El dolor tiene muchas (demasiadas) caras y cambia de persona a persona. Hay quienes se sientan durante horas tatuándose el brazo sin inmutarse, y hay quienes no soportan ni la incomodidad de un pinchazo. La subjetividad del dolor siempre ha sido un intrincado enigma para los médicos, especialmente cuando tratan con pacientes que sufren dolor crónico.
Hoy un grupo de neurólogos ha dado un paso importante: han utilizado señales del cerebro de una persona para "ver" y sobre todo "predecir" la intensidad del dolor que siente y puede sentir. Un pequeño, muy pequeño estudio que no tiene precedentes en la historia del Hombre. La revista Nature Neuroscience lo publicó, y lo enlazo aqui.
No sé si está claro: hay pistas concretas en las ondas cerebrales que podrían medir objetivamente la intensidad del dolor y la diferencia de intensidad entre el dolor crónico y el agudo.
El observatorio del dolor crónico
El trabajo es parte de una investigación clínica más amplia, cuyo objetivo es desarrollar una terapia de estimulación cerebral personalizada para brindar alivio a cientos de millones de personas que viven con dolor crónico.
Una condición igual, si no superior, a la de otras enfermedades comunes como la diabetes, la depresión y la hipertensión.
El estudio
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores dirigidos por Prasad Shirvalkar, neurólogo del Instituto de Neurociencia del Pacífico en California, involucró a cuatro personas con dolor incontrolable a largo plazo. Tres de ellos se estaban recuperando de un derrame cerebral y uno padecía el síndrome del miembro fantasma.
Hay que subrayar que estos pacientes habían agotado todas las opciones terapéuticas y para ellos la cirugía cerebral era el último recurso.
Cada uno de ellos (sólo 4 pacientes en total) se sometió a una estimulación cerebral profunda, un procedimiento médico que funciona como un marcapasos para el cerebro. El equipo médico implantó electrodos en áreas específicas para detectar y registrar la actividad eléctrica de dos regiones del cerebro asociadas con el dolor crónico o agudo: la corteza cingulada anterior y la corteza orbitofrontal.
Un mapa “doloroso”
En los seis meses posteriores a la intervención, los participantes respondieron encuestas sobre la gravedad y calidad de su dolor agudo o crónico.
Poco después, presionaron un control remoto y literalmente usaron los electrodos implantados para tomar una "imagen" instantánea de su actividad cerebral. Luego, una computadora utilizó las grabaciones y las respuestas de la encuesta para crear modelos de calificación. En definitiva, asignar una puntuación de gravedad del dolor a cada paciente.
Dolor crónico y agudo: ver para creer
Los investigadores encontraron que la actividad cerebral registrada difería entre el dolor crónico y el agudo. Los signos de dolor crónico se asociaron más fuertemente con cambios en el comportamiento de las neuronas en el corteza orbitofrontal.
Por otra parte, el corteza cingulada anterior, bien conocido por su papel en la percepción y el procesamiento del dolor en todo el cuerpo, se encontró más asociado con el dolor agudo.
Esto esencialmente confirma que el dolor crónico no es una versión más duradera del dolor agudo: sigue circuitos completamente diferentes.
Próximos pasos
Comprender las diferencias neurológicas entre los diferentes tipos de dolor podría allanar el camino para terapias de estimulación cerebral personalizadas para las formas más graves de dolor. Terapias que podrían ayudar a manejar los casos más difíciles de dolor crónico, particularmente aquellos debidos a accidentes cerebrovasculares o lesiones cerebrales traumáticas.
Claramente se necesita precaución. El estudio se realizó en una muestra muy pequeña, solo 4 individuos. Los autores del estudio planean aumentar el número de participantes a 6 en el próximo ensayo y luego expandirlo a 20 o 30 pacientes en una fase posterior.
¿Por qué tan pocos? Porque es necesario hacer un implante cerebral, y no es broma: son procedimientos y dispositivos que implican riesgos, hay que decirlo claramente.
En el futuro, tecnologías no invasivas como la electroencefalografía y la resonancia magnética funcional, u otras tecnologías, permitirán el uso de dispositivos portátiles capaces de monitorear las ondas cerebrales. Como en Harry Potter llevaremos un sombrero que "nos dirá" lo que estamos sintiendo.
¿Magia? No. Investigación.