Hay un hilo invisible que conecta tu última compra de tecnología con Emmanuel Akatire, un joven de 20 años que vive en Ghana. Ese cable está hecho de cobre, oro y otros metales preciosos contenidos en nuestros dispositivos desechados. Emmanuel es uno de los muchos “excavadores” que se ganan la vida examinando montañas de desechos electrónicos en los vertederos de Accra.
Su historia es sólo la punta del iceberg de un fenómeno global que está transformando comunidades enteras y planteando preguntas cruciales sobre nuestra relación con la tecnología. Lee: entonces mirarás tu smartphone con otros ojos.
El viaje de los residuos electrónicos
Todos los años, El mundo produce aproximadamente 62 millones de toneladas de residuos electrónicos. Es una cantidad difícil de visualizar, pero imagina una fila de camiones que se extiende a lo largo del ecuador. Estos residuos no desaparecen por arte de magia: muchos de ellos acaban en países como el Ghana, donde hasta hace poco se encontraba Agbogbloshie, en Accra. el vertedero de residuos electrónicos más grande del mundo.
El camino de estos residuos electrónicos es complejo y muchas veces se encuentra en los límites de la legalidad. Aunque las leyes internacionales prohíben el tráfico de desechos electrónicos no funcionales que contengan sustancias tóxicas, la realidad es muy diferente. El fotoperiodista lo explica Bénédicte Kurzen:
Si tienes un contenedor lleno de pantallas de televisión, ¿cómo diablos compruebas una a una que funcionan?
Esta zona gris ha permitido la creación de una economía informal que, aunque peligrosa, ofrece oportunidades de supervivencia a miles de personas.
Las vidas detrás de los residuos electrónicos
Volvamos a Emmanuel, uno de los rostros de esta realidad. Con sólo 18 años, viajó casi 800 kilómetros desde su pueblo natal, Zorko, para buscar trabajo en Accra. Su historia refleja la de muchos jóvenes delUpper East, una región de Ghana muy afectada por el cambio climático.
Empecé a trabajar con chatarra en 2021, después de perder a mis padres, para mantener al resto de mi familia.
Emmanuel le dice al fotoperiodista Muntaka Chasant.
El trabajo de estos "buscadores" es arduo y peligroso. Por una semana de duro trabajo, a menudo en contacto con sustancias tóxicas, Emmanuel gana el equivalente a unos 60 dólares. Pero en una zona sin electricidad y con pocas perspectivas de desarrollo, esto también representa una oportunidad.
La otra cara de la moneda
Si bien los medios occidentales a menudo han retratado lugares como Agbogbloshie como tragedias ambientales y de salud, la realidad tiene más matices. Un proyecto fotográfico llamado “E-Waste in Ghana: Tracing Transboundary Flows”, ganador del premio de la Fundación Carmignac, busca capturar ambos aspectos de este fenómeno.
Anas Aremeyaw Anas, periodista de investigación ghanés codirector del proyecto (que te enlazo aquí), subraya:
El mundo no puede tirar todos sus residuos aquí, tiene consecuencias realmente negativas para las personas. Pero también hay aspectos positivos al enviarnos desechos electrónicos.
Esta economía informal, a pesar de todos sus riesgos, ofrece una salida a la pobreza para muchos.
Una economía de supervivencia e innovación
Además de los vertederos, está floreciendo (y tal vez debería) crecer una industria de reciclaje y reparación. En los mercados informales de Accra, como Calle Zongo, cientos de pequeñas tiendas venden equipos usados o reparados. Esta cultura de reutilización contrasta marcadamente con el enfoque "desechable" de los países occidentales.
En África, la gente todavía piensa que la reparación es importante. No lo tires, aún puedes hacer algo con él.
Bénédicte Kurzen
Sin embargo, los beneficios económicos de esta industria no se distribuyen equitativamente. Los minerales más valiosos extraídos de los desechos electrónicos a menudo no permanecen en Ghana, pero se exportan a fundiciones más avanzadas en Europa o Asia. Doble insulto ¿no? Personas que primero se cubren de "excrementos", y cuando logran sacar algo de ellos haciendo el trabajo sucio, lo que obtienen vuelve a la base nuevamente, limpio y listo para usar.
El coste humano y medioambiental
El costo humano de esta economía es alto. Los trabajadores de residuos electrónicos, muchos de los cuales son niños, estan expuestos a más de 1.000 sustancias químicas nocivas, incluidos plomo, mercurio y retardantes de llama bromados. EL'Organización Mundial de la Salud vincula estas exposiciones con tasas más altas de enfermedades como el cáncer y la diabetes.
La historia de Bernard Akanwee Atubawuna, un joven de 21 años que murió mientras trabajaba con chatarra, ilustra trágicamente los riesgos de este trabajo. A pesar de sufrir anemia falciforme, Bernard no tenía otra alternativa para mantener a su familia.
El impacto se extiende más allá de los vertederos. Los metales pesados se filtran al suelo y al agua, lo que tiene profundos efectos en las comunidades locales. Son muchas las comunidades que se han paralizado debido a los efectos devastadores de los gases venenosos que se inhalan. ¿Cómo evolucionará el fenómeno?
Hacia un futuro sostenible
La historia de los desechos electrónicos en Ghana es un poderoso recordatorio de las consecuencias ocultas de nuestro consumo de tecnología. Cada dispositivo que tenemos en nuestras manos tiene un coste que va mucho más allá del precio de compra.
Kurzen reflexiona:
Estos dispositivos que tenemos en nuestras manos tienen un costo para alguien, en algún lugar del mundo. Nada es gratis.
Mientras seguimos disfrutando de los beneficios de la tecnología, es imperativo repensar nuestra relación con los dispositivos electrónicos. Sostenibilidad, reparabilidad y la responsabilidad ampliada del productor debe convertirse en prioridad, no sólo para proteger el medio ambiente, sino también para salvaguardar las vidas de personas como Emmanuel y Bernard.
Ghana nos muestra tanto los peligros como las oportunidades ocultas en nuestros desechos electrónicos. Depende de nosotros convertir esta crisis en una oportunidad para un futuro más equitativo y sostenible.