Cien días. Tres meses y un puñado de semanas sin un corazón real en el pecho, solo un mecanismo complejo, un corazón artificial llamado BiVACOR. Hablamos de eso aquí La primera vez, en perspectiva, el pasado agosto. Hoy, un australiano de cuarenta años puede contar la historia de primera mano, y lo que la comunidad científica se pregunta ahora es tan simple como aterrador: ¿el futuro estará dominado por cuerpos mecánicos o seguiremos aferrados, desesperadamente, a la fragilidad de la carne humana?
Artificial como ningún otro
"Es un éxito clínico sin precedentes", declararon con justificado orgullo los médicos del hospital. Hospital de San Vicente Desde Sídney. Y no se equivocan, porque lo ocurrido en Australia tiene sabor a cambio. El protagonista involuntario de esta extraordinaria historia es un hombre de unos cuarenta años de Nueva Gales del Sur, que durante más de cien días vivió gracias a un corazón completamente artificial. Un récord absoluto que, hasta hace poco, habría parecido absurdo incluso a la mente más visionaria.
Pero ¿cómo se llama exactamente esta maravilla tecnológica? BiVACOR? Se trata de un corazón artificial completo, el primero en el mundo capaz de sustituir totalmente a uno humano gracias a un bomba rotatoria de levitación magnética. En pocas palabras: un pequeño motor de alta tecnología, levitado con imanes que evita la fricción mecánica y reproduce el flujo sanguíneo natural. ¿Ciencia ficción? Ya no. La vida sin un corazón “verdadero”, considerada hasta ayer como una esperanza poco probable, es hoy una realidad concreta y palpable.
Cómo vivir con un corazón artificial
Imagínate ya no tener ese latido familiar, ese ritmo regular que te ha acompañado desde tu nacimiento. Pues bien, el paciente australiano (un hombre de unos cuarenta años con insuficiencia cardíaca grave) pasó más de tres meses sin ese tranquilizador “pum-pum”. En su lugar, un zumbido mecánico constante y discreto, casi imperceptible, una banda sonora electrónica que se ha convertido en la nueva música de su cuerpo.
Durante este tiempo, no permaneció confinado en una cama de hospital. En cambio, regresó a casa, caminó por la calle y vivió una relativa normalidad, esperando un trasplante de corazón humano que parecía imposible de obtener. Piénselo: durante un breve e increíble período, su vida dependió enteramente de un dispositivo hecho de metal y circuitos. ¿Qué nos dice esto sobre nuestra relación con la tecnología?
Por supuesto, el BiVACOR no está diseñado para durar tanto como un corazón humano: Hasta el momento, el historial de nuestro paciente australiano trata precisamente sobre 100 días, Nada comparado con lo que garantiza en promedio un corazón trasplantado. Sin embargo, fue suficiente para demostrar que, tal vez, la tecnología finalmente esté lista para cambiar el juego en la larga y desesperada carrera contra la muerte.
El sueño de Daniel Timms se hace realidad
Detrás de esta extraordinaria innovación hay una historia que vale la pena contar. Su protagonista es daniel timms, un ingeniero australiano de Queensland, que diseñó este corazón mecánico después de perder a su padre por una insuficiencia cardíaca grave. Timms, durante años, ha perseguido la ambición de crear algo que no sea sólo un paliativo temporal, sino una alternativa real a la fragilidad del corazón humano.
«Cada año en el mundo 23 millones de personas sufren insuficiencia cardíaca, pero Sólo 6.000 reciben un corazón donado», recuerda Timms.
El gobierno australiano creyó en esta visión e invirtió 50 millón de dólares en el proyecto. Y hoy, ese dinero parece haber empezado a dar sus frutos.
Corazón artificial, la alegría de los activistas por los derechos de los animales
Un resultado tan sorprendente también tiene implicaciones éticas. Pensemos solamente en el comunicado de prensa que hemos recibido de PETA Francia. Solo, vale un mundo:
Gracias a la ciencia, un ser humano puede sobrevivir al menos 100 días con un corazón de titanio, un periodo mucho mayor que el de los pacientes que recibieron un trasplante de corazón de un cerdo, que también querían sobrevivir. Estos científicos tienen razón al descartar el robo de órganos animales en favor de modelos superiores que no implican la muerte de un ser vivo. Sin embargo, más vale prevenir que curar: cada día, mueren personas por enfermedades cardíacas prevenibles, causadas por una dieta rica en carne y otros productos animales. Evitar partes de animales puede reducir significativamente el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y otros problemas de salud potencialmente fatales.
Anissa Putois, Jefe de Comunicaciones y Campañas PETA Francia, nos muestra una “perspectiva necesaria y posible” en este nivel. Y una razón más para acoger este proyecto con gran ilusión.
¿Y mañana? ¿Todos tendremos un corazón artificial?
Por supuesto, no es tan sencillo como parece. Si bien por una parte el entusiasmo ante este descubrimiento extraordinario está justificado, por otro lado debemos ser cautos. El cardiólogo David Colquhoun, un miembro externo del equipo que siguió el experimento, recuerda un hecho crucial:
«La duración del funcionamiento de este corazón artificial (más de 100 días) es todavía mucho menor que la de los corazones donados, que funcionan durante más de diez años».
En resumen, por ahora el corazón artificial es una solución temporal, una especie de “puente” hacia el trasplante definitivo. Pero ahí está la cuestión: si hoy el BiVACOR sirve para ganar tiempo, en un futuro (¿lejano?) podría convertirse en la alternativa definitiva. ¿Es realista pensar que un día el hombre podrá elegir entre un corazón natural y uno artificial, tal vez como hoy elegimos entre un coche diésel o eléctrico?
El futuro del corazón artificial acaba de comenzar
La verdadera revolución, sin embargo, podría ser aún más profunda. Cuando la tecnología finalmente supere la vida útil del corazón natural, ¿qué nos impedirá preferir el artificial? Ya no tendríamos que esperar mucho tiempo a un donante compatible, ni arriesgarnos al rechazo, y quizá incluso podríamos actualizar el implante periódicamente, como si fuera el software de un teléfono.
Pero hay otra cara de la moneda: ¿Depender completamente de la tecnología nos hace más vulnerables? La naturaleza nos ha dotado de órganos imperfectos pero probados durante millones de años de evolución, mientras que nuestra tecnología, incluso la más avanzada, sigue siendo frágil y dependiente de la electricidad y de un mantenimiento constante.
Personalmente, admito que estoy dividido: por un lado, entusiasmado por la innovación y las vidas que puede salvar, por el otro, preocupado por la idea de volverme tan dependiente de una tecnología aún joven. Una cosa es segura: si la historia de este australiano es realmente una visión de nuestro futuro, pronto tendremos que plantearnos muchas más preguntas sobre nuestra humanidad y el precio que debemos pagar para mantenerla intacta.
Y tú, ¿estás dispuesto a confiar en un corazón artificial?