La pregunta es provocativa pero legítima. Y es la siguiente: ¿las redes sociales tal como las conocemos hoy están destinadas a exacerbar la desinformación, la polarización y la adicción digital de las nuevas generaciones, o aún pueden evolucionar hacia un futuro diferente y mejor?
Si miramos las plataformas dominantes, desde Facebook hasta Instagram y TikTok, el panorama no parece halagüeño.. Algoritmos que favorecen el engagement a toda costa, premiando a menudo contenidos sensacionalistas y divisivos. Feeds bombardeados con spam y contenido descaradamente falso; Mecanismos que impulsan el consumo. compulsivo y acrítico de publicaciones y vídeos.
Quizás, sin embargo, no todo esté perdido. Quizás, pensando fuera de lo convencional y de los modelos de negocio consolidados, podamos intentar imaginar redes sociales alternativas, en las que la cantidad deje espacio a la calidad, la indignación al pensamiento crítico, el frenesí a las relaciones nutritivas. ¿Utopía? No. protopía. No son sueños, son ideas.
La “pudrición cerebral” en la era de las redes sociales: un fenómeno que no debe subestimarse
Empecemos por un hecho: el impacto de las redes sociales sobre salud mental de las nuevas generaciones está cada vez más en el centro del debate público y de las preocupaciones de expertos, educadores y padres. ¿Los efectos de esta hiperconexión? Todo menos positivo. Por un lado, la exposición constante a contenidos no verificados, entradas que provocan ansiedad y teorías conspirador Se corre el riesgo de socavar la capacidad de distinguir la verdad de la falsedad y de desarrollar un pensamiento crítico independiente. Por otro lado, la búsqueda frenética de likes y seguidores puede generar ansiedad, insicurezza y una adicción real, con consecuencias en la salud mental y las relaciones sociales.
No es casualidad que cada vez hablemos más de “pudrición cerebral” (literalmente, "pudrición cerebral") para describir esta erosión de las facultades cognitivas y relacionales vinculada al uso excesivo y acrítico de las redes sociales. Las nuevas generaciones, nacidas y criadas en la era de las redes sociales, son particularmente vulnerables a estas dinámicas. Lo son porque impactan precisamente en el momento en que se forman sus valores, sus opiniones y su visión del mundo.
Repensar las redes sociales: algunas ideas y principios rectores
Ante este escenario, es fácil caer en el pesimismo o en la tentación de demonizar las redes sociales como tales. Pero tal vez deberíamos esforzarnos por ser más constructivos y visionarios: ¿y si el problema no fueran las redes sociales en sí, sino la forma en que fueron concebidas y han evolucionado hasta la fecha? ¿Y si fuera posible repensarlos radicalmente, convertirlos en instrumentos de conexión y enriquecimiento mutuo en lugar de alienación y empobrecimiento intelectual?
Intentemos imaginar algunos principios rectores para las redes sociales alternativas. Dejo dos notas sobre cómo vería plataformas capaces de combinar el potencial de conexión de la red con la necesidad de proteger el bienestar psicológico y el crecimiento cognitivo de los usuarios. ¡Cuéntame tus ideas en los canales de Futuro Prossimo!
De la cantidad a la calidad.
En lugar de perseguir las métricas de participación como un fin en sí mismas (vistas, me gusta, etc.), las nuevas redes sociales deberían premiar la calidad del contenido y las interacciones, favoreciendo las publicaciones razonadas, los debates constructivos y las fuentes verificadas. ¿Por qué no pensar en mecanismos de retroalimentación más sofisticados, que mejoren la originalidad del pensamiento y la profundidad de los argumentos? Las herramientas de análisis de texto con IA ya existen. Nuestro contenido se utiliza para entrenar estos modelos, danos algo a cambio.
De la velocidad a la lentitud.
Contra la tiranía del "todo a la vez", sería necesario redescubrir el valor de la lentitud, la reflexión y el debate sereno. Esperemos introduciendo límites en la frecuencia de publicación, o “salas de descompresión” donde desconectar de la ansiedad de las notificaciones. El objetivo debe ser cultivar relaciones auténticas, no maximizar el tiempo que se pasa en línea.
Del algoritmo a la casualidad.
Los algoritmos que gobiernan las redes sociales actuales tienden a crear burbujas educativas cámara de eco. En la práctica, nos exponen a contenidos cada vez más polarizados y homogéneos, haciéndonos cada vez más intolerantes e incapaces de discutir y conversar. ¿Qué pasaría si en cambio intentáramos introducir elementos de casualidad y descubrimiento aleatorio, reuniendo puntos de vista diferentes e inesperados? Porque la belleza de internet debería ser precisamente la posibilidad de salir de nuestra zona de confort cognitivo.
Del anonimato a la responsabilidad.
Uno de los grandes problemas de las redes sociales es la sensación de impunidad ligada al anonimato o al uso de perfiles falsos, que a menudo conduce a discursos de odio y comportamientos tóxicos. No es casualidad que la plataforma menos "conflictiva" sea LinkedIn, donde cada uno está presente con sus propias características. ¿Por qué no imaginar formas más efectivas de moderación y rendición de cuentas, que hagan a los usuarios responsables de las consecuencias de sus acciones en línea? Sin embargo, incluso sin renunciar a la privacidad, se podrían estudiar la reputación de la comunidad y los mecanismos de autorregulación.
La red social que queremos depende de las ideas que tengamos. SI tenemos alguno.
Las mías son sólo algunas ideas, ciertamente no exhaustivas ni concluyentes. Pero todos tenemos la oportunidad de pensar fuera de lo común, de cuestionar la lógica que se da por sentada en las redes sociales actuales. Necesitamos repensar los modelos de negocios consolidados, superar la resistencia y los intereses creados y abordar cuestiones tecnológicas y regulatorias no triviales. Necesitamos un esfuerzo colectivo de innovadores, formuladores de políticas, educadores y ciudadanos. Vale la pena, porque hay mucho en juego.
Pero ten cuidado. Sólo las soluciones técnicas o regulatorias no son suficientes. Necesitamos un nuevo "contrato social digital", en el que todos asuman tres responsabilidades. ¿Cual? En primer lugar, cultivar una mirada crítica. Segundo, favorecer la calidad de las relaciones y de la información. Tercero, anteponer el interés colectivo a los impulsos individuales.
Si hoy las redes sociales parecen favorecer la superficialidad y la polarización es también porque de alguna manera se lo permitimos, cediendo a la tentación del clamor o del conformismo. ¿Somos capaces de reaccionar?
Lo sé, no hay recetas fáciles. Pero no podemos darnos el lujo de no intentarlo.