Había una vez un golpe militar. Un puñado de "amapolas altas" con estrellas y armas, una invasión de lugares de poder, la destitución de los dirigentes en el cargo. En definitiva, todo el kit que conoces. Hoy los dictadores prefieren el camino de la falsa democracia, que es mucho más sutil y eficaz.
Un equipo de investigadores de la Universidad de California analizó cómo los regímenes autoritarios están perfeccionando el arte del engaño democrático, creando un sistema que utiliza las instituciones internacionales para legitimar su poder. Es una transformación que está cambiando las reglas del juego político global. Y tal vez ya haya desencadenado una peligrosa "competencia" que está volviendo "competitivas" incluso a las "verdaderas" democracias en una carrera hacia el fondo de la sociedad.
Las nuevas caras de la falsa democracia
laInstituto UC sobre Conflicto Global y Cooperación (IGCC) ha elaborado tres estudios esclarecedores, publicado en Examen de las organizaciones internacionales. La investigación, liderada por Emilie Hafner-Burton e Christina Schneider, revela cómo los regímenes autoritarios se están convirtiendo en maestros en la manipulación del sistema internacional.
Lauren Prather, profesor asociado de Escuela de Política y Estrategia Global, destaca un punto crucial: cuando los ciudadanos pierden la confianza en el proceso electoral, comienzan a cuestionar la legitimidad de los representantes electos y de las instituciones. Esta erosión de la confianza puede tener consecuencias devastadoras, como se ha demostrado (pero este es sólo un ejemplo) desde la insurrección del 6 de enero de 2021 en Estados Unidos.
Falsa democracia: el ascenso de los vigilantes de zombis
el primer estudio revela un fenómeno inquietante: el de Observadores electorales “zombis”, organizaciones que “supervisan” y validan elecciones descaradamente fraudulentas. Su presencia ha aumentado espectacularmente: del 23% de las elecciones en 2000 al 40% en 2020.
Cristina Cottiero e Sara Bush analizó 141 organizaciones de seguimiento electoral. El resultado es desconcertante: estos observadores falsos a menudo contradicen deliberadamente los resultados de los observadores legítimos.
Un ejemplo emblemático es la elección parlamentaria deAzerbaiyán en 2020: mientras que elOSCE denunciaron la falta de competencia real, los observadores de la Comunidad de Estados Independientes elogiaron el proceso como “competitivo y libre”. Otros ejemplos de la deriva están presentes. en el segundo estudio. El tercer estudio, dirigido por Hafner-Burton, Schneider e Jon Pevehouse, analiza 48 organizaciones regionales de mayoría autoritaria entre 1945 y 2015. El descubrimiento es deprimente: muchas adoptan políticas de "buena gobernanza" puramente cosméticas, pero en la práctica aplican modelos de falsa democracia.
Organizaciones comoUnión Africana, por ejemplo, adoptan mandatos formales para apoyar los derechos humanos y luchar contra la corrupción, pero estos siguen siendo simbólicos o sólo se aplican a Estados no miembros. Curiosamente, estas políticas A menudo se adoptan bajo presión de socios democráticos como la Unión Europea., pero tienen poco efecto práctico en la mejora de la gobernanza.
Democracias occidentales: una llamada de atención
Me preocupa especialmente cómo están surgiendo algunos signos de esta erosión democrática incluso en democracias occidentales consolidadas. No estamos inmunes al riesgo de una "falsificación democrática". Observamos cada vez con mayor frecuencia fenómenos preocupantes: la concentración de propiedad de los medios En pocas manos, la censura en las redes sociales. disfrazado de “verificación de hechos”, manipulación de información a través de algoritmos opacos.
Incluso en nuestras democracias, la libertad de expresión se está viendo afectada presiones sutiles pero constantes, a menudo justificado con la necesidad de luchar contra la "desinformación".
El futuro de la democracia está en juego
Estos estudios deIniciativa sobre el futuro de la democracia pintan un cuadro inquietante. Los regímenes autoritarios han desarrollado un sofisticado manual operativo que convierte las instituciones democráticas en herramientas para socavarlas. Esteban Haggard, Profesor deUniversidad de california, destaca cómo estas acciones contra el poder judicial o la integridad del sistema electoral son más difíciles de detectar y contrarrestar que los golpes tradicionales.
Me parece claro que proteger la democracia requerirá un replanteamiento fundamental de los enfoques tradicionales (algunos ofertas incluso el advenimiento de una “superdemocracia”). El desafío del futuro será desarrollar nuevas estrategias para contrarrestar estas formas sutiles pero poderosas de subversión democrática.