La ciencia acaba de retroceder en el tiempo (otra vez) 32.400 años. Un equipo de investigadores acaba de presentar los resultados de un nuevo estudio (lo enlazo aqui) sobre un ejemplar de rinoceronte lanudo perfectamente conservado en el permafrost siberiano. Y los descubrimientos realizados nos ofrecen una visión sin precedentes de la vida durante la Edad del Hielo.
Rinoceronte lanudo: un gigante del pasado que surgió del hielo
En el corazón de la República de Sajá, en el Lejano Oriente ruso, el verano de 2020 deparó al mundo científico una sorpresa extraordinaria. A orillas del río Tirekhtyakh, el permafrost ha liberado su tesoro: el cadáver congelado de un rinoceronte lanudo, apodado “rinoceronte Abyisky” en honor al distrito donde fue encontrado. Este fósil viviente, permaneció atrapado en el hielo durante más de 32 milenios, ha conservado gran parte de sus tejidos blandos, piel e incluso pelaje. Un descubrimiento increíble, que permitió a los investigadores estudiar la anatomía de esta especie extinta con un detalle nunca antes visto.
Adolescentes prehistóricos y dónde encontrarlos.
El análisis del rinoceronte lanudo reveló que probablemente se trataba de un ejemplar joven no tener más de 4,5 años al momento de su muerte. Su pelaje, corto y relativamente claro, es típico de los individuos jóvenes, en contraste con el pelaje más grueso y oscuro de los adultos. Pero la verdadera sorpresa se escondía entre los filamentos de lana: los investigadores descubrieron rastros de diminutos crustáceos parásitos, llamados pulgas de agua. Estos organismos, actualmente ausentes en la región, nos hablan de un ambiente muy diferente al actual.
¿Rinoceronte lanudo o dromedario? Una sorpresa evolutiva
El rinoceronte Abyisky reservó un descubrimiento sensacional para los científicos: una joroba de grasa en la espalda, nunca antes vista en esta especie. Esta característica anatómica (similar a la del mamut lanudo) puede haber jugado un papel crucial en la supervivencia de estos gigantes prehistóricos. La joroba pudo haber funcionado como un aislante térmico natural, protegiendo al animal de las temperaturas extremas de la Edad del Hielo. O puede haber sido una reserva de energía para tiempos de escasez de alimentos. En cualquier caso, este descubrimiento nos muestra cuánto nos queda por aprender aún sobre las estrategias de supervivencia de las especies extintas.
Una oportunidad única para la ciencia
El rinoceronte lanudo de Abyisky ya está el sexto ejemplo bien conservado encontrado en la República de Sakha desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Cada nuevo descubrimiento es una valiosa oportunidad para ampliar nuestro conocimiento sobre estos animales que alguna vez dominaron las llanuras del norte de Eurasia. El descubrimiento se suma a otros hallazgos excepcionales en la región, incluidos mamuts, lobos, leones cavernarios y aves. El permafrost (para bien e en lo malo) está demostrando ser un verdadero “cambio de juego” para los estudiosos, al preservar en el hielo testimonios únicos del pasado de nuestro planeta.
Una carrera contra el tiempo
A medida que el cambio climático acelera el derretimiento del permafrost (ya sabes algo sobre eso) el “banco” de semillas de Svalbard.), los científicos se enfrentan a una situación paradójica. Por un lado, el deshielo podría sacar a la luz nuevos especímenes fósiles, ofreciendo oportunidades de estudio sin precedentes. Por otro lado, una vez expuestos a los elementos, estos hallazgos corren el riesgo de degradarse rápidamente y perder para siempre la valiosa información que contienen. Es una auténtica carrera contra el tiempo, en la que los investigadores deben actuar rápidamente para recuperar y preservar estos tesoros del pasado antes de que sea demasiado tarde.
Evidentemente, el descubrimiento también es un vistazo al futuro. Nos recuerda lo frágil que es el equilibrio de nuestro planeta y lo importante que es preservar la biodiversidad que aún nos rodea. Porque, quién sabe, dentro de 32.000 años, pueden ser nuestros descendientes los que estudien con asombro los restos helados de nuestra era, intentando comprender cómo vivíamos y por qué permitimos que tantas especies se extinguieran ante nuestros ojos. El rinoceronte lanudo, desde su lecho de hielo, nos susurra que el tiempo es precioso.