Dinamarca está a punto de dar un paso sin precedentes en la lucha contra el cambio climático. A partir de 2030, los agricultores tendrán que pagar un impuesto al carbono de unos 95 euros por vaca. Una medida sorprendente que pretende reducir las emisiones del sector agrícola, pero que ya está levantando polémica. ¿Cómo funcionará este impuesto y cuáles serán sus implicaciones para la industria láctea y el clima?
Un impuesto pionero
El gobierno de coalición danés él simplemente estuvo de acuerdo introducir el primer impuesto al carbono del mundo en la agricultura. Una decisión histórica, que forma parte de un plan más amplio que incluye una inversión de 3,7 millones de dólares en medidas medioambientales, como la reforestación y la creación de humedales.
El canciller Lars Lokke Rasmussen Se determina:
Con el acuerdo de hoy, estamos invirtiendo miles de millones en la mayor transformación del paisaje danés de los últimos tiempos. Al mismo tiempo, seremos el primer país del mundo en aplicar un impuesto al carbono en la agricultura.
Cómo funcionará el impuesto
El impuesto al carbono entrará en vigor en 2030 y ascenderá inicialmente a unos 40 euros por tonelada de CO2 equivalente emitido por la ganadería. Esta cantidad aumentará a 100 euros en 2035. Agricultores se beneficiará de una desgravación fiscal del 60%. En términos simples, esto significa que efectivamente pagarán 17 dólares por tonelada en 2030, cifra que aumentará a 43 dólares en 2035.
Teniendo en cuenta que una vaca lechera danesa emite una media de 5,6 toneladas de CO2 equivalente al año, los agricultores tendrán que pagar alrededor de 93 euros por vaca en 2030, cifra que aumentará hasta unos 220 euros en 2035.
Reacciones mixtas
La industria láctea danesa acogió con cauteloso optimismo el acuerdo y sus objetivos. Peder Tuborgh, director ejecutivo de Arla Foods, el grupo lácteo más grande de Europa, calificó el acuerdo de "positivo", pero destacó que los agricultores que "realmente hacen todo lo posible para reducir las emisiones" no deberían estar sujetos al impuesto.
Por otro lado, algunos agricultores están furiosos, a sólo unos meses de una protesta muy fuerte lanzado en toda Europa. El grupo de agricultores daneses Bæredygtigt Landbrug calificó las medidas como un “experimento aterrador” y expresó su preocupación de que el acuerdo pueda obstaculizar las inversiones agrícolas verdes. Es un riesgo real, debemos reconocerlo honestamente, del mismo modo que las implicaciones de este impuesto al carbono sobre el clima y la economía son reales. Algunos creen que medidas similares combinadas con una renta universal puede salvar el planeta: Sin embargo, no todo el mundo es de esta opinión.
Implicaciones para el clima y la agricultura
La introducción de este impuesto es un intento de abordar el importante impacto de la ganadería en el clima. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, La ganadería representó alrededor del 12% de las emisiones globales en 2015.
Torsten Hasforth, economista jefe del grupo de expertos ecológicos danés concito, explica:
El objetivo del impuesto es impulsar al sector a buscar soluciones para reducir las emisiones. Esto podría incluir cambios en la alimentación del ganado o la adopción de prácticas agrícolas más sostenibles.
Impuesto al carbono agrícola, ¿bueno o malo?
Una disposición de este tipo, por supuesto, está confiada a un destino de claroscuro. Por un lado, un impuesto al carbono podría fomentar la innovación en el sector agrícola, empujando a los agricultores a adoptar prácticas más sostenibles. Por otro lado, existe el riesgo de que ejerza presión sobre los pequeños agricultores y afecte los precios de los productos lácteos. En Italia, un impuesto así provocaría un apocalipsis.
Kristian Hundeboll, director general del grupo DLG, una de las empresas agrícolas más grandes de Europa, ha destacado la importancia de anclar el impuesto al carbono en la legislación de la Unión Europea para mantener la competitividad. Demasiado vago.
¿Un modelo para el futuro?
La introducción del impuesto al carbono sobre el ganado en Dinamarca representa un paso audaz en la lucha contra el cambio climático. Podría servir como modelo para otros países que buscan reducir las emisiones agrícolas, ofrece una oportunidad única para repensar las prácticas agrícolas de manera más sostenible, pero genera preocupaciones entre los agricultores. Y son preocupaciones legítimas.
El camino hacia la agricultura sostenible es complejo, pero necesario. Será necesario un equilibrio entre la protección del clima y el apoyo al sector agrícola, vital para la economía y la seguridad alimentaria. ¿Lo haremos? Una pregunta, o mejor dicho: una pregunta que hay que cultivar.