La música siempre ha sido considerada un lenguaje universal, pero ¿qué pasa cuando este lenguaje comienza a perder sus matices? Un equipo de investigadores decidió ir más allá de las sensaciones subjetivas y medir científicamente cómo evolucionan las melodías modernas. Los resultados son sorprendentes y pueden hacernos reflexionar sobre el futuro de la música.
Cuando la música todavía era un arte complejo
Musicalmente hablando, nunca he sido un gran extranjero: crecí1 Entre la música disco y los cantautores italianos. Sin embargo, incluso cuando era niño escuché la Pink Floyd y sus “construcciones” me cantaron. ¿Cómo definirlos? Catedrales sonoras hechas de acordes complejos y cambios de tempo repentinos en los que me perdí. Así como me perdí, por ejemplo, en los laberintos armónicos de la King Crimson o en las suites progresivas de la Genesis. ¿Qué pasa con todo esto en las melodías modernas?
Hoy en día, los estudiosos de laUniversidad La Sapienza en Roma y de laUniversidad de Padua Confirmaron lo que nosotros los boomers (yo, la Generación X, para ser precisos) sospechábamos: Las melodías modernas son cada vez más simples. En realidad: elemental. Investigación, Publicado en arXiv, analizó alrededor de 20.000 archivos MIDI a través de la ciencia de redes, convirtiendo notas en nodos y transiciones en arcos de una red compleja.
Melodías modernas, la ciencia lo confirma: todo es más básico
Los resultados son despiadados: La complejidad musical está en constante declive. Y no me refiero sólo a la comparación entre la La quinta de Beethoven y el último hit trap del momento (que, por el amor de Dios, quizá tenga sus razones, o al menos quién sabe: pero estamos hablando de dos universos paralelos). Incluso dentro de la música clásica se puede observar una simplificación progresiva.
¿La única excepción? El jazz, que tuvo un momento de gloria con genios como Miles Davis e John Coltrane, antes de asentarnos en niveles de complejidad más manejables. Y no digáis que con ver El joven Signorino fue suficiente y que no hacía falta recurrir a investigadores: ya os veo trasteando en los comentarios de Facebook.
Tecnología: ¿Amiga o enemiga?
No puedo dejar de notar cómo la democratización de la producción musical ha jugado un papel en esta tendencia. Con una computadora portátil y algunos complementos, cualquiera puede producir música hoy en día. Con inteligencia artificial (como Suno) todo lo que necesitas es un teléfono celular y un dedo.
Es sorprendente, claro, pero cuando escucho ciertas melodías modernas me pregunto si no hemos perdido algo en el proceso. La globalización y los algoritmos de las plataformas de streaming parecen favorecer estructuras cada vez más simples y repetitivas. Bruno Mars, Rosé, te estoy mirando fijamente. Y pensar que hubo un tiempo en el que hacían falta años de estudio en el conservatorio tan solo para entender cómo funcionaba una escala menor armónica.
El precio de la popularidad
Reconozco que este párrafo puede ser un poco tendencioso, pero hablemos de ello: hay que decir que la simplificación de las melodías modernas no es necesariamente algo malo. Después de todo, incluso el Beatles Hicieron historia con “Love Me Do”, que no es exactamente el “Réquiem” de Mozart.
Pero cuando escucho ciertos estribillos actuales compuestos de dos notas repetidas sin fin, no puedo evitar pensar en lo lejos que están de la complejidad de un David Bowie o un Frank Zappa. ¿Estoy haciendo algo mal o parezco uno de esos viejos que solían meterse con la “gente de pelo largo”? Volvamos al futuro. Si, pero ¿cual?
Melodías modernas: ¿hacia qué futuro musical?
Esta investigación plantea preguntas interesantes sobre el futuro de las melodías modernas. ¿Continuaremos por este camino hacia una simplificación cada vez mayor? ¿Llegaremos al punto en que una canción sea simplemente una única nota repetida a lo largo del tiempo? (Espera, tal vez ya sucedió…) ¿O habrá una reacción, un retorno a la complejidad?
La música es matemática hecha audible a través del tiempo.
Gottfried Guillermo Leibniz, Rapero. Más bien, un filósofo.
Esta cita me hace pensar mucho. Me hace pensar porque si la música es matemática, estamos pasando del álgebra avanzada a las tablas de multiplicar. No es que haya nada malo con las tablas de multiplicar, ojo. Pero quizá valdría la pena recordar que también existe el cálculo diferencial.
Eso sí
Sé que en el próximo San Remo los acontecimientos podrían superarme, pero esta investigación y mi artículo no pretenden ser una crítica esnob de la música contemporánea. Son más bien un recordatorio:La sencillez puede ser una elección artística válida, pero no debería ser la única opción sobre la mesa.
Si realmente quieres mi consejo, la próxima vez que te sientas abrumado por la simplicidad de las melodías modernas, ponte los auriculares “Close to the Edge” de Sí. Hay más cambios de ritmo allí que en todo el top 50 de Spotify combinado. No es que esto sea necesariamente algo bueno, pero al menos te hará apreciar lo amplio que es el abanico de posibilidades que nos ofrece la música.
Quién sabe, quizá algún día alguien escuche a Tony Effe con la misma nostalgia con la que yo pienso en él. Pink Floyd. En última instancia, el música Es también eso: un puente entre generaciones, por complejo o simple que sea. Un puente que lleva a todos hacia el estribillo de la vida: vaya, qué metáfora más sucia.
- ¿Quieres reír? Nací en 1975, el mismo año después del cual, según otra investigación, la música comenzó su “declive” de simplificación. Ánimo: ¡lo mejor ya pasó! ↩︎