Para Boeing, 2024 iba a ser el año del renacimiento tras la tormenta del 737 Max. Pero se convirtió en una pesadilla: una puerta que se desprende en vuelo, miles de millones gastados para arreglarla, fallos espaciales y accidentes celestes, afirma el director general. a quien renuncia. Ahora, por si fuera poco, la autoridad de transporte estadounidense, la FAA, no afloja y relanza: "Métete en la cabeza que la seguridad está antes que los beneficios, o no saldrás de ahí". Un ultimátum que suena a condena para el gigante aeroespacial estadounidense, pero que quizás también oculta la última posibilidad: la de pasar página (quiero decir, hacerlo de verdad) y reconstruir la confianza perdida. Porque el futuro de Boeing, hoy más que nunca, pende de un hilo.
Un año para olvidar para Boeing: futuro incierto
el 2024 de Boeing había comenzado bajo los peores auspicios. En Enero, un 737 Max 9 operado por Alaska Airlines había perdido en vuelo una parte del fuselaje destinada a cubrir una puerta de emergencia no utilizada. Un accidente que recordó el espectro de los dos desastres aéreos de 2018 y 2019, cuando 346 personas perdieron la vida debido a un defecto en el sistema antibloqueo MCAS del 737 Max 8. Y que desencadenó una reacción en cadena con consecuencias desastrosas para la compañía.
Primero la dimisión inmediata del director general David Calhoun, con un balance negativo de 8,3 millones de dólares para hacerse cargo del proveedor responsable de la pieza defectuosa, Spirit AeroSystems. Luego la conclusión del Departamento de Justicia de que Boeing había violado el acuerdo en accidentes anteriores del 737 Max, completo con un acuerdo de culpabilidad que luego fue rechazado por un juez porque incluía demasiadas cláusulas de diversidad e inclusión. Finalmente, la medida de la FAA para hacer cumplir un límite de 38 aviones por mes a la producción del 737 Max y un aumento de las inspecciones en las fábricas de Boeing. Un auténtico terremoto para un gigante que contaba con el 737 Max, su producto estrella, para recuperarse.
El espectro del 737 Max
El verdadero huésped de piedra de este annus horribilis fue él mismo, el 737 Max. El avión que iba a ser el buque insignia de Boeing y que en cambio se convirtió en su cruz. Después de los dos trágicos accidentes causados por software defectuoso y las revelaciones sobre supuestos “atajos económicos” en el diseño y certificación del avión, la confianza de las autoridades y el público en Boeing estaba en su punto más bajo. La compañía había trabajado duro para que el 737 Max volviera a volar, con cambios técnicos y un largo proceso de recertificación por parte de autoridades de todo el mundo. A principios de 2024 parecía que lo peor había pasado: los aviones volvían a volar, los pedidos volvían a llegar y la producción volvía a acelerarse.
Luego, el nuevo accidente. Por supuesto, esta vez no hubo víctimas ni consecuencias trágicas. Pero el mensaje era claro: Boeing no había aprendido la lección. Los viejos demonios, el afán de obtener beneficios a expensas de la seguridad, volvían a llamar a la puerta. Y la FAA, la autoridad de aviación civil estadounidense, no tenía intención de dejarlo pasar.
El ultimátum de la FAA pesa sobre el futuro de Boeing
"Lo que se necesita es un cambio cultural radical en Boeing, orientado a anteponer la seguridad y la calidad a las ganancias". Esas son palabras duras Mike Whitaker, el administrador de la FAA, en una publicación en el blog de la agencia exactamente un año después del accidente. "Será necesario un compromiso continuo por parte de Boeing y una vigilancia inflexible por nuestra parte", añadió.
Un verdadero ultimátum, que llega después de meses de extensos controles y restricciones draconianas impuestas por la autoridad a los procesos de producción de Boeing. De hecho, después del accidente del portón trasero, la FAA no sólo limitó el número de 38 Max que Boeing puede producir a 737 por mes (frente a los 52 antes de la pandemia), sino que también aumentó enormemente su presencia en las fábricas, con inspecciones sorpresa y Supervisión constante de cada fase de montaje.
Un apretón sin precedentes, que Whitaker aseguró que estaba "destinado a durar", al menos hasta que Boeing haya demostrado con hechos y no sólo palabras que ha cambiado de rumbo. Y lo que corre el riesgo de complicar significativamente los planes de recuperación del gigante estadounidense, que ya se enfrenta a una profunda crisis financiera y de imagen.
Sombras en Boeing, del cielo al espacio
Pero los problemas del 737 Max son sólo la punta del iceberg de los problemas de Boeing. En los últimos años, la empresa ha acumulado una serie de fallos e incidentes que han puesto a prueba su credibilidad y sus cuentas. Está el asunto de Starliner, la cápsula espacial que, tras años de retrasos y una prueba fallida, no llegó a la Estación Espacial Internacional hasta mayo, mientras que la SpaceX de Elon Musk lograba el éxito con su Crew Dragon.
Está el fracaso de 777X, el nuevo gigante de los cielos que debía competir con el Airbus A350 y que, en cambio, acumula retraso tras retraso, con entregas aplazadas hasta 2025 y pedidos faltantes. Sin mencionar los problemas de calidad en los 787 Dreamliners, con defectos de fabricación que retrasaron las entregas durante meses. Y por si fuera poco, justo cuando Boeing luchaba por recuperarse, llegó la ducha fría del accidente del 737-800 en Corea del Sur, que se estrelló con 132 personas a bordo. tal vez debido a una falla en el carrito. Por otra parte, se trata de un modelo de gran éxito y sin precedentes serios, pero la sombra de ese desastre corre el riesgo de alargar aún más el espectro del 737 Max y sus tragedias.
El futuro de Boeing aún está por escribirse
Como se mencionó, 2024 fue una dura prueba para Boeing. Y el año 2025 promete ser igualmente cuesta arriba. Con la supervisión de la FAA en su punto más alto de todos los tiempos, una cartera de pedidos que reconstruir, una reputación que recuperar y cuentas en números rojos, el futuro del gigante de Seattle parece más incierto que nunca. Ahora que la era del CEO Dave Calhoun ha terminado de la peor manera posible, le toca a su sucesor, de 53 años, trato de stan, saca a la empresa de la tormenta. Su receta: reducción de costes, atención a la calidad, transparencia ante los problemas. Pero, sobre todo, un nuevo rumbo bajo la bandera de la seguridad como "prioridad innegociable", según sus palabras.
Un cambio de ritmo que, sin embargo, tendrá que hacer frente a las presiones del mercado y de los accionistas para una reanudación total de la producción y las entregas. Y con una importante incógnita: el cambio de guardia en la Casa Blanca, con la llegada del nuevo presidente Donald Trump y la probable rotación en la cúpula de autoridades como la FAA. ¿Podrá Boeing convencer al nuevo ocupante de la Casa Blanca y a sus hombres de que realmente ha pasado página? ¿O prevalecerá la lógica empresarial a toda costa?
Lo que es seguro es que Boeing se encuentra en un momento crucial de su historia. Una encrucijada donde deberá elegir entre el camino cómodo de las ganancias y el camino más difícil de la seguridad como estrella guía. Un desafío complejo, que requerirá tiempo y una verdadera revolución cultural. Pero también una oportunidad única para reconstruir su reputación desde cero y volver a ser un símbolo de excelencia e innovación made in USA. Los ojos del mundo están puestos en Boeing. Su futuro, y el de miles de pasajeros, depende de las decisiones que tome hoy. La esperanza es que, esta vez, la seguridad sea lo primero. Porque volar es un sueño, pero la vida no tiene precio.