Érase una vez un mundo en crecimiento, formado por familias numerosas y ciudades en expansión. Hoy ese mundo parece cada vez más una cosa del pasado. La despoblación, causada por tasas de natalidad en descenso y desde un punto de vista progresista envejecimiento de la población, está rediseñando el mapa demográfico mundial, con consecuencias que afectan a todos los aspectos de nuestras vidas.
De la economía al bienestar, de la sostenibilidad ambiental a los equilibrios geopolíticos, esta nueva realidad demográfica nos presenta desafíos complejos y sin precedentes. Pero no todo está perdido: si sabemos abordar este fenómeno con conciencia y previsión, seremos capaces de transformar lo que parece una amenaza en una oportunidad para construir un futuro mejor y más equilibrado para todos.
La caída de la fecundidad, un fenómeno global
Uno muy interesante y detallado. Informe McKinsey (Le recomiendo mucho que lo consulte, es esclarecedor) proporciona el contexto más completo para navegar este proceso.
La disminución de las tasas de fertilidad es una tendencia compartida por la mayoría de los países del mundo. Según datos de las Naciones Unidas, En 2023, la tasa de fertilidad mundial se sitúa en 2,3 hijos por mujer, justo por encima del nivel de reemplazo de 2,1. En más de la mitad de los países, donde vive alrededor de dos tercios de la población mundial, la tasa ha caído por debajo de este umbral. Países comoItalia, la Japón y Corea del Sur registrar algunas de las tasas más bajas del mundo, con menos de 1,5 hijos por mujer. Pero el fenómeno no escapa ni siquiera a los países emergentes como el China y L 'India, donde la fertilidad se ha desplomado a 1,2 y 2 hijos por mujer respectivamente.
Despoblación y envejecimiento, la inversión de las pirámides demográficas
La consecuencia más obvia de la disminución de los nacimientos y el aumento de la longevidad es la inversión de las pirámides demográficas. Si hasta hace unas décadas la forma piramidal, con una base ancha para los jóvenes y una punta estrecha para los mayores, era la norma, Hoy en muchos países la situación se ha invertido.
Los grupos de edad más numerosos son los centrales y especialmente los mayores de 65 años, mientras que la base de jóvenes es cada vez más reducida. En Japón, que es el país más antiguo del mundo, los mayores de 65 años representan ya más del 28% de la población. In Italia, donde el proceso de envejecimiento es ligeramente más lento, la edad media superó los 46 años.
La creciente carga de las personas mayores
El aumento de la longevidad es sin duda un logro extraordinario del progreso humano. Sin embargo, combinado con la disminución de los nacimientos, está creando desequilibrios cada vez más marcados entre generaciones. La relación entre la población en edad de trabajar (de 15 a 64 años) y la población mayor de 65 años, la llamada "tasa de dependencia de las personas mayores", está cayendo drásticamente en todas partes.
Si en 1950 Había aproximadamente 12 personas en edad de trabajar por cada persona mayor., hoy la proporción ha bajado a 6 y se espera que caerá a 3 en 2050 en muchos países avanzados. Esto significa que un número cada vez menor de trabajadores tendrá que hacerse cargo de una masa cada vez mayor de pensionados a través del sistema de impuestos y contribuciones.
La despoblación, el shock a la economía
La disminución de la población en edad de trabajar tendrá graves repercusiones en la economía. Menos trabajadores significa menos contribuyentes, menos consumo, menos innovación, menos dinamismo. Según las proyecciones, El PIB per cápita podría reducirse hasta un 0,8% anual en algunos países debido únicamente al efecto demográfico. Para mantener las tasas de crecimiento actuales, Será necesario aumentar la productividad laboral entre un 50% y un 80% en comparación con los niveles actuales. Un desafío arduo, que requerirá inversiones masivas en automatización, inteligencia artificial y reciclaje del capital humano.
Por no hablar de la creciente presión sobre los sistemas de pensiones y de salud, que absorberán una proporción cada vez mayor de los recursos públicos.
Repensar el contrato social
La despoblación no es sólo una cuestión de números. Es una transformación profunda que afecta los fundamentos mismos de nuestro pacto social y generacional. En un mundo que envejece, el flujo tradicional de recursos de jóvenes a mayores corre el riesgo de colapsar. Las generaciones futuras heredarán menos riqueza, menos oportunidades, más deuda y más cargas.
Será necesario repensar el principio mismo de solidaridad intergeneracional, en el que se basan nuestros sistemas de bienestar. La despoblación nos "obligará" a nuevos mecanismos de redistribución, nuevas formas de colaboración entre lo público y lo privado, nuevos equilibrios entre derechos y deberes. Pero, sobre todo, será necesario un nuevo pacto entre generaciones, basado en la equidad, la responsabilidad y la visión de largo plazo.
Un desafío que afrontar juntos
Revertir la disminución de la población no será fácil ni inmediato. Para que las tasas de natalidad vuelvan al nivel de reemplazo requeriría un cambio trascendental en el comportamiento social, cultural y económico. Un cambio que va mucho más allá de las políticas pronatales implementadas hasta ahora (aunque también van en la dirección correcta).
Lo que se necesita es una estrategia integrada a largo plazo que actúe en múltiples frentes: il apoyo a las familias, la conciliación entre trabajo y paternidad, la mejora del capital humano femenino, laintegración de inmigrantes, il repensar el modelo de desarrollo en términos de sostenibilidad, la Fin del mito del “crecimiento infinito”. Una estrategia que involucra a todos los actores sociales, desde las instituciones a las empresas, desde las asociaciones a los ciudadanos.
La despoblación es un desafío complejo pero no imposible. Si sabemos afrontarlo con conciencia, valentía y visión, podremos transformarlo en una oportunidad para construir una sociedad más equitativa, inclusiva y sostenible. Una sociedad en la que cada vida cuenta y en la que el futuro es un patrimonio que debemos cultivar juntos, día tras día. El juego aún está abierto, pero el tiempo se acaba. El momento de actuar es ahora.