Ya nada me sorprende cuando se trata de inteligencia artificial, y sin embargo, Abeja IA Consiguió hacerme levantar una ceja. Piensa en un dispositivo tan grande como un viejo Fitbit, que cuesta alrededor de 50 euros, que te sigue a todas partes como una sombra silenciosa, registrando cada palabra, cada sonido, cada momento de tu existencia.
Nada particularmente innovador hasta ahora, se podría decir. Pero aquí está el giro inquietante: este pequeño pin No solo memoriza tu vida, la reinterpreta. Lo distorsiona. A veces, simplemente lo inventa. Es como tener un biógrafo personal con esquizofrenia creativa: documenta tu día y luego, con una despreocupación algorítmica, lo convierte en una especie de fanfiction distópica. Y aquí la historia cambia.
El recuerdo infiel de un asistente demasiado entusiasta
canción victoria de la revista The Verge Tuvo el coraje de usar este extraño dispositivo durante un mes entero. El Abeja IA Se presenta como un inocente “dispositivo de memoria” acompañado de una aplicación iOS y un chatbot. Pero lo que debería ser una ayuda para recordar lo que olvidamos rápidamente se convierte en un ejercicio de “creatividad artificial”.
Todas las tardes a las 20h, la aplicación te pide amablemente que confirmes o desestimes los “recuerdos” que ha recopilado durante el día. Y aquí viene la mejor parte: Muchos de ellos son completamente inventados. En un caso, el dispositivo se convenció a sí mismo de que Song tenía un paciente en Luisiana que tenía la intención de dañar a alguien. Pequeño detalle: el periodista vive en Nueva York y no es profesional médico.
Este frenesí digital ilustra uno de los problemas fundamentales del gadget: no distingue quién habla, mezclando la voz del portador con las de los interlocutores, incluso los personajes de los programas que el periodista estaba viendo en la televisión. Una especie de Aplauso NotePin (ésta funciona mucho mejor) terminó bajo el “cuidado” de Tim Burton.
Bee AI: Destructora de privacidad, generadora de paranoia
Después de unos días de usarlo, Song se dio cuenta de algo inquietante: el dispositivo estaba escuchando incluso sus momentos más privados. Y prácticamente incluso apagado.
Incluso momentos, por así decirlo, de intimidad personal con uno mismo. Y eso no es todo. A pesar de los intentos de silenciar el PIN en presencia de otros para proteger su privacidad, fragmentos de conversaciones que debían permanecer privadas comenzaron a aparecer en los resúmenes diarios. En pocas palabras: una catástrofe distópica.
El veredicto final: voyeurismo tecnológico
El marido de Song fue directo: odia el dispositivo, que “no es lo suficientemente útil teniendo en cuenta lo mucho que viola también mi privacidad”. El mismo periodista concluye que, aunque algunos resúmenes fueron realmente útiles (sobre todo para reuniones de trabajo), el dispositivo transforma los momentos más sensibles y delicados de la vida en una forma de voyeurismo tecnológico.
La memoria artificial del Abeja IA demuestra una vez más que la tecnología más accesible no es necesariamente la más deseable. Cincuenta euros para tener un testigo digital de tu vida que, como un chismoso compulsivo, distorsiona y reinventa la realidad. Una propuesta de valor cuestionable, ¿no crees? Me pregunto cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a cambiar nuestra privacidad por una memoria digital poco confiable. Me temo que la respuesta es demasiado predecible: muchos lo harán de todos modos, con la misma indiferencia con la que aceptamos los términos del servicio sin leerlos.