¿Quieres ver una película que cambia cada vez que la miras? No, no será necesario tomar sustancias psicotrópicas para conseguir el efecto. Estoy hablando de una tecnología decididamente más "material" y potencialmente revolucionaria: la inteligencia artificial generativa aplicada al cine. ¿Idea loca? ¿Brillante? ¿Un experimento? ¿Algo inevitable? Es difícil decirlo, pero el primer paso hacia este futuro de ciencia ficción (o distópico, según se mire) ya se ha dado. Para ser precisos, el director lo hizo. gary hustwit con su documental “Eno” dedicado al ícono musical Brian Eno (hablamos de ello aquí). Una película que, gracias a la IA, tendrá 52 quintillones de versiones diferentes. Prácticamente un infinito, uno diferente para cada espectador presente y futuro.
¿Estás listo para sumergirte en este mundo de infinitas posibilidades narrativas? ¿O prefiere la vieja y tranquilizadora certeza de una película que, para bien o para mal, siempre sigue siendo la misma? Sigue leyendo y luego cuéntanos tu opinión.
52 quintillones de versiones de un documental. ¿Y quién los cuenta?
Comencemos con los hechos: "Eno" es un documental "generativo" que promete ofrecer un retrato en constante cambio de la figura legendaria de Brian Eno, genio musical y experimentador visionario. La idea del director Gary Hustwit es utilizar la IA para reorganizar escenas, entrevistas y materiales de archivo en un nuevo flujo cada vez, creando así una miríada de versiones únicas de la película.
¿Cuantos exactamente? Bueno, según Hustwit, la friolera de 52 quintillones. Has leído bien: quintillones, no millones ni miles de millones. Un número tan grande que desafía la comprensión humana. Un quintillón es un billón de billones. Sólo uno.
En definitiva, una cantidad de variaciones tan amplia que garantiza que ningún espectador volverá a ver el mismo documental, a menos que esté en la misma sala que otra persona. Una perspectiva que marea, de eso no hay duda. Y eso plantea más de una pregunta sobre la viabilidad técnica y conceptual de la operación.
Y no. Un documental mitad genial, mitad inquietante
Seamos realistas: más allá de las perplejidades, hay algo fascinante en la idea de una película que se renueva constantemente, que ofrece una experiencia siempre nueva y sorprendente. Un poco como esos libros de juegos (¿los recuerdas?) en los que eliges el camino narrativo, pero multiplicado a la enésima potencia.
También hay algo de democrático y participativo, si queremos: cada espectador tendrá "su" película, diferente a la de los demás. Una obra única e irrepetible, hecha a su medida por la inteligencia artificial. Una especie de milagro tecnológico que parece materializar el sueño de todo cinéfilo: el de tener una relación personal y privilegiada con el cine.
¿Todo bien entonces? No. También hay algo inquietante en todo esto. La idea de que un algoritmo puede manipular una obra de arte a voluntad, distorsionando su estructura y significado original. La sospecha de que detrás de la aparente unicidad de la experiencia hay en realidad una homologación subyacente, dictada por la lógica inescrutable de una máquina.
Y luego, seamos realistas: ¿qué pasa con el papel del autor en todo esto? Si un documental o una película se pueden desmontar y volver a montar sin cesar, ¿tiene todavía sentido hablar de "visión del director"? ¿O el director se convierte en una especie de programador, que simplemente introduce los datos correctos y se los deja a la IA?
No es fácil de aplicar en cualquier lugar.
Déjame ser claro: Estas preguntas no pretenden ser una crítica preventiva al proyecto de Hustwit. De hecho, la experimentación y la innovación son bienvenidas en un campo como el cine, que siempre ha sabido reinventarse a través de las tecnologías.
Y además hay que admitir que un documental como "Eno", dedicado a un artista polifacético y experimental como Brian Eno, parece el tema ideal para un experimento de este tipo. Quién sabe, tal vez el carácter fluido y siempre cambiante de la película acabe reflejando a la perfección el espíritu cambiante e innovador de su protagonista.
Es mucho más difícil imaginar una aplicación de esta técnica a otros géneros cinematográficos. Quiero decir, ¿te imaginas un “Vengadores” donde una IA reorganiza aleatoriamente las escenas de acción y el diálogo? (Alguien predijo esto. Como los propios directores de los Vengadores). ¿O un viejo thriller hitchcockiano en versión generativa en el que el suspense se redosifica constantemente mediante un algoritmo travieso? Aquí estás.
En conclusión: vale, la idea de la película “generativa” es intrigante y estimulante. Pero tal vez esté destinado a seguir siendo un nicho experimental, en lugar de una revolución destinada a abrumar a todo el mundo del cine. O al menos eso es lo que diría el sentido común.
Sin embargo, el sentido común a veces falla
¿Cuántas veces el sentido común ha demostrado ser un pésimo consejero a la hora de predecir el futuro? ¿Cuántas innovaciones que parecían absurdas o inaplicables resultaron disruptivas e imparables?
Pensemos en el cine: cuando los Lumière proyectaron sus primeras imágenes en movimiento, hubo quienes las descartaron como un juguete sin futuro. Si hubiera existido Facebook, habría estado lleno de fenómenos criticando a los hermanos famosos. Y en cambio, en pocos años, ese "juguete" conquistó el mundo, dando vida a un arte y una industria sin precedentes.
La idea del documental generativo puede parecer una broma, una provocación como fin en sí misma. O tal vez simplemente se haya adelantado a su tiempo, como suelen ocurrir las intuiciones visionarias.
Quizás dentro de unos años nos encontremos comentando películas en constante cambio, hechas a medida para nosotros por la inteligencia artificial. Nos los contaremos como lo hacemos cuando intercambiamos la emoción de un regalo: "¿qué historia te pasó?". Y quizá parezca lo más normal del mundo, igual que hoy parece normal ver una película en un smartphone o elegir entre miles de títulos en una plataforma de streaming.
O tal vez no.
Quizás el cine "tradicional" resista este último asalto tecnológico, gracias a su capacidad de crear historias y personajes inmortales, capaces de quedar grabados en la memoria colectiva más allá de las modas y las innovaciones.
¿Quién puede decir? Lo único seguro es que el documental de Hustwit sobre Brian Eno representa un experimento valiente y estimulante que vale la pena seguir con atención. Incluso sólo para descubrir cuántas de sus 52 quintillones de versiones podremos ver antes de que nuestro cerebro analógico se vuelva loco. (Spoiler: yo no más de dos).
Tengo curiosidad por ver “Eno” y entender si será el comienzo de una nueva era cinematográfica o simplemente una provocación inteligente. Y tú, ¿Que piensas? ¿Estás listo para sumergirte en una película que nunca volverá a ser la misma?
Cuéntanoslo en los comentarios de nuestras redes sociales y prepara las palomitas: pase lo que pase, el espectáculo está garantizado.