Imagínese poder encender las luces en Europa utilizando la energía producida en América del Norte, o viceversa. Podría hacerse realidad gracias a un ambicioso proyecto transatlántico. El Nacido-L, un cable submarino de 3.500 km de longitud que puede cambiar el rostro de las energías renovables y la dinámica geopolítica global, creando un puente energético sin precedentes entre dos continentes. Pero ¿cuáles son las implicaciones de un proyecto tan audaz? ¿Y cómo podría afectar el futuro de la energía y la seguridad internacional?
Un ambicioso sueño transatlántico
Il Proyecto OTAN-L (North Atlantic Transmission One Link) tiene como objetivo crear una potente conexión eléctrica transatlántico entre Norteamérica y Europa. Este sistema de 6GW estaría formado por pares de cables que se extenderían aproximadamente 3.500 kilómetros a través del Océano Atlántico Norte. Como sujeto "neutral" actúa, por supuesto, un país neutral: Irlanda, que parece estar exactamente en la frontera. Las indiscreciones, de hecho, provienen del periódico local. Independiente irlandés. ¿Como promotor? Un “hombre puente” natural: el veterano energético franco-británico Laurent Ségalen, que ya intentó construir otro interconector entre Gales e Irlanda, pero fracasó. Y ahora vuela un poco más bajo, aunque tiene grandes sueños.
"Es sólo un cable del diámetro de una pizza", dice Segalen, uno de los fundadores del proyecto, destacando la simplicidad física de la infraestructura en contraste con su escala revolucionaria.
Bromas aparte, NATO-L representa mucho más que una simple conexión eléctrica. El proyecto se considera una forma de fortalecer la seguridad energética entre los miembros de la OTAN en un momento en que la energía se utiliza cada vez más como arma. “Si hablo con Alemania, por ejemplo, son muy sensibles al aspecto militar y de forma positiva. Este interconector tiene muchos aspectos positivos”, explica Segalen.
Un proyecto con alcance global
La OTAN-L permitiría enviar electricidad en ambas direcciones a través del Atlántico. Esto significaría que Europa podría enviar energía a América del Norte por la noche, cuando la demanda aquí es baja pero allí todavía es de día y la demanda es alta. Funcionaría a la inversa durante las horas del día en Europa.
Retos y oportunidades
El proyecto, estimado entre 20 y 40 mil millones de euros, no está exento de desafíos. Los fundadores esperan comenzar a recaudar fondos a finales de este año para financiar los primeros tres años de planificación e investigaciones. Simón Ludlam, cofundador del proyecto con amplia experiencia en el sector energético, destaca la importancia de una apuesta transatlántica, al igual que el cable, para proporcionar apoyo público. “Cualquier interconexión necesita apoyo público. Hay mucho interés, mucha curiosidad al respecto. Estamos manteniendo conversaciones interesantes a un nivel relativamente alto”.
Por supuesto, la OTAN-L plantea interesantes cuestiones geopolíticas. Aunque el nombre sugiere un vínculo con la OTAN, los fundadores insisten en que el proyecto tiene múltiples facetas positivas que van más allá del aspecto militar. ¿Confiamos? Curiosamente, no se aceptará financiación de inversores chinos o rusos, porque esto socavaría la premisa básica del proyecto, que es reforzar la seguridad energética. En otras palabras, no hay guerra, pero tampoco paz.
Un puente transatlántico que mira hacia el futuro
Si se construye (y el pasado nos dice que ciertos puentes, o ciertos túneles, son Más hijos de la historia que de la sabiduría.), OTAN-L representaría un punto de inflexión en la gestión de las energías renovables a escala global. Podría facilitar una mejor distribución de la energía, reducir el desperdicio y aumentar la eficiencia. Sin embargo, quedan preguntas cruciales. ¿Cómo afectará este proyecto a las relaciones internacionales? ¿Cuáles serán las implicaciones para los países no pertenecientes a la OTAN? ¿Y cómo encaja este proyecto en el contexto más amplio de la lucha contra el cambio climático?
Conclusión
El proyecto OTAN-L representa una visión audaz para el futuro de la energía. Promete revolucionar la forma en que pensamos sobre la energía y la seguridad, y plantea cuestiones importantes sobre cómo equilibrar las preocupaciones geopolíticas con la necesidad de un futuro energético más sostenible, no sólo por el vínculo “transatlántico” entre América del Norte y el bloque continental europeo. . ¿El futuro de la energía y la geopolítica estará finalmente más interconectado o fragmentado? ¿O tal vez ambos? Una fase intermedia de nueva fragmentación (con la globalización poniendo fin a su atronadora explosión) y luego, lentamente, un acercamiento. Esperemos que todo esto no se manifieste a través de conflictos globales.
Esperemos que, de ser así, la OTAN-L sea sólo uno de los muchos puentes energéticos que unen al planeta en una nueva era de colaboración energética global.