para enfermedades neurológicas y psiquiátricas que entran en ensayos clínicos fracasan porque hay muchos más matices cuando se trata del cerebro. Pero realmente podemos ver esos matices cuando probamos los resultados con estas herramientas”.
Lo que me parece particularmente interesante es la idea de que la biocomputadora Podría reducir la experimentación con animales.
“Nuestra esperanza es que podamos reemplazar áreas importantes de experimentación con animales con esto. Lamentablemente, la experimentación con animales sigue siendo necesaria, pero creo que hay muchos casos en los que se puede sustituir y eso es algo éticamente bueno”.
El “cerebro mínimo”: más allá del bioordenador
Si bien el lanzamiento del bioordenador CL1 representa un gran paso adelante para Cortical, el equipo ya está trabajando en la siguiente fase del SBI: el “Cerebro mínimo viable”. El concepto es fascinante: cómo diseñar mediante bioingeniería un “cerebro” similar al humano con la mínima cantidad de diferenciación celular innecesaria, pero que tendría la complejidad que una red neuronal compuesta de tipos de células homogéneas no posee.
Este tipo de herramienta Sería un modelo muy potente, lo que permitiría un control y análisis más precisos que los que son posibles actualmente en las investigaciones realizadas en un cerebro real. Como explicó Kagan: “Básicamente, serían los componentes biológicos clave que permiten que algo procese información de forma dinámica y reactiva, de acuerdo con principios básicos”.
Una pregunta fundamental que plantea el equipo es: ¿Qué es el cerebro mínimamente funcional? El más pequeño que conocemos tiene 301 o 302 neuronas (dependiendo de a quién le preguntes) y se encuentra en el nematodo C. elegans. Pero cada una de esas neuronas está altamente especializada. Surge entonces la pregunta: ¿Es el cerebro del C. elegans el cerebro mínimo viable? ¿Necesitas todas esas neuronas o podrías conseguirlas con, digamos, 30 neuronas todas conectadas de forma única? Ya lo veremos en los próximos años.
Ética de la bioinformática: preguntas sin respuestas fáciles
Si lees Futuro Prossimo sabrás que tarde o temprano estas preguntas siempre surgen. Ética, amigos. Es importante. Y la ética de esta tecnología ha sido una preocupación para Cortical desde el principio. La primera publicación de 2022 ya ha suscitado mucho debate, sobre todo en el ámbito de la “conciencia” y la “sensibilidad” humanas. Sin embargo, se han implementado salvaguardas, cuando ha sido posible, para el uso ético de las unidades CL1 y el acceso remoto WaaS.
“Se requieren varias aprobaciones regulatorias, según la ubicación y los casos de uso específicos”, señaló el equipo. “Los organismos reguladores pueden incluir agencias de salud, comités de bioética y organizaciones gubernamentales que supervisan la biotecnología o los dispositivos médicos. “El cumplimiento de estas regulaciones es esencial para garantizar un uso responsable y ético de las tecnologías de computación biológica”.
Pero como pionero mundial en esta ambiciosa tecnología, Cortical sabe que (al igual que el rápido avance de la IA no biológica) las amplias aplicaciones de SBI no son fáciles de predecir. La biocomputadora plantea preguntas profundas sobre lo que significa ser inteligente, consciente o incluso vivo, cuestiones que se vuelven cada vez más matizadas a medida que avanza la tecnología.
El futuro es orgánico y digital a la vez
Con el lanzamiento del sistema físico CL1 y Cortical Cloud para uso remoto de WaaS, Kagan y su equipo están entusiasmados por ver hasta dónde puede llegar SBI una vez que llegue a las manos de la gente.
“El CL1 es la primera computadora biológica comercializada diseñada exclusivamente para optimizar la comunicación y el procesamiento de información con cultivos neuronales in vitro”, señaló el equipo. “El CL1, con soporte vital incorporado para mantener la salud celular, ofrece importantes posibilidades en los campos de la ciencia y la tecnología médicas”.
Lo que más me sorprende, al reflexionar sobre las implicaciones de esta tecnología, Así es como SBI es inherentemente más natural que la IA tradicional. Utiliza el mismo material biológico (neuronas) que sustenta la inteligencia en los organismos vivos. Al aprovechar las neuronas como sustrato computacional, SBI tiene el potencial de crear sistemas que exhiban formas de inteligencia más orgánicas y naturales que la IA tradicional basada en silicio.
Más allá de la IA: ¿una nueva forma de vida?
No puedo evitar preguntarme: ¿estamos presenciando el nacimiento de una nueva forma de vida? No es completamente humano, no es completamente máquina, sino algo nuevo, algo que desafía nuestras categorizaciones tradicionales. El biocomputador CL1 no es sólo una innovación tecnológica; Es un desafío ontológico, una invitación a repensar los límites entre biología y tecnología, entre lo natural y lo artificial. Es un sistema que evoluciona, aprende y se adapta utilizando componentes biológicos reales, pero ensamblados de una manera que no se encuentra en la naturaleza.
En cierto sentido, es como si hubiéramos creado una nueva rama en el árbol de la vida: una rama que crece no a través de la evolución natural, sino a través del ingenio humano. Y a medida que esta nueva rama florece, nos invita a reconsiderar lo que significa estar vivo, ser inteligente, ser humano.
El biocomputador CL1 no es sólo el futuro de la tecnología; Es un portal hacia un futuro donde las líneas entre lo orgánico y lo inorgánico, entre lo nacido y lo construido, se vuelven cada vez más difusas. Un futuro que, como ha demostrado Cortical Labs, ya no se limita al reino del absurdo, sino que ya está aquí, pulsando con vida celular sobre un sustrato de silicio.