Considero un excelente punto de partida para la reflexión el reciente estudio del University College of London que, en esencia, dice algo muy sencillo. ¿Cual? Nuestra capacidad para distinguir la realidad de la ficción es mucho, mucho más pobre de lo que parece.
Y cuanto más vívidamente podamos imaginar algo, más convencidos nos volveremos de que es real. Esto, en los albores de una era que estará dominada por la inteligencia artificial generativa y los deepfakes, requiere razonamiento.
Un experimento para confundir la mente
Para llegar a estas conclusiones publicadas en Naturaleza de Comunicaciones (los enlazare aqui), los investigadores involucraron a más de 600 participantes en un experimento en línea. Durante la prueba, los voluntarios tenían que imaginar imágenes de líneas alternas en blanco y negro mientras miraban una pantalla. A continuación, tenían que informar cuán vívidamente podían visualizar las imágenes.
Sin que los participantes lo supieran, al final del experimento los estudiosos introdujeron en la pantalla una imagen real con las mismas características que la imaginada, desvaneciéndose lentamente.
Luego, los voluntarios tenían que calificar qué tan vívida era la imagen y decir si lo que vieron era realidad o ficción.

Los resultados
En la mente de los participantes, las imágenes imaginadas y percibidas se entremezclaron. Por ejemplo, cuando la imagen real apareció en la pantalla, los voluntarios pensaron que su imaginación se había agudizado. Por el contrario, cuando imaginaban más vívidamente, creían que veían una imagen real incluso cuando no se les mostraba.

El doctor Nadine Dijkstra, autor principal del estudio, nos recuerda que nuestra mente a menudo imagina cosas que no existen. Y esta investigación ha demostrado que la imaginación y la percepción se basan en circuitos cerebrales similares: acceder a un "almacén" de memoria y las imágenes cada vez más construidas ciertamente no mejorarán la imagen.
Entonces, ¿cómo podemos estar seguros de lo que es real y lo que es ficticio?
Para responder a esta pregunta, el equipo de investigadores usó un modelo de computadora para determinar si el patrón de resultados era consistente con la teoría de que las personas juzgan si algo es real o imaginario en función de cuán vívidamente lo perciben.
Luego validaron el modelo con neuroimágenes, demostrando que el cerebro codifica la intensidad de los estímulos reales e imaginarios de manera similar, creando confusión entre la realidad y la imaginación.
Según Dijkstra, "los resultados sugieren que, contrariamente a la intuición, no existe una diferencia categórica entre la imaginación y la realidad; más bien, es una diferencia de grado, no de tipo". En otras palabras, si la imaginación se vuelve lo suficientemente fuerte o vívida, se la trata como real.
En resumen?
Confusión total. Lo que plantea una pregunta: ¿estamos equipados para resistir el impacto de un mundo en el que ¿El 90% del contenido será generado por inteligencia artificial? ¿O la batalla se moverá (y de ella hablaremos largamente en los próximos tiempos) sobre la "gestión de la ficción"?