En 2010, el futuro parecía un videojuego. La gamificación prometió convertir cada aspecto aburrido de la vida en una aventura emocionante, con puntos, niveles y recompensas. Anti ayuno, hasta 2024: Vivimos en un mundo gamificado, pero en lugar de sentirnos superhéroes, nos sentimos más atrapados que nunca en un bucle infinito de objetivos arbitrarios y recompensas vacías. Cómo llegamos a este punto? ¿Qué salió mal? Sobre todo, ¿podemos todavía presionar el botón de “reinicio” y recuperar el control de nuestras vidas?
Los orígenes de la gamificación: una promesa de productividad feliz
La gamificación no nació de la nada. Tiene sus raíces en una observación aparentemente inofensiva: los videojuegos nos hacen felices incluso cuando trabajamos duro. De hecho: especialmente si trabajamos duro. Jane McGonigal, conocido diseñador de juegos, en su charla TED de 2010 habló de “productividad feliz”, afirmando que los jugadores estaban más felices trabajando duro que relajándose.
Esta seductora idea inició una revolución: ¿por qué no aplicar los principios de los videojuegos a la vida real? El objetivo era ambicioso: hacer del mundo un lugar mejor a través del juego.
El triunfo inicial: cuando todo parecía un juego
A principios de la década pasada, la gamificación parecía la panacea para todos los males. Educación, trabajo, salud, fitness: no había ámbito que no pudiera "gamificarse". Las empresas adoptaron sistemas de puntos e insignias, las aplicaciones de fitness nos hicieron competir con amigos y extraños, incluso la meditación se convirtió en una cuestión de objetivos.
¿Éxito inicial? Innegable, si no te dabas cuenta estabas en otro planeta. En medio del auge de la gamificación, la gente parecía más motivada, más involucrada y más productiva. ¿Dije “parecían”? Sí. Lo dije. Debajo de la superficie, era evidente que algo iba mal.
¿Juego o manipulación?
La gamificación, decía, estaba conquistando el mundo: sin embargo, en cierto momento empezaron a escucharse las primeras voces críticas. Adrián Hon, autor del elocuente “Te han jugado“, fue uno de los primeros en advertir contra las promesas exageradas de la gamificación. ¿La principal crítica? Sencillo: la gamificación no tenía nada que ver con los juegos reales. La gamificación era algo muy serio. Pero no fue lo que todos pensaban.
Muchas de las afirmaciones hechas sobre la capacidad de los juegos para transformar los comportamientos de las personas y cambiar el mundo fueron completamente exageradas.
Adrián Hon, escritor y diseñador de juegos. “Gamificador” arrepentido.
Gamificación, de ángel a demonio
Con el paso del tiempo, para muchos quedó claro que la gamificación se estaba convirtiendo en una herramienta de control, más que de liberación. Las empresas lo utilizaron para obligar a los empleados a trabajar más duro, las aplicaciones de citas lo utilizaron para mantener enganchados a los usuarios, las redes sociales (probablemente el peor ejemplo y el más perjudicial para nosotros) lo explotaron. para manipular nuestro comportamiento.
Ian Bogost, Diseñador de juegos y crítico, no se anda con rodeos. Para él la gamificación es una “tontería”, una chorrada. Una estrategia de persuasión a la que no le importa la verdad. La promesa de mejorar el mundo se ha convertido en un mecanismo para hacernos más dóciles y controlables.
La ciencia detrás del engaño
La gamificación se basa en principios de la psicología del comportamiento que se remontan a experimentos de BF Skinner sobre el aprendizaje por refuerzo. La idea es simple: recompensar los comportamientos deseados y la gente los repetirá. Pero esta visión mecanicista del ser humano esconde peligros.
Sebastián Deterding, investigador en el campo, destaca cómo No existe evidencia científica sólida de la efectividad de la gamificación. La teoría ha perdido gran parte de su prestigio entre los académicos en 2022, después de un metaanálisis de estudios anteriores. Lo que funciona en un contexto puede fracasar estrepitosamente en otro. Y lo que puede fallar, amigos míos, a menudo falla. Dejando los pedazos en el suelo.
El precio de la gamificación
Hoy vivimos en un mundo donde cada aspecto de nuestras vidas está potencialmente "gamificado". Alcanzamos el objetivo de nuestros pasos diarios completando anillos de colores en nuestros relojes inteligentes, plantamos árboles virtuales para ser más verdes, buscamos me gusta y corazones en las redes sociales. Y todo esto lo pagamos caro.
El sentimiento generalizado es el de estar atrapados en un juego que no elegimos, con reglas que no establecimos. Sufrimos pasivamente la noticia y la realidad, o por el contrario exageramos ansiedades y peligros. La gamificación, en lugar de liberarnos, nos ha convertido en NPC (personajes no jugadores) de nuestras propias vidas. ¿Qué podemos hacer para salir de esta espiral?
Más allá de la gamificación: recuperar el control
La respuesta podría ser paradójica: volver a los videojuegos reales. En serio, puede parecer contradictorio, pero tal vez sea cierto. Quizás realmente sea hora de jugar mejores juegos.
Los juegos reales ofrecen lo que la gamificación prometió pero nunca cumplió: una sensación de control sobre nuestro destino. Quizás, al redescubrir el valor del juego auténtico, podamos recordar lo que significa ser verdaderamente protagonistas de nuestras vidas. El futuro post-gamificación sólo puede llegar a través del juego puro. Individuales, sociales. La libertad de hacer girar una rueda, dejando de correr dentro de ella como los hámsteres.
La gamificación nos mostró el poder de los juegos y luego lo puso en nuestra contra. ¿Y ahora? La pregunta es crucial: ¿podemos imaginar un futuro en el que la tecnología nos empodere sin controlarnos? El desafío del futuro será crear sistemas que respeten nuestra autonomía, que nos motiven sin manipularnos, que nos hagan más humanos en lugar de convertirnos en autómatas en busca de la próxima recompensa virtual.