A Japón siempre le ha gustado la fermentación: desde el sake hasta la salsa de soja, este país ha elevado la "podredumbre controlada" a una forma de arte. de 5000 años. Ahora, gracias a un veterinario visionario, está aplicando esta antigua ciencia a un problema muy moderno: el desperdicio de alimentos.
Koichi Takahashi No es el típico héroe medioambiental. No lo encontrará protestando frente a las fábricas ni encadenándose a los árboles. Su campo de batalla es mucho más prosaico: una serie de enormes cubas hirvientes que, a primera vista, podrían parecer las calderas del infierno. Pero no se deje engañar por la apariencia. Lo que está sucediendo aquí podría ser la clave para resolver algunos de los problemas más apremiantes de Japón.
Y todo empieza con las sobras de tu almuerzo.
De residuos a recursos: la magia del biogás
Imagina poder coger todos los desperdicios de comida de una ciudad (todo, ¿eh? Desde cáscaras de plátano hasta sándwiches caducados) y convertirlos en algo útil. Para Takahashi, es la rutina diaria.
En su sistema, el Centro de ecología alimentaria de Japón, cada día Llegan aproximadamente 40 toneladas de desperdicios de alimentos. Lo que antes habría acabado en un vertedero o en una incineradora ahora se transforma en dos recursos preciosos: pienso para cerdos y biogás.
El proceso es una mezcla fascinante de ciencia de vanguardia y sabiduría antigua. Los desechos se pican, se esterilizan y luego se fermentan en enormes tanques. ¿El resultado? Ecoalimentación. Un líquido que parece yogur agrio (no me pidas que lo pruebe) que les encanta a los cerdos, que cuesta la mitad que el pienso tradicional y cuyo proceso de producción genera un 70% menos de emisiones de gases de efecto invernadero. ¿Y luego qué?
Un problema, dos soluciones
Como se ha mencionado, además de la alimentación animal, también se obtiene biogás. En tanques aún más grandes, los desechos que son demasiado grasos o salados para los cerdos se convierten en metano y luego en electricidad. 528 kW de potencia eléctrica al día.
Suficiente para abastecer de energía a 1.000 hogares. ¿Y el residuo sólido? Se convierte en un fertilizante rico en nutrientes para la agricultura. Como dice el propio Takahashi, con un orgullo que se trasluce claramente en su voz: “Nada se desperdicia”.
¿La clave del éxito? Piensa como un microbio
La fermentación es un proceso que Japón ha perfeccionado durante milenios. Y desde el siglo pasado, los científicos japoneses también han comenzado a ver las bacterias “como laboratorios vivientes”. Su lema es "cultivar bacterias buenas para expulsar a las malas".
Este enfoque único permitió a Takahashi convertir lo que muchos consideraban un problema insoluble en una oportunidad. “Quería construir un modelo de proyecto para la economía circular”, dice con la pasión de quien ha dedicado su vida a una idea.
De los residuos a la mesa: el ciclo se cierra
La verdadera prueba del pudín, como dicen, está en comerlo. Y en este caso el pudín es un cerdo. O mejor dicho, su carne.
Los cerdos alimentados con pienso ecológico Takahashi producen una carne que, según muchos, es superior a la carne tradicional. No tienes que creer en mi palabra: a la gente le gusta lo dice. Dan Kawakami, un agricultor que utiliza pienso Takahashi desde 2006. Y los consumidores parecen estar de acuerdo: las ventas de esta “carne de menor impacto” han superado los 350 millones de yenes al año. Eso sí, si tuviera aún menos impacto en la salud sería lo mejor: hacerlo bien para consumir menos.
Un modelo para el futuro
El éxito de la Centro de ecología alimentaria de Japón demuestra que la sostenibilidad no tiene por qué ser una carga económica. Su centro genera ganancias y está orientado a la comunidad. No patentó su tecnología, permitiendo que otros la replicaran. Hoy en día, su método se utiliza en todo Japón, produciendo más de un millón de toneladas de piensos ecológicos al año.
Al entrar en la empresa de Takahashi, lo primero que llama la atención es el olor. O mejor dicho, su ausencia. En lugar del hedor acre que uno esperaría de una planta de tratamiento de residuos, el aire tiene un vago olor a batido.
Es un detalle aparentemente insignificante, pero resume la esencia de la visión de Takahashi. En un país que importa la mayor parte de sus alimentos y piensos para el ganado y que gasta miles de millones cada año en incinerar residuos, su enfoque ofrece una salida a ambos problemas.
Biogás y ecoalimentación, la revolución silenciosa
Los productos producidos pueden transformar la forma en que Japón (y más allá) piensa sobre los residuos, la energía y los alimentos. Su trabajo demuestra que con un poco de ingenio y la ayuda de unos cuantos miles de millones de bacterias trabajadoras, podemos cambiar la situación. Quizás el futuro no apesta tanto después de todo. Incluso podría oler a batido.