China es cada vez más protagonista en la escena global. Con sus conquistas, sus resultados, y también con sus claroscuros. Un fenómeno particularmente visible en términos de economía verde. El país del Dragón está liderando una revolución verde sin precedentes, construyendo plantas de energía renovable a un ritmo vertiginoso que literalmente supera al resto del mundo. Sin embargo, paradójicamente, China sigue siendo el mayor emisor de CO2 del mundo, con una dependencia del carbón que parece difícil de romper. Un marcado contraste entre la ambición verde y la realidad contaminante que plantea preguntas cruciales sobre el futuro energético y ambiental no sólo de China, sino de todo el planeta.
El auge de las energías renovables: un récord abrumador
Los números hablan claramente: China está construyendo casi el doble de capacidad de energía renovable que el resto del mundo combinado. Según el Monitor Global de Energía, el país actualmente tiene en construcción 339 gigavatios (GW) de capacidad renovable, dividida entre energía eólica y solar. Para poner estas cifras en perspectiva, Estados Unidos, que ocupa el segundo lugar en esta carrera verde, está construyendo sólo 40 GW de capacidad renovable.

Esta expansión sin precedentes de la energía limpia no es casualidad. El Presidente Xi Jinping enfatizó la importancia de “nuevas fuerzas productivas de calidad”, un concepto que incluye la fabricación verde. ¿El resultado? Entre marzo de 2023 y marzo de 2024, China instaló más energía solar que en los tres años anteriores juntos.
Y está en camino de lograrlo. su ambicioso objetivo de instalar 1.200 GW de energía eólica y solar para 2030, y parece destinado a hacerlo seis años antes. Un resultado que, de confirmarse, pondría al alcance del objetivo global de triplicar las energías renovables para finales de la década. Increíble. Y luego está la otra cara de la moneda.

China y el CO2: el récord de emisiones
El impulso hacia la energía limpia choca con otra realidad mucho más oscura. De hecho, a pesar de los avances en el sector de las energías renovables, China sigue firmemente en el primer lugar como emisor mundial de CO2. en 2020, el país liberado a la atmósfera 12,3 millones de toneladas de CO2 equivalente, lo que representa sólo el 27% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Aún más preocupante es el hecho de que estas emisiones seguir aumentando año tras año, en claro contraste con los esfuerzos de reducción implementados por muchos otros países.
Carbón: una “relación tóxica” difícil de romper
La raíz de esta paradoja es la persistente dependencia de China del carbón. A pesar de las enormes inversiones en energías renovables, el país continúa construyendo nuevas plantas de carbón a un ritmo alarmante.
Entre 2022 y 2023 hubo un aumento de cuatro veces en las homologaciones de nuevas centrales eléctricas en comparación con los cinco años anteriores.
Este uso del carbón está motivado por varias razones. Primero, es necesario apoyar un crecimiento económico e industrial que todavía es vertiginoso. En el segundo luogo, Las preocupaciones sobre la seguridad energética pesan mucho, exacerbadas por las tensiones geopolíticas y el deseo de no depender demasiado de fuentes externas. Finalmente, el país enfrenta considerables dificultades técnicas para transmitir energía renovable desde las regiones remotas donde se produce a los centros industriales donde se necesita.
Como resultado? El carbón sigue generando más de la mitad de la electricidad de China. Un hecho que aunque disminuyendo respecto a años anteriores, sigue siendo incompatible con los objetivos de reducción de emisiones.

Proyectos ambiciosos y desafíos titánicos
Ante esta situación, China se ha fijado objetivos "elevados" para el futuro. El país pretende reducir su intensidad de carbono en un 18% y producir el 25% de su energía a partir de fuentes no fósiles para 2030. Más importante aún, China está comprometida alcanzar el pico de emisiones de carbono para 2030 y la neutralidad de carbono para 2060.
Lograr estos objetivos requerirá un esfuerzo hercúleo. Será necesario no sólo continuar con la expansión de las energías renovables, sino también comenzar a desmantelar progresivamente las plantas de carbón existentes. Además, será crucial invertir en tecnologías de almacenamiento de energía y redes de distribución más eficientes para gestionar la intermitencia de las fuentes renovables.
Un dilema global en miniatura
La situación de China representa, de forma amplificada, el dilema que enfrentan muchos países en desarrollo: cómo conciliar la necesidad de un rápido crecimiento económico con el imperativo de reducir las emisiones de CO2. China, con su escala y peso económico, se encuentra en una posición única para demostrar si es posible esta cuadratura del círculo y cómo.
El éxito o el fracaso de China a la hora de resolver su paradoja energética tendrá profundas implicaciones para los esfuerzos globales de mitigación del cambio climático. Si puede demostrar que es posible una transición rápida hacia la energía limpia manteniendo al mismo tiempo un crecimiento económico sólido, podría proporcionar un modelo valioso para otros países en desarrollo.
Por otro lado, si China no logra frenar sus emisiones de CO2 a tiempo, los esfuerzos globales para combatir el cambio climático podrían verse seriamente socavados, dada la escala de las emisiones de China.
China y el CO2: un futuro en juego
El caso de China ilustra vívidamente la complejidad de la lucha contra el cambio climático. No basta con invertir masivamente en energías renovables; Necesitamos un enfoque holístico que aborde todas las fuentes de emisiones de CO2 y considere las realidades económicas y políticas de cada país.
El mundo ve los esfuerzos de China en el campo de las energías renovables con una mezcla de admiración y preocupación. Como dicen por esos lares, "Donde hay gran amor, siempre hay milagros". Queda por ver si el gigante asiático podrá demostrar a tiempo su amor por el medio ambiente. Y, sobre todo, domar a tiempo su apetito por el carbón para evitar consecuencias catastróficas para el clima global.